Trois

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Cuando ambos salieron de la habitación, Astrid notó una pequeña tensión entre ambos, cosa que ignoró. Cualquier cosa que sucediera con su primo y el Íncubo no era asunto suyo.

Tras la muerte de sus padres, Astrid se había quedado con su tío paterno; quien resultaba ser el padre de Jens.

Rurik se sentía algo intimidado al caminar junto a esa mujer, tomando en cuenta que Jens no le llevaba demasiada altura y que él era el más bajo del trío. Después de unos minutos, Astrid se detuvo frente a una enorme casa de aspecto anticuado y ellos se detuvieron con ella. Había muchos pilares e incluso estatuas de tamaño pequeño en las esquinas de las cornisas, el color dorado predominaba en aquella estructura que a sus ojos era bella. Sintió una envidia sana al saber que nunca podría vivir en un lugar así, pero se alegraba de que alguien pudiera tener la dicha de aquello.

Miró a Jens y sintió como el calor ascendía a sus mejillas. A pesar del tiempo que había pasado, sus labios hormigueaban y al tocarlos con sus dedos, los sentía tibios, no, tibios no. Calientes, muy calientes. El apasionado beso que se dieron no paraba de reproducirse en su cerebro como una especie de película, una muy placentera película.

Astrid no se había dignado a decirles más. Solo había dicho que necesitaban a Rurik para cierto asunto y tenían que ir a hablar con su teniente, Jens se notaba algo nervioso, Rurik intuyó que si debía hablar con aquella persona, debía ser algo importante.

Entraron tras la muchacha de rizado cabello rojizo y se encontraron con una mujer de baja estatura, debía llegar a Rurik por los hombros. Ella los miró con la barbilla en alto y sonrió de forma pícara, la mirada del muchacho de cabello negro se paseó por toda la habitación; era una sala de estar, con largas cortinas que tocaban el suelo y mármol por todos lados. Los sillones se veían duros y habían grandes almohadones de lana blanca, cuadros abstractos que no le llamaron la atención (eso era otro detalle, nunca le había llamado el arte abstracto).

-No comencemos con formalidades, conmigo no hay nada de aquello -añadió antes de que dijeran algo y miró a Astrid-. Muchísimas gracias Astrid. Pero ahora mismo debo hablar a solas con ambos, ya sabes bien el asunto.

-Como usted diga, Teniente.

La muchacha hizo una pequeña reverencia y se fue, contoneando sus caderas inconscientemente como toda mujer solía hacer. El gesto de aquella mujer imponía mucho respeto, sus ojos cafés eran grandes y muy expresivos, su cabello rubio estaba cortado en un peinado prolijo y de poca longitud que le quedaba realmente bien. Traía puestos unos pantalones rectos negros y una camisa ancha del mismo color, pero su cuerpo se veía bien formado, incluso, un poco más musculoso de lo normal.

-Finalmente puedo conocer al Íncubo que llegó hace un mes... -comentó ella-. Rurik Jakov ¿No?

Rurik asintió en silencio, sin querer hablar demasiado. Miró a Jens de reojo que se mantenía un poco tenso mirándola, pero ella se limitó a mantener esa sonrisa.

-Un gusto. Mi nombre es Dyre Van der Carp, soy la teniente de una de las tantas secciones de la legión -comentó, con su aguda pero demandante voz-. Y necesito la ayuda tanto tuya como de Jens.

-No es por nada... -susurró Rurik, con cautela-. No me gusta que me digan Íncubo.

-¿No te gusta de donde provienes?

Jens suspiró estrepitosamente y miró de reojo a Rurik, quien se había quedado callado y había bajado la mirada. Por más pequeña que fuera aquella mujer, era sumamente intimidante. Y a pesar de no ser el rango más alto de toda la legión, no faltaba mucho como para que fuera capitán.

-Las formalidades han sido retiradas, como usted dijo -se entrometió Jens-. Es algo despectivo, Dyre, pero eso no es un asunto que queramos tocar ahora.

Dyre estaba sorprendida de la repentina seguridad que había adquirido Jens en ese momento y su sonrisa desapareció, pero sentía un gran orgullo de él. Rurik le agradeció en silencio y ella los invitó a sentarse en uno de aquellos sofás, que resultaron ser más cómodos de lo que parecía.

-Bueno, para lo que vinieron -soltó ella y carraspeó-. Jens, debes volver a Purgatorio, las guerrillas se andan rebelando y... hay que intervenir diplomáticamente. Eres el único legionario que conozco que es capaz de controlar su temperamento, ya hemos recibido ataques al Este. Iría yo sola, pero sabes que no soy de controlar mi temperamento.

-¿Por qué necesita mi ayuda? -preguntó Rurik-. No sé en qué podría servirle.

-Oh, Rurik. Tú eres una especie de intermedio -habló ella-. Para demostrarle a los Ánimas que los habitantes de Elíseos no somos del todo malos. No debes sentirte presionado, pero por ahora. Eres la única persona que puede ayudarnos.

Rurik miró a Jens, como preguntándole si debía hacerlo o no. Él se limitó a asentir levemente, incitando a que Rurik aceptara, él miró a Dyre y asintió.

-Voy a ayudarles.

Dyre sonrió y aplaudió un poco, como una pequeña niña emocionada. Luego carraspeó y su semblante volvió a ser serio, Rurik intentaba reprimir una risa.

-Espero que esta conversación no afecte el respeto que me tienes, Jens -sonrió ella y Rurik juró ver un brillo en sus ojos-. Mañana van a partir, preparen una maleta, pero no es que duren demasiado allá.

Ambos asintieron y después de una breve despedida, salieron de la casa de Dyre. Rurik caminaba por delante de Jens, ya se sabía el camino a su casa, el único lugar al que iba y en el centro todos estaba convenientemente cerca.

Mientras caminaba intentó analizar la situación en la que estaba con Jens. Lo había besado, si, pero eso tal vez no quería decir que le correspondiera los sentimientos que tenía dentro; en aquel mes había comenzado a sentir atracción más allá de lo físico por Jens y que lo hubiera besado lo hacía sentir realmente feliz. Pero no tenía idea de que hacer en ese momento.

Cuando llegó a casa, Jens finalmente habló.

-Rurik... -suspiró-. Dime, por favor, que estás igual de confundido que yo.

-Si, Jens. Lo estoy.

ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora