Six

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El disparo que esperaba nunca llegó, sólo escuchó el grito ahogado de un hombre y los gruñidos de otra persona. Abrió sus ojos y vio a Astrid, la encapuchada pelirroja, con el arma de Amun en sus manos y apuntando a su cuello.

-No te atrevas a tocarlo -espetó-. Jens me mataría si algo le pasa a este fideo, así que mantente alejado. O me encargaré yo misma de llenarte de plomo.

La sorpresa en el rostro de Rurik era increíble, atónito de que Astrid lo defendiera y no quisiera matarlo. Amun le miraba con un odio intenso grabado en sus ojos, ella sonrió y miró a Rurik.

-Es tu hermano ¿No? -preguntó, y ella misma asintió-. No lo mataré, no delante de ti. Es tu decisión irte de aquí, ve al primer piso. Está devastado pero no hay nadie.

Rurik asintió y mientras estaba en las escaleras, escuchó el sonido de un disparo resonar como un eco, apretó sus puños, luego escuchó los pasos livianos de la muchacha tras de él, le sostuvo del hombro y lo hizo caminar más rápido.

-Debemos salir de aquí, Rurik. Es imposible que ganemos -musitó-. Purgatorio e Infierno se aliaron, la mitad de los legionarios están defendiendo Elíseos y los demás están aquí, pero debemos escapar.

-¿A dónde iremos?

Astrid se detuvo y lo miró se retiró la capucha, salpicada en sangre ajena, su cabello rizado le caía en el rostro y ella sonrió.

-No lo sé.

Eso no lo reconfortó, pero corrieron por todo el primer piso, ahí se podían escuchar los disparos con más intensidad, Astrid siempre lo mantuvo protegido tras ella, mirando a todos lados como si alguien fuera a saltar de repente hacia ellos.

No lo dudaba.

-Quedamos en reunirnos en la estatua de La Ánima -susurró para sí misma y sujetó la mano de Rurik-. Dime, Íncubito. ¿Eres rápido?

Rurik no supo que responder, simplemente preguntó el porqué. Ella sonrió de forma ladeada; de esa forma tan similar a la de Jens, sólo que no causaba ningún efecto en él, miró a todos lados.

-Pues, creo que vas a hacer un poco de ejercicio hoy.

Ambos corrían por las calles, bueno, Rurik se tropezaba, entre callejones, para evitar ser vistos. Astrid parecía una diabla con la adrenalina a millón, mientras asesinaba a tantas personas a la vez que se sintió mareado. Astrid lanzó su arma al piso y sacó otra de una agarradera en sus piernas, mataba, protegía, mataba. Corría.

Cuando llegaron a la estatua de la Ánima. Una Ánima gigante de color bronce, pudo ver a Jens cuidandole la espalda a Evelien y Dyre, desde un brazo de la estatua, disparando a la lejanía. No habían tantos legionarios de Infierno y Purgatorio en aquel lugar, Jens miró hacia donde ellos estaban y una gran sonrisa se manifestó en su rostro.

Un disparo voló junto a la cabeza de Rurik y un desconocido cayó al suelo, Dyre se deslizó por la estatua, de forma agraciada y le gritó algo a su hermana.

La estatua Ánima estaba en los límites de la ciudad, Rurik fijó su mirada en Dyre y ahogó una exclamación cuando vio su pie, ensangrentado. Sus dedos habían sido arrancados quien sabe como y sintió arcadas.

Sucedió algo rápido, pero Dyre se lanzó hacia la parte trasera de Rurik, se escuchó su grito y como algo caía de forma seca al suelo. Jens se giró alarmado y pudieron ver a Dyre, su mano, en el suelo, la sangre salía de forma alarmante del muñón. Ella gritó, sus sollozos se hicieron presentes por el ardor y dolor que sentía por la carne expuesta, pero el tipo estaba en el suelo, con una daga clavada entre las cejas.

Dyre cayó al suelo y Evelien se acercó a ella.

-Estarás bien, Dyr. Ya vienen, ya vamos a salir de aquí -le dijo, de forma reconfortante, acarició su corto cabello-. No cierres los ojos, no te dejes ir. Están cerca, no estás muriendo, sólo pierdes un poco de sangre. No importa.

Dyre sonrió a su hermana y apoyó su mano en su frente, dejando el brazo afectado algo lejos de su cuerpo por temor a rozarlo con cualquier cosa. Rurik tenía el impacto en su cabeza, el lugar, vacío. Lleno de cuerpos inertes y sangre, Jens tenía la sangre salpicada en su rostro y se giró a Rurik.

-Gracias, Astrid -comentó y ella alzó su pulgar-. Rurik.

Rurik se precipitó hacia él y unió sus labios en un apasionado beso. Jens sostuvo su cintura y él envolvió sus brazos alrededor de su cuello, ambos dando la misma intensidad que el otro y sintiéndose cerca al contrario. El pelirrojo fue el que se separó y apartó el cabello de la frente de Rurik, le dio un corto beso en la frente.

-Te dije que viviríamos.

-Estamos juntos -susurró Rurik-. Sólo eso.

Y si moría en ese momento, moriría feliz. No sabían donde iban, no sabían que les deparaba el futuro, Astrid con múltiples heridas y Dyre desangrandose, Evelien, llorando a moco suelto para que Dyre no cerrase sus ojos. Pero él estaba con Jens.

A pesar de no tener la certeza de si iban a salir de ahí o estaban condenados a morir. Porque después de todo, eran dos hombres. Un Serafín y un Íncubo.

Dos personas de diferentes razas eran capaces de enamorarse. Más allá de los términos despectivos, más allá de la rivalidad entre ciudades. Más allá de conflictos bélicos. Más allá del género.

Solo eran dos seres humanos que se amaban intensamente.

ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora