Sinopsis

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El sonido de los aplausos se apodera del pequeño aula de música. Me inclino hacia adelante en forma de agradecimiento al pequeño público que tengo enfrente de mí.

-Toca otra pieza cariño.- La voz aguda de la profesora llegó a mis oídos. Asentí.

El ruido de la puerta de metal siendo abierta hace que todos las miradas se claven en la pobre alma que ingresa.

Un chico de cabellera castaña un poco rizada se adentra al aula y toma asiento en una de las primeras sillas. Su mirada penetrante se posa en mi y puedo notar el color del par de ojos que me observan. Café, un café tan oscuro que podría llegar a jurar que son negro. Café oscuro que quita los más profundos sueños. Café oscuro que producen los mayores desvelos.

Es extremadamente guapo. La clase de chico que tiene como don la belleza, y no cualquier tipo de belleza, sino una exótica y única, la que puedes llegar a encontrar una en un millón.

Y entonces de pronto luce tan familiar...

La sensación de haberlo viste antes me inunda, sin embargo, no lo recuerdo. Indagó en lo más profundo de mi cerebro, pero no encuentro respuesta alguna. Su semblante se me es tan conocido y la frustración se apodera de mí al no poder recordar absolutamente nada de él.

Su piel es extremadamente pálida. Facciones firmemente marcadas, y a pesar de la mala iluminación, puedo notar el par de ojeras que decoran debajo de sus ojos. Su rostro luce realmente cansado, luce hasta demacrado pero eso no le quita absolutamente nada de lo atractivo.

Dirijo una fugaz mirada a sus labios, teñidos ligeramente de un rosado, el inferior con mayor tamaño que el superior. Creando la combinación perfecta.

         Es alto, de contextura delgada, pero no esbelta. Una sonrisa perfecta se expande en su rostro, dejando ver el par de hileras de dientes perfectamente blancas.

  Todo el mundo se encuentra mirándome con el ceño fruncido, nadie ha notado la nueva y destacada presencia del chico en el aula. Pestañeo varias veces y le dedico una pequeña sonrisa nerviosa a los pequeños espectadores que tengo enfrente de mi, en modo de disculpa.

  Coloco la parte inferior del instrumento en el pequeño espacio que hay de mi cuello a mi hombro, mi barbilla esta ligeramente posada por encima de la oscura madera. Mis dedos se ponen en posición,aferro mi mano al arco y con suma delicadeza la deslizo sobre las cuerdas del violín.

Soy consciente de cómo mi cerebro se desconecta de mis brazos y manos para dejar que la pasión por este instrumento tome el control de absolutamente todo. Cierro los ojos con fuerza para aumentar mi concentración y muevo ligeramente mi cabeza al compás de la melodía, dejándome llevar por completo y perdiéndome en la armonía.

Las últimas notas son tocadas haciendo que el lugar se sumerja en un completo silencio, que al instante que llega se va, siendo sustituido por el sonido de los aplausos que se hacen presente de forma inmediata.

-Gracias.-Agradezco mientras me inclino nuevamente hacia adelante, en una muestra de mi agradecimiento por su atención.

Recorro con mi mirada a las personas que aplauden y me detengo unos segundos más en el chico que me mira con admiración.

Vuelve a sonreír como la primera vez, y me encargo de devolverle la misma sonrisa.

Los alumnos se paran luego de felicitarme antes de irse hacia su próxima clase.

El castaño me observa por última vez antes de agarrar su mochila que se encuentra en el suelo, la cual no había visto antes. Me dedica una última mirada y entonces sale de la sala sin decir absolutamente nada.

Angelus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora