Capítulo 1

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El frío se manifiesta por medio de pequeñas heladas capas blancas que caen del grisáceo firmamento, como las hojas lo hacen de los árboles en el otoño.El viento ruge al igual que el más poderoso de los leones llevando todo a su miserable tiempo y paso. La penumbra inunda hasta el más pequeño de los lugares, sumergiendo toda la superficie en una oscuridad tétrica y lóbrega.

Los rayos del sol ya se habían escondido al igual que mis ganas de vivir. Estoy exhausta, me siento agotada hasta la mierda. No veo la hora de llegar a la comodidad de mi cama, y acurrucarme entre las finas telas de las sabanas. Siento como mis ojos luchan con toda su fuerza contra la pesadez de mis párpados. Intento abrir mis ojos lo más que puedo y dirijo mi mirada hacia el cielo nocturno. La luna con destellos blancos y estrellas amarillas, convertían a una noche eterna de luna llena.

Se me ha hecho demasiado tarde. La hora se me ha pasado volando durante mi ensayo, he estado tan sumergida en mi música durante la mayor parte del día, que ni siquiera me había dando cuenta en el momento en que la oscuridad se apoderó de todo. Las tenues luces de los faroles de la calle se mezclaban con la niebla empeorando mi capacidad de visión.

El lugar se encuentra inmerso en un completo silencio. Son alrededor de las una y media de la mañana. No hay absolutamente nadie en la calle, ni siquiera la más pobre alma se encuentra rondando por este lugar. El único sonido que se escucha es el crujido del las piedras del asfalto bajo mis pies.

Decir que me encuentro aterrada, es poco. El barrio por donde vivo no es sinónimo de tranquilidad, de hecho todo lo contrario. Hace apenas una semana han matado a una chica a dos cuadras del edificio en donde me alojo y eso ha desesperado a mi abuela de maneras inexplicables. Se rehúsa a que salga de casa, con mucha suerte deja que vaya al colegio.

Me aferro a mí consuelo de que todo va a estar bien, como un niño pequeño se sujeta de su madre. El presentimiento de que algo está mal, no deja de atormentarme.

La sensación de estar siendo.Constantemente observada está convirtiéndome en una víctima del pánico. Se siente como si la mirada de alguien estuviera clavada en mi nuca durante las veinticuatro horas al día, como si estuviera acechándome en todo momento, sin dejarme un segundo en paz. El rostro de aquel chico inunda mis pensamientos, me trae tan mala vibra.  Lo veo en todos los malditos lugares.

Detengo mi paso en el instante que la silueta de un hombre surge de la oscuridad. Está completamente vestido de negro, caminando en mi dirección con paso firme y decidido. El sonido de sus pasos se hace presente y lo único que soy capaz de escuchar al igual que el ruido de mi irregular respiración.

Mi corazón se contrae y se relaja haciendo que mi pulso aumenta su velocidad a tal punto de colapsar. Giro sobre mis talones para cambiar de dirección, soy consciente de que tendré que caminar dos cuadras más si voy por el otro camino, pero ni siquiera me interesa no cuando hay un hombre allí que me da mala espina.

Estoy imaginándome las portadas de los diarios de mañana.

       "Adolescente de 17 años es encontrada tirada en un contenedor de basura."

  Niego con la cabeza, en un intento de sacar eso pensamientos absurdos de mi cabeza.

Me digo una y otra vez que puede ser cualquier hombre que a salido a la noche a caminar, sin embargo, no puedo encontrar una paz aparente. Aumento mi velocidad y ahora me encuentro trotando.

     "¡Maldita sea no seas tan paranoica Anabella!" Me reprimo mentalmente.

    Cierro los ojos con fuerza, e inspiro profundamente a la vez que cuento hasta diez en un débil intento de calmarme. Me cuesta adaptarme a la falta de luz, en cambio, lo conseguirlo en cuestión de segundos. Miro sobre mi hombro en búsqueda del sujeto, pero no se encuentra allí. Es como si la tierra se lo hubiera tragado, como si hubiera desaparecido entre la oscuridad.

Angelus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora