Capitulo 3:Preguntas sin respuestas.

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Los cabellos pelirrojos de la joven sobresalían de  la cama. La muchacha de ojos verdes dormía profundamente. Su mente no pensaba en nada. Y, lo único que podría ver en ese momento sería una nube blanca. Había decidido relajarse y olvidar, aunque fuera por una mísera noche, todo lo que tuviera que ver con el nombre de Gabi.

La alarma del despertador sonó emitiendo tres sonidos rápidos y bruscos hasta que la mano de la joven golpeó la parte superior del reloj parando aquella molestia. La joven se frotó los ojos, para poder ver a su alrededor las cosas nítidas, y se levantó de la cama. Recogió la ropa de su silla y lentamente se la puso. Primero unos pantalones ajustados de color azul grisáceo, a los que acompañó con un cinturón negro. Buscó su jersey de color berenjena y se lo puso. Aún dormida, se puso las bambas altas del color de su jersey y miró nuevamente el reloj. Habían pasado algo más de quince minutos desde que empezó a vestirse. La verdad es que siempre le costaba despertarse por la mañana. Cogió su mochila y comenzó a meter sus libros  sin olvidar ninguno. Se llevó la mochila a la entrada principal y la soltó con cuidado.

-Buenos días.-bostezó su padre desde el salón. Metió un trozó de bizcocho en el café, esperó un breve momento y la saco, demasiado empapada y jugosa, para luego romperse y caer de nuevo a la taza. El hombre de mediana edad suspiró. La joven se rió para sus adentros y le dio un beso en la mejilla y un abrazo.-¿Ya has desayunado?-preguntó con interés su padre. La jóven hizo una mueca.

-No.-negó mientras se dirigía  a la cocina.Cogió un vaso del fregadero y comenzó a lavarlo. Lo secó y lo dejo encima de la encimera. Cogió rápidamente leche de la nevera y llenó el vaso completo. Lo metió un rato al microondas y lo sacó. Cogió un poco de ColaCao y, con ayuda de  una cucharilla puso aquel polvo de color chocolate en el vaso. Comenzó a removerlo y, de un trago, se tomó toda mezcla.

Dejó el vaso en el fregadero y se cogió la mochila. Se despidió de su padre con un soso saludo y abandonó la casa.

-Vaya hoy si que has llegado pronto.-se apresuró a decir Anais esbozando una sonrisa. Su amiga la miró seria.-Perdón por lo de ayer.-continuó triste.-es que… por alguna razón están pasando cosas muy raras ¿sabes?

-¿Cosas raras?-preguntó Charlote colocándose la mochila en el hombro.-¿Cómo qué?

-Antes de nada, me tienes que contestar a una cosa.-su amiga asentió.-¿Sabes quién es Gabi?

-Pues no.-dijo directamente.-¿Quién es?

-No tengo ni idea. Por algo pregunto.-contestó intentando romper el hielo.- La verdad es que tuve un sueño algo raro en el que un chico que se llamaba Gabi me llamaba. Y luego tuve otro en donde ví como era físicamente y....-suspiró.-tenía el pelo azul y sus ojos eran muy….-dejó de hablar buscando la palabra adecuada. Suspiró.-no se cómo decirlo. Bueno, el caso es que me decía que por qué no lo recordaba. Les pregunté a mis padres y decían que era un niño que conocí cuando era pequeña, y que un día desapareció. Pero eso no es lo más raro. Ayer me encontré con un estraño peluche en mi casa que tenía una nota y…decía que fuera sola, y también luego todo el suelo estuvo con la palabra “sola”. ¡Ah! Y se me olvidaba…

-¡Ya basta!.-gritó furiosa. Pararon en seco. El viento pasó  haciendo que las hojas volaran y dejando que pasaran muy cerca del castaño cabello de la joven enfurecida.- Vale que no me quieras contar que te pasa pero…¿¡En serio te crees que me voy a creer eso!?¿Un chico de pelo azul?¿Un muñeco que de la nada parece?¿Acaso te crees que soy tonta?.-siguió gritando frustrada.

Anais dejo de respirar en los instantes que  su amiga le echaba la “bronca”.  Siguió andando y decidió ir por delante de ella, a un metro o más de distancia, mientras el silencio las inundaba. La muchacha pelirroja comenzó a pensar. Sus pensamientos comenzaron a tener forma de odio e ira. Con que no la creía ¿eh?¿Qué clase de amiga se tomaba una conversación así de seria como una broma? Siguieron caminando hasta llegar al instituto y separarse. Anais entró lo más rápido que pudo en su clase y tiró su mochila en su mesa con fuerza sin que nadie la viera. Bufó con fuerza y colocó la mochila en el respaldo de su silla. La gente comenzó a entrar en la clase y sin darse cuenta, mientras Anais miraba por la ventana, todos se fueron sentando en sus respectivos asientos. La puerta se abrió dejando que una mujer, de unos cuarenta y cinco años de edad, entrara. La profesora María no era como el resto de profesores. Era alegre, simpática y con un gran parecido a una madre, cuidaba a sus alumnos como si de sus hijos se trataran. Su cabello moreno y largo le daba un toque refrescante y jóven a pesar de su edad. Los brillantes ojos de color ámbar se dirigieron a sus alumnos, los cuales la saludaron algunos con una sonrisa y otros con un simple “Buenos días”. La mujer dejo sus cosas encima de la mesa y se dirigió a sus alumnos. Anais pensaba que, como con una mujer así como profesora, los de su clase no le tomarán el pelo y la trataran mal. Al fin de cuentas así pasaba con el resto de profesores. Sin embargo la amabilidad de esta mujer y la forma de pedir silencio era, indudablemente, increíble.

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