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Es jodidamente aterrador. Hay unas cincuenta personas en este salón, definitivamente no es nada comparado a la secundaria, parece más bien un auditorio. Examino el lugar y encuentro varias caras conocidas. Pero decido sentarme hasta atrás como solía hacer siempre antes en clase, no soy buena con las palabras y tener que hablar al frente de todas estas personas en mi primer día en la Universidad esta muy lejos de las cosas que quiero hacer hoy.

—¡Buenos días muchachos! —dijo un hombre de cabello blanco y traje que entro al lugar. —Como ya deben de saber mi nombre es César Wilkins, profesor de sociología y subdirector de esta Universidad —continuo diciendo, el tono egocéntrico en su voz me daba dolor de cabeza. —Así que les guste o no, les exigire tener un buen desempeño y nunca llegar...

—Siento mucho llegar tarde —mi corazón dejo de latir por un milisegundo, era su voz.

Una mata despeinada de cabello castaño fue todo lo que vi al principio. Pero su voz. Era la voz.

—¿Cual es su nombre? —dijo el tedioso profesor.

—Harry Styles —contesto.

Ahí estaba él, perfecto con una camisa negra que dejaba al descubierto todos los tatuajes de sus brazos. Siempre me habían parecido muy hermosos. La Rosa de su antebrazo era...

—Como les decía jóvenes, no quiero que lo que hizo el señor Styles hoy se repita con alguno de ustedes.

—Por favor tome asiento —esta vez se dirigía hacia Harry.

Tenia que controlar mi ritmo cardiaco todo el salon empezaría a oírlo también. El chico tomo el asiento que estaba al otro extremo del mío, tenia la mirada hacia al frente y el ceño fruncido, se veía tan bien.

«¡RING!»

—Mierda.

Era muy tarde para apagar el móvil. Ya todas las personas estaban mirándome. Buena esa, Leah.

—Tampoco quiero celulares dentro del salón —Wilkins me lanzo una mirada rápida y siguió hablándole a los alumnos de al frente.

Por un momento pensé que me había librado de toda la atención.

—¿Cual es su nombre señorita?

Si usa ese tono otra vez conmigo buscare otra facultad. Apuesto a que en Londres hay unas mil facultades más donde enseñen sociología con un profesor educado y sin chicos con hoyuelos encantadores.

—L...Leah Baker

—¿Es usted de Londres, señorita Baker? —pregunto.

—Hampshire

Wilkins asintió y continuo hablando algo nada al tema. Siempre he odiado este tipo de cosas, pero que mas da, ya nada podría ir peor.

Después de un largo discurso sobre lo prestigioso que era la London Central, la clase acabo. Entre los chicos conversaban y se dirigían hacia las diferentes salidas, guarde mis cosas e hice lo mismo.

Antes de salir del salón busque a Harry por ultima vez, no estaba. Habrá salido por la puerta de la izquierda, por lo consiguiente yo salí por la derecha. ¿Ahora que se supone que debería hacer con mi salud mental? Volvería a verlo otros trecientos sesenta y cinco días del año. Era mejor salir de aquí en cuento antes.

—¡Espera! —madre mía.

El Chico de la Cafetería | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora