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Harry estaba a mi derecha, en la mesa que escogimos cuando llegamos al local. Algo curioso y fascinante que me llamaba la atención, era ese pequeño cuaderno de cuero que siempre llevaba con él.

—Estabas en Química Avanzada, cierto? —dejo el cuaderno sobre la mesa y agarro el menú del lugar.

—Sí, daban puntos extras para la admisión de... ¿Como sabes que estaba en Química Avanzada? —pregunte.

Trate de recordar. Tal vez estuvimos juntos en la clase. No, eso seria imposible.

—Lo supuse —suspiro. —También necesitaba los puntos. El día que llegué a ver la lista de los ingresados una tal Leah Baker había ocupado el ultimo puesto —rió.

Esto tenia que ser una maldita broma.

—Al parecer no te hicieron mucha falta.

No se como ni por que pero empezaba a sentirme cómoda a su lado. Después de todo lo conocía... o algo así.

—No te lo creas. En cambio tuve que jugar fútbol por cinco meses —negó con la cabeza. —Fue una tortura para el equipo, soy bastante malo —rió entre dientes.

¿Jugaba fútbol y nunca lo supe? Puede ser que en realidad fuera malo. Pero los jugadores sudaban y sus camisas... bien, basta, tengo que concentrarme.

Las horas pasaron sin darnos cuenta y aún nos encontrábamos en el lugar que estaba apunto de cerrar. Me hablo acerca de su familia en Hampshire. Sus hermanas, Cecily y Gemma. Al escuchar el nombre de la primera puede que estuviera apunto de echarme a correr. Cecily tomo una tutoría junto a mi el primer trimestre de tercero. Debí se suponerlo, sólo había visto en mi vida un par de ojos tan Esmeraldas como los de Harry y Cecily.

Al salir del local el frió de la noche hizo que me estremeciera por completo. Era la ciudad de Londres la que estaba frente a mi ojos... nuestros ojos.

Empezamos a caminar sin decir una sola palabra. Harry observaba el cielo y yo lo observaba a èl.

—¿Escribes mucho? —pregunté y mire su cuaderno.

—Solo cuando hay algo que me inspire —sonrió.

—Yo igual.

—¿Escribes? —preguntó él.

—Sí —respondí. Una sonrisa aparece en su rostro al momento en el que contestó. —¿Que es tan gracioso?

—No es nada —dice.

Pero no ha dejado de sonreír.

El camino se torna oscuro por la poca iluminación. Me obligo a apartar la vista al ver el pequeño hoyuelo en su rostro. La emoción de filtra en mi pecho casi de inmediato.

—Tengo que irme —digo y señalo el campus este.

—Gracias por aceptar el café. —comento. —Supongo que te veré en clase —dijo Harry, hundiendo sus manos en los bolsillos de su suéter.

Inspira, espira. Inspira, espira. Inspira, espira.

—Supongo que si...

—Que descanses —se despidió él.

Cuando rozamos hombros al cruzar de dirección, el cuaderno resbaló de sus manos dejándolo abierto de página a página. Todas ellas llenas de palabras que no lograra ver con claridad, pero una capto mi atención.

"Leah"

El Chico de la Cafetería | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora