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Pare en seco al escuchar su voz.  Tenía que si volteaba sólo hubiera sido otra señal de locura en mi contra. Pero para entonces, una gran mano ya me tocaba el hombro.

—Disculpa si te asuste —sonrió.

—No me asustaste —me encogí la hombros y seguí mi camino.

¿Que demonios estaba haciendo?

—Bien —dijo en un murmuró.

Yo seguía caminando y escuchada las pisadas de sus botas como piedra sobre mi espalada. ¿Estaba siguiéndome?

—Escuche que eres de Hampshire.

Para el momento en el que pronuncio esas palabras, ya estaba junto a mi.

—¿Como jamás te he visto antes?

Las palabras que acaba de decir caen sobre mí, como un bote lleno de agua helada. Lo había olvidado todo por completo, las notas, la carta, todo estaba en su casillero, con mi nombre en ellas.

—He....—inspira, espira. —Tampoco lo se —sonreí. Idiota.

—Te propongo algo —comenzó.—No conozco a nadie en esta parte de Londres, la mayoría de mis amigos están estudiando en Doncaster, así que pensé que... ¿Tal vez te gustaría ir por un café? —pregunto. —Ya sabes, podríamos ser amigos —pude notar una tímida sonrisa posarse en sus labios, era adorable.

—No lo se, yo no..

¿Yo no, qué? No se ocurría nada que decir para no aceptar.

—Yo invitare —dijo alzando las cejas. No pude evitar reír.

—No. Yo en serio que... —al instante parecía sombrío, casi... ¿Herido?

—De acuerdo —acepte al final.

Harry sonrió y empezó a caminar de nuevo junto a mi. No podía dejar de examinar su rostro, cada una de sus facciones eran perfectas. De pronto la realidad me golpeo, él esta hablando conmigo.

—Por cierto, soy Harry.

—Leah.

El Chico de la Cafetería | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora