Sin respiro

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Alyssa jamás había sentido un dolor como aquel. Era el tipo de dolor que se te cuela en el cuerpo y no puedes detenerlo, aunque intentes razonar, te resulta imposible. Pero aún con el dolor, continuó. Se mecía hacia delante y hacia atrás con una experiencia que no tenía. Nadie hubiese dicho nunca, que hacía un año era virgen. Ahora desataba toda su ira, toda su rabia y frustración con aquel desconocido. Como tantas otras veces. Siempre con hombres distintos, pero siempre sexo salvaje. Sintió que aquella "pieza" (así llamaba ella a los hombres con los que se acostaba) iba a correrse, y ella no lo permitiría. Iba a hacerlo sufrir. Agarró su miembro fuertemente y se lo sacó de un tirón de su propio interior. La pieza gimió. No se lo esperaba. Alyssa sonrió.

El joven (no tendría más de 25 años) la miraba con ojos desorbitados y cuando se disponía a gritarle, cosa que ella jamás permitiría viniendo de un hombre, de un salto; puso su parte más íntima en la boca de él. El joven seguía con la vista fija en los ojos de Alyssa, y por fin comenzó lo que ella le pedía. Metió toda su larga lengua en el interior de ella, mientras que con las manos le pellizcaba y tiraba de su vello púbico. Alyssa estaba en otro mundo. Aquello era placer de verdad, lo que a ella le gustaba. Sintió que se correría pronto en la boca de él y así lo quería. Cuando se corrió, se levantó de aquel sofá y se vistió rápidamente, como tantas otras veces. Salió de allí sin despedirse.

Alyssa comenzó a tener este tipo de "relaciones" un mes después de que su madre muriera. Se desvirgó con un cualquiera a los 15 años recién cumplidos, y a partir de eso todo fue sexo salvaje. Jamás había tenido sentimientos, por nadie. Estaba sola en el mundo y su único placer se lo daban esas piezas. Nunca se había planteado tener una relación, pero es que ella no daba lugar a eso. Se follaba a los hombres y salía despedida de sus vidas. Jamás daba su número, su dirección, ni si quiera su nombre. A ella le gustaba así. Sexo y olvido.

La muerte de su madre fue lo que la corrompió. No lo soportó, y se volcó en el submundo. Drogas y sexo duro. Pero no prostitución. Su madre le había dejado una gran suma de dinero, por lo que (si no gastaba mucho) no tendría que trabajar en su vida. A sus 16 años, podía presumir de ser la cara más bonita de toda la ciudad. Ojos oscuros, melena negra lisa y larga y unos labios que cualquier chica quisiera tener por carnosos que eran. Y su cuerpo. Qué decir de su cuerpo. El deleite de cualquier hombre (y mujer también) pechos bien formados, alta, delgada, un culo increíble y piernas largas.

Por eso, tenía toda la ciudad a sus pies. A cualquiera podría parecerle una niña, pero su cuerpo y su mente eran tan maduros que nadie le echaba menos de 20 años.

En el submundo, mucha gente la conocía. Es decir, conocía su cara y su cuerpo, claro; pero nadie su edad. Sólo algunos afortunados sabían su nombre.

Nadie se le podía comparar y ella lo sabía.

Alyssa se preparó para otra noche de las suyas. Esta vez iría a una discoteca nueva. A ella le encantaban. Se puso un vestido ajustado de lentejuelas, negro, muy corto y con gran escote. Se miró en el espejo. Ella misma se follaría. Se rió, sabiendo que más de una caería esa noche.

Llegó al local y ya estaba lleno. Tenía que escoger a una primera presa. Mmm...vio a un rubio musculoso y sexy bailando. Y supo que sería suyo. Se acercó a él y le apretó el trasero. El chico se giró y al ver a tal belleza delante suya abrió la boca.

- ¿Quieres bailar o qué?

- Claro preciosa.

Ella juntó su cuerpo al del rubio, sin molestarse en saber nada de él. Estaba bueno. Eso era lo único que le importaba. Alyssa subía y bajaba de un modo muy sexy y al instante notó la gran erección de su presa. Sin mucho disimulo, se la agarró y le dijo al oído:

- Si vamos a los baños por fin la tendré dentro.

Vio que se le ponía a un más dura y le dijo:

- Mira, podemos ir a esa pared y me la metes de pie, que disfrutaré más...

El joven la miró con los ojos oscuros por el deseo y la puso contra la pared. Alyssa comenzó a besarlo, de una forma que solo ella sabía. Le metía la lengua hasta el fondo. Notó unas manos debajo de su vestido y las atrapó.

- Yo primero, nenaza.

Le bajó hábilmente la cremallera del pantalón y los calzoncillos y sacó su miembro erecto. Alyssa calculó unos 23 cms. Nada mal para una noche como aquella. Bajó la cabeza y besó la punta de la erección. Parecía que el rubio iba a correrse ahí mismo. Ella quería ese pene totalmente erecto para ella, así que se lo metió en la boca, solo una vez. El joven la miró pidiendo más, entonces, ágilmente, ella se subió el vestido y se la metió a si misma con fuerza. Dios, que placer. Gimió un poco, y el rubio se fue moviendo. Era bueno, la verdad. Alyssa llegó al orgasmo pronto, chupó el sexo del chico presa de la exitación y se bajó el vestido. Le dio un beso en los labios, para transmitirle su sabor y se fue, sin despedirse.

Todavía tenía que buscar a otra pieza que la divirtiese esa noche.

Sin respiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora