Capítulo 7

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Aleksi

Hice girar el vaso de whisky con hielo entre mis dedos. Pensé que uno de mis vicios podría aminorar la necesidad que sentía por ella, pero cada minuto que pasaba mi obsesión aumentaba. La imagen de Bella en la cama, sus ojos azules brillantes, el cabello alborotado, los labios hinchados y los pechos agitados mientras se entregaba de buena gana quedó grabada en mi memoria como una película que reproduciría una y otra vez. Su sabor perduraba en mi lengua. Dulce y deliciosa.

Había tratado de convencerme a mí mismo que una probada calmaría mi ansiedad. Ingenuo para mis estándares creer algo tan absurdo. Ella era mi nueva droga. Quería mucho más. Era como mi sed hacia la sangre. Mi primer asesinato. Cuando ensucié mis manos no pude detenerme. Bella me daba la misma sensación de poder y dominio. La quería de todas las formas posibles: desnuda, indefensa, rota.

La quería en mi cama gritando mi nombre.

Me froté el rostro con la mano y observé el fuego que crepitaba en la chimenea. Ella era un montón de problemas. Traerla a mi vida fue un gran error. Una debilidad que no podía permitirme. Desde el momento en que la vi sabía que no sería una más. Me sentía protector y posesivo.

Me gustaba el cambio de los acontecimientos. Al principio luchó y me desafió, pero después de los castigos entendió que no era una buena idea enfadarme. Estaba lejos de romper su espíritu. No estaba en ella rendirse fácilmente. Confiaba que con el tiempo entendería que yo era todo lo que tenía y me daría cualquier cosa que le pidiera. Era dueño de su cuerpo. Mi próximo objetivo era apoderarme de su mente y su corazón. Quería ser el primero y el último hombre en quién pensara cuando cerrara los ojos. El anhelo de verla me arañó el pecho y me encontré gimiendo su nombre. Esta noche la probaría y le demostraría lo bueno que seríamos juntos. Ya no podía esperar tanto.

Observé el reloj en mi muñeca que marcaba más de mediodía. Faltaban horas para que terminara con mi habitual rutina. Jodidamente aburrido. Estaba cansado de ver a hombres adultos lloriquear y tratar de justificar su falta de compromiso. Yo era Aleksi Kozlov y no aceptaba aplazamientos.

—Una semana más—jadeó la voz chirriante y sollozante. Puse los ojos en blanco—. Te prometo que lo tendrás en una semana, Aleksi.

Ajusté los gemelos de mi traje. Había escuchado lo mismo tantas veces.

—Te di tres semanas. He sido muy generoso contigo, Bruce. Un día es más que suficiente, ¿no lo crees?

Se le llenaron los ojos de lágrimas y se puso de rodillas cuando Viktor lo golpeó en la cabeza. Mi segundo al mando siempre había sido implacable y sanguinario. Razón por la cual éramos tan cercanos. Mi único amigo y mi aliado.

—No tengo manera de conseguir treinta mil dólares. Hoy ni mañana.

Cerré los ojos brevemente mientras presionaba el pulso doloroso en mi sien. Estaba agotado de escuchar sus excusas baratas. Ellos sabían qué lidiaban con el jodido diablo cuando apostaban en mi casino y perdían. Eran advertidos.

—¿Se supone que debería sentirme mal por ti?—Hice una evaluación de su cuerpo. Desde el cabello grasiento y traje barato. Estúpido perdedor. No tenía nada que ofrecerme excepto su patética vida.

—Aleksi...

Compartí una mirada con Viktor y asentí. Actuó tan rápido que no me dio tiempo de apreciar el espectáculo. Le quebró el cuello en cuestión de segundos y el cuerpo se desplomó en la alfombra con los ojos bien abiertos. Suspiré con fastidio.

—¿Quién es el siguiente?

Viktor aflojó su corbata.

—Wynn Hill.

Cautivos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora