Capítulo 12

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Bella

Mastiqué la fresa bañada en crema sin dejar de admirar la delicada y preciosa prenda en mi cama. Era un impresionante vestido de terciopelo granate con mangas largas y los hombros al descubierto. Llegaba hasta el suelo, acompañado de un abrigo de piel. Lamí los restos de azúcar de mis labios y toqué la tela con cuidado. Nunca podría permitirme algo tan perfecto como esto. Ni en sueños había imaginado usar un vestido Valentino. ¿Qué pretendía Aleksi?

Después de darme una ducha Dorothea irrumpió en mi habitación y dijo que estuviera lista en una hora por órdenes del jefe. Solté un chillido emocionado y no perdí ni un minuto más. La expectativa produjo mariposas en mi estómago. No quería ilusionarme, pero había una posibilidad de que saliéramos esa noche. ¿Por qué razón me compraría el vestido? Todo dentro de mí protestó en reprimenda y me recordé que era otra jugada de su parte.

Mis buenas acciones tenían recompensa. Tuvimos sexo y él usó mi cuerpo a su antojo. Me hizo gritar hasta perder mi propia voz y seguía adolorida. Aleksi lo disfrutó. ¿Pero yo? Estaba demasiado asqueada para responder a esa pregunta y no quería pensar como desperté desnuda con la piel pegajosa y apestando a él.

Después de colocarme el vestido, los zapatos y optar por un maquillaje sencillo, me paré frente al espejo, preguntándome quién era esa chica. Mis ojos azules eran brillantes y resaltaban aún más con el delineador, mis labios rojos y mi cabello castaño estaba suelto hasta mi cintura. Me sentía hermosa y con la autoestima por las nubes. Nunca había lucido tan bien como ahora. Encontré una gargantilla negra con un corazón colgante en el cajón. Era un accesorio que me ayudaría a ocultar las marcas en mi cuello.

La aguja del reloj indicó que era las diez de la noche y cerré mis ojos brevemente. Era hora. Agarré el abrigo y me dirigí a la sala de estar. Descendí con cuidado las escaleras, mi mano deslizándose por la barandilla para no caer. Sentí como mi pulso se aceleraba mientras lo veía parado bajo las luces. Estaba vestido en un elegante esmoquin negro con los brazos cruzados detrás de su espalda y una expresión indiferente. Ni siquiera parpadeó en reconocimiento. Se limitó a observarme bajar los últimos escalones y no comentó sobre mi aspecto.

Liberé un suspiro.

—¿Cuál es el truco?—pregunté—. El vestido es hermoso, pero no entiendo a qué se debe el regalo.

Aleksi parpadeó entonces, sus ojos verdes hicieron una completa evaluación de mi cuerpo. Me sorprendió cuando me ofreció su brazo derecho. Esto era ridículo. Primero el vestido y ahora su fachada de caballero. Parecía una mala película dramática. No era real. Él no actuaba así a menos que tuviera una motivación detrás.

—¿No es obvio? —respondió en tono plano—. Vamos, tenemos una reservación en el mejor restaurante de Las Vegas.

La esperanza revoloteó en mi pecho y no pude evitar soltar un jadeo conmocionado. Estuve semanas encerrada detrás de estas cuatro paredes con mi corazón destrozado y mi alma sangrando. Creí que nunca saldría de aquí.

—Yo...

—¿Prefieres regresar a tu habitación?

—¡No! —chillé con los ojos amplios y húmedos por las lágrimas retenidas. Me negué a llorar. No quería arruinar mi maquillaje—. Esto es... demasiado, Aleksi. La ropa y la cena.

—Cada acción tiene una recompensa, Bella. Esta es una de ellas.

Cuando miré sus ojos seguía siendo el mismo pozo sin vida, pero su rostro era menos duro. Dio un paso cerca y tocó mi mejilla. Luego me agarró del cuello para llevar mi boca a la suya. Me besó con tanta fuerza que estaba mareada. Puse ambas manos en su pecho, acariciando los duros músculos. Él gruñó y enredó su lengua con la mía. Su palma bajó por mi espalda hasta mi trasero. Quise responder su amabilidad para que no se arrepintiera de darme esta oportunidad. Era un pequeño triunfo que celebraría. Poco a poco me ganaría su confianza.

Cautivos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora