Julián

13 2 0
                                    

La noche había comenzado serena, parcialmente iluminada por el resplandor blanco de la luna llena que lentamente ascendía en el cielo. El aire, en principio simple y fresco, se fue tornando cada vez más frío y húmedo. Las hojas de los árboles apenas bailoteaban al compás del viento, sujetas a sus ramas con un agarre muy de otoño. El aliento de Julián se convertía en una nube blanca al salir al frío del exterior. Una neblina lenta, pausada, fue copando toda la zona.

Detrás del chico se alzaba la intendencia de Colonia, una edificación de tres pisos recubierta en piedra, con imponentes columnas blancas que sujetaban un toldo de mármol sobre su cabeza, sobre las ventanas se veían dos esculturas de halcones que miraban hacia abajo, testigos de la noche tanto como Julián. El tiempo había cobrado su parte sobre el edificio, una de sus paredes estaba agrietada y rota, los vidrios de las ventanas ya no existían y uno de los halcones centinela había perdido un ala. Aun así, Julián lo consideraba como un lugar seguro para intercambiar información con otros sobrevivientes.

Todo alrededor era llano y limpio, solo unas pocas oficinas a su derecha bloqueaban la vista, pero fuera de eso, Julián tenía una visión clara de sesenta metros a la redonda.

Levantó la vista buscando la luna y la encontró oculta tras las ramas de un pino descuidado y viejo. La neblina se volvía cada vez más densa y la seguridad de su refugio empezó a verse mermada. Unos pasos de fondo lo alertaron sobremanera pero escasos segundos más tarde un vapor blanquecino se formó en el aire cuando Julián soltó un gran suspiro de alivio.

-La noche no está de nuestro lado.- susurró Diana.

Diana había sido amiga de Julián durante los últimos siete años. Siempre fue una chica reservada y tosca, no superaba el metro sesenta de altura y su contextura física era más bien la de un hombre, incluso su rostro tenía facciones masculinas, aunque tanto sus ojos como su sonrisa iluminaban las carencias y convertían a la chica en un visión agradable. Cuando la Gran Noche comenzó Diana había reaccionado con rapidez y se había ocultado de las criaturas en el sótano, allí vivió un mes, escabulléndose al baño y a la cocina a recuperar provisiones y volviendo siempre a su lugar seguro. Cuando por fin vio que las cosas se habían calmado intentó ponerse en contacto con sus familiares y amigos, entre los cuales se encontraba Julián. A pesar de sus contactos Diana había preferido no abandonar su refugio, así que cuando la necesitaban tenían que ir directamente a ella, la joven casi nunca arriesgaba su vida por nadie más que por ella misma.

-Eso parece, vamos a tener que apresurarnos.-

-¿Sabes algo de Clara?-

-Ninguna en semanas, espero que se encuentre bien, si para el martes no he sabido nada de ella creo que iré a buscarla.-

-No te va a resultar fácil de encontrar. Eres astuto y veloz, pero no adivino.-

-No puedo dejarla sola. Ya lo hice una vez, no voy a cometer el mismo error de nuevo.-

-Espero que sepas lo que haces.-

El aire se volvía cada vez más helado mientras la neblina engullía todo a su paso, ya ni el pino viejo que segundos atrás estaba a un par de metros se podía distinguir con claridad.

-Vayamos al grano.- Replicó Julián. Sentía las manos tensas, en parte por el frío, en parte por el miedo.

-En los yates, allí encontrarás comida. Es el tercero a la derecha, su nombre es "La picaza" no te perderás. Averigüé lo que me pediste, estarán dispuestos a negociar con ella a cambio de medicamentos, insulina para ser más precisos. Intenté conseguirla por mi cuenta, pero aquellos que tienen normalmente es para consumo propio. Vas a tener que aventurarte a alguna farmacia.-

Criaturas de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora