El sonido de las pisadas al correr hacía eco en el vacío que quedaba entre las ruinas del cementerio. Los gruñidos guturales de los necrófagos en la noche se reunían en un coro de voces que llenaban el aire putrefacto con una tenebrosa melodía de fondo.
Amalia dobló a la derecha entre una lápida manchada con tierra que juraba "Greg Madisson. Amado esposo y padre" y un árbol ya viejo que empezaba a perder las hojas, en dirección a las verjas que delimitaban la salida. El suelo era difícil, le recordaba a como quedaba la tierra en el campo después de un arado, y a decir verdad lo que sucedía allí no se diferenciaba en mucho de estos recuerdos, el incesante escarbar de los necrófagos en busca de comida habían convertido lo que una vez fue un maravilloso césped en un peligroso terreno baldío, aparte de las irregularidades naturales, los pozos y las zanjas, habían rocas sueltas anudadas entre ellas con un errático sistema de raíces que parecían haber confabulado con el entorno para crear un azaroso y complejo laberinto.
En el corazón de Amalia se encendió una luz discreta, cálida, casi mágica que ahuyentó las sombras de la duda y le permitió creer en la esperanza al ver la tranquilizadora imagen de las verjas aún abiertas, albergando en ellas una promesa de libertad.
El blanquecino brillo de la luna resaltaba los perfiles más tenebrosos del que una vez fue un lugar de descanso digno, reservado para aquellas personas que acababan de partir lejos de este mundo, ante tan rudimentario resplandor las lápidas cobraban vida y los ojos blanquecinos de los necrófagos que segundos atrás parecían haberse extinguido por completo cobraban proporciones siniestras en sus sádicos rostros.
Amalia empujó la verja con el hombro y quedó en plena calle, libre del encierro y la esquizofrenia pero nuevamente al descubierto en un mundo que no la desea. Sus jadeos la amedrentaban y el palpitar de su corazón iba a un ritmo tan frenético que no solo taladraba su tórax sino que también su cabeza, de haberse detenido a escucharlo le hubiera encontrado un cierto parecido con el sonido que creaban en antaño los famosos tambores de guerra.
El repentino zarpazo de un necrófago la alcanzó en el brazo derecho, desgarrando su campera y lacerando la carne con ligera profundidad. Amalia inteligente buscando no hacer ruido alguno atragantó su grito de dolor con tanta fuerza que estuvo a punto de vomitar, sabía que al descubierto sin la magia del eco ocultando su presencia era una presa fácil para sus perseguidores.
Amalia corrió sin descanso durante lo que parecieron horas antes de parar en seco al escuchar un sonido muy parecido al que hace una sandía de feria cuando se le da con un martillo. Un golpe seco en el suelo delató el cadáver del necrófago con la cabeza partida en dos y los ojos muertos bien abiertos, la sangre manaba en el suelo de un color bordó oscuro y empezó a formar un charco que manchó los pies del hombre que caminaba en su dirección.
Un torbellino de emociones se apoderó de ella, su primer impulso fue alejarse de ambos frentes, correr lejos de los necrófagos y también de la figura misteriosa, su segundo impulso fue más macabro, lanzarse sobre el hombre y esperar que con suerte sus perseguidores se entretuvieron con él mientras ella escapaba, su tercer impulso no llegó a ver la luz porque todo sucedió tan rápido que lo siguiente que reconoció fue que estaba siendo jalada del brazo por esta figura misteriosa en una dirección extraña entre las sombras.
Gritar se veía como una opción ante la alternativa de caer en manos de un desconocido posiblemente desesperado, pero nuevamente la voz se perdió entre la tráquea y el paladar en lo que fue un momentáneo estado de shock.
"¡Esos ojos! Son los mismos ojos."
-No tengas miedo, nos dirigimos a un lugar seguro.-
Su voz le sonó extremadamente familiar, así como sus ojos, estaba segura de haberlos visto antes.
-Esto los distraerá.- Dijo segundos antes de lanzar una botella de vidrio que impactó varios metros a sus espaldas. –Cargamos botellas de vidrio con carne en descomposición, si el sonido no los atrae el aroma lo hace, con ello sacamos un par de segundos de ventaja que en tiempos actuales puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.-
Pasaron entre medio de unos árboles que olían a quemado y cuyas ramas caían hacia sus costados como brazos deformes e inertes y doblaron a la derecha de un auto al que le faltaban los parabrisas, avanzaron aproximadamente dos cuadras y se detuvieron frente a una casa que tenía madera por ventanas y cuya puerta rezaba "El infierno es ahora" en una pegatina roja con bordes amarillos. El hombre dio un salto y bajó una escalera metálica que daba directo al techo de un antiguo garaje.
Se encontraban en un barrio de mala muerte, no muy lejos del cementerio a decir verdad, en esa misma zona habían vivido tiempo atrás la clase baja y marginal del departamento. Poco antes del día D ese lugar fue tomado por licitación para realizarle mejoras en busca de fomentar de alguna manera un mejor estilo de vida, pero el dinero invertido en maquinarias desapareció antes de llevar a cabo las obras preliminares y el lugar que estaba lejos de ser una vista agradable quedó hecho un desastre aún peor, zanjones de tierra tapaban el frente de las pocas casas que quedaron en pie, dando una molesta ilusión de trincheras mal aprovisionadas, las columnas que albergaban la iluminación pública fueron removidas así como también fue removido el asfalto en busca de realizar una remodelación completa empezando desde cero, solo la desesperación y el miedo la habitaban ahora, o eso creía.
-Sube que yo te sigo.- Dijo el hombre con un tono de voz que cada vez le sonaba más familiar.
En ese momento Amalia cayó en cuenta de que lo que en primera instancia le había parecido un hombre entrado en años, recio y decidido, solo se trataba de un joven no mucho mayor que ella con una complexión media y una sonrisa algo nerviosa que parecía forzada. También notó que el chico llevaba una mochila bastante grande consigo y estaba armado con lo que parecía ser un garrote metálico que albergaba ciertas protuberancias en la punta.
-¿No me reconoces verdad?- Preguntó el joven mientras subía la escalera nuevamente a su lugar.
-Te recuerdo, pero vagamente.-
-La historia de mi vida.-
-¿Qué es este lugar, vives aquí? ¿Por qué me salvaste? ¿Cómo me encontraste? Digo. ¿Estabas buscándome o fue solo casualidad?-
Eran muchas las preguntas que rondaban en su cabeza pero esas fueron las más frescas y las que salieron más claras entre todo el balbuceo que inconscientemente estaba causando.
-Todo a su tiempo, pasemos a un lugar más seguro antes de continuar, yo también tengo unas preguntas que hacerte.-
Bajaron del techo por una pequeña trampilla hacia el interior del garaje. Visto desde la altura, la luna lucía esplendorosa en el cielo custodiada por un millón de estrellas, el aire fresco soplaba tranquilo y el sonido de los necrófagos en actividad se fue apagando hasta quedar completamente en silencio.
"La calma que anticipa la tormenta"
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Criaturas de la noche
HororTodo sucedió de manera repentina. Todas las luces se apagaron, los motores dejaron de funcionar y el aire se volvió frío poco a poco. Todas las puertas se abrieron y las criaturas de la noche entraron buscando comida. Al principio, hubo gritos y con...