Capítulo III

51 2 1
                                    

Desciendo a gran velocidad, estoy empezando a marearme. A medida que voy bajando se me hace mucho más complicado respirar, es como si mis pulmones estuvieran disminuyendo y no cupiera más aire en ellos. Me siento encerrando y me estoy agobiando, intento levantarme pero es imposible y vuelvo a caer de nuevo a la silla. "Deberías tranquilizarte, respira profundamente todo ira mejor." Eso a vuelto a sonar en mi cabeza.

-¿Quién ha hablado?- Grito y me voz rebota en las paredes del conducto de cristal. "Calla o nos descubrirán, inútil." Decido aceptar las ordenes del desconocido, no debe tener más de doce años. Su voz es demasiado dulce para ser de un adulto. Me obligo a inspirar todo el aire posible y lo espiro lentamente. Para cuando he terminado de repetir la acción el extravagante ascensor se ha detenido. Vacilando me levanto, mis piernas tiemblan así que me tomo un pequeño descanso para calmarme un poco. Aprovecho para echar un vistazo al sitio donde me encuentro. La sala no debe tener más de 5 metros de ancho. No hay nada más que una puerta situada en la pared de enfrente mio.

-Supongo que ahora queréis que la abra la puerta- digo señalando la puerta. Pero no obtengo respuesta- Me tomaré vuestro silencio como un sí.

Me dirijo con toda la seguridad que consigo reunir hacia la metálica salida. Otra vez se abre con solo acercar mi mano al pomo.

-Una pequeña cuestión: ¿para que sirven el pomo si la puerta se abren con solo mirarla?- Y de nuevo, nadie me respondo. Supongo que tendrán a más gente que acosar. Al salir de la habilitación me encuentro en un ancho pasillo. Justo cuando estoy a punto de proseguir mi camino el niño misterioso me grita "¡Corre idiota!". Y cómo el hecho de que haya un niño en mi cabeza que me habla me da bastante respeto decido hacerle caso, por si acaso. Así que acelero el paso y a medida que avanzo las paredes empiezan a estrecharse. "Date prisa o morirás aplastado." la voz me habla con toda la calma del mundo como si no hubieran dos paredes acercándose a una velocidad vertiginosa. Me quedan pocos metros para llegar al final del corredor, mi ombro izquierdo roza con el blanco yeso. Acelero en un último impulso y consigo pasar con todos mis huesos enteros.

-¿Se puede saber quién penso que esto era una buena idea? ¡Decidle al tarado ese que como lo encuentre haré que no se le vuelva a olvidar mi cara!

Después de gritarle al techo dejo caer todo mi peso quedando de rodillas. "Haz el favor de dejar de gritar, créeme no quieres que piensen que estas más loco de lo normal." Ignoro sus palabras y me concentro en que mi respiración normalice el ritmo. Y por primera vez des de que he llegado a aquí soy consciente de la situación. Hará cosa de unos meses yo estaba estudiando, salía de fiesta con mis amigos, y en ocasiones me limitaba a perder el tiempo como cualquier otra persona, ¿Y ahora? Ahora, no sólo he perdido mi libertad sino que prácticamente me han arrebatado mi vida. En mi cabeza apenas quedan imágenes de lo que eran recuerdos. Las tardes de verano después de clase en la playa, maratones de películas, pasar las horas de historia dibujando sin parar, fiestas incontrolables... Y a ella, sobretodo la recuerdo a ella.

-¿No se va a quedar el resto del día aquí sentado verdad?

ObservedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora