Capítulo I

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Cristales rotos esparcidos por el suelo. Eso es lo último que recuerdo, después todo se vuelve negro y confuso.

Llevo semanas intentando recordar, pero hasta ahora no he encontrado la forma de volver atrás en el tiempo.

Me incorporo quedando sentado en la blanca cama de hospital. Abro los ojos lentamente sintiendo un pinchazo en la cabeza. Doy una vuelta con la mirada analizando la que ha sido mi habitación estos días, aunque más que una habitación se ha convertido en mi cárcel particular pues hasta ahora no he salido de aquí. Las cuatro paredes que me envuelven parecen recién pintadas, es la única explicación que le encuentro a este impoluto blanco, a mi lado se encuentra una pequeña mesita de noche con un par de cajones vacíos y al otro lado de la cama, una silla de plástico duro que carece de comodidad, ambos del mismo color de las paredes.

Tengo constantemente la sensación de ser observado, así que me limito a dormir, a comer lo que me pasan por una pequeña rendija y a andar en círculos por los 10 metros cuadrados en los que habito.

He probado de escapar, créeme, pero la única salida que hay es una puerta metálica que hasta ahora nunca ha estado abierta.

Un estridente pitido hace que me sobresalte, al mismo tiempo mi cabeza vuelve a recibir un fuerte calambrazo mucho más intenso que el anterior. Tengo la sensación de que últimamente el dolor va en augmento y empieza a preocuparme.

Y cómo cada día, después del molesto sonido, una bandeja se desliza por la rendija. Me levanto de la cama, me acerco hacia ella y observo la comida de hoy: un huevo duro, dos patatas hervidas (demasiado incluso para mi gusto) y cuatro hojas de lechuga que probablemente tendrán más sabor a agua que a cualquiera otra cosa. Y evidentemente no podía faltar ese insípido trozo de pan con el que se podría romper esa estúpida silla de plástico.

Mi teoría para la escasedad de comida es que suponen que debido a mi poca actividad física no necesito muchos nutrientes.

Y sean quiénes sean los que están ahí afuera, están en lo cierto. Últimamente he perdido el apetito, así que me limito a comerme una de las dichosas patatas y la yema del huevo. Después dejo la bandeja apoyada de nuevo en la rejilla.

Hace unas noches descubrí que si la dejaba allí alguien se la llevaba. No se cuando ni quién. Sólo se que cuando me despertaba la rejilla volvía a estar vacía.

La verdad es que agradecí el descubrimiento ya que se me estaban acumulando y la habitación empezaba a oler fuerte. A decir verdad el huevo podrido no es un buen ambientador.
Decido echarme a dormir, no se que hora es ni siquiera se si es de día o de noche. Supongo que en su momento nadie se molesto a colocar una triste ventana.
O quizás simplemente no les interesa que yo sea consciente del paso del tiempo. Pero en parte lo soy, no con exactitud ya que soy incapaz de diferenciar las 7 de la mañana de las 11 de la noche pero si que se que llevo bastante tiempo aquí encerrado, y también se que cómo no me liberen pronto terminaré loco de remate.
Así que duermo cuando tengo sueño sueño, sin horario alguno.

Me despierto a causa de un extraño ruido. Cómo el de una puerta desbloqueándose. Espera, ¿una puerta desbloqueándose? Me levanto de la cama de un salto ignorando el fuerte dolor de la cabeza que me persigue cada vez que hago un movimiento brusco. Mis ojos no se creen lo que ven. La puerta esta entreabierta. Me pellizco el brazo izquierdo para asegurarme de que no se trata de un sueño.
Pero es totalmente real, esta abierta. Me quedo paralizado. ¿por qué estoy tan asustado? Si desde el día en que desperté aquí no he hecho más que soñar en escaparme. Pero ahora que tengo la oportunidad sólo quiero esconderme debajo de las mantas y esperar a que se cierre de vuelta. "Cagado". Doy un grito ahogado, ese no he sido yo. Pero la voz ha sonado dentro de mí. Cómo si fuera mi mente la que hablará. Pero se que no ha sido así. No le doy más importancia pensado que tan sólo habrán sido imaginaciones mías.
Paso a paso me dirijo hacia la puerta, muy lentamente. Vacilando sujeto el pomo y susurrando para mis adentros me digo:

-Puedes hacerlo.

Tiro de ella hacia mí hasta que queda completamente abierta. En cuanto doy un pequeño paso una voz de mujer retumba por toda la estancia.

-Bienvenido señor Evans.



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