Un día más y llegaría la primavera.
Maite camino con la mirada baja, no recordaba cuando había empezado a serlo solo se volvió un hábito difícil de ignorar. Se dedicó a contemplar las uñas de sus pies a cada paso, no le vendría mal pintarlos de un rosa suave o de un rojo como Isa lo hace... ¡Qué horror! Definitivamente no. Ella odiaba los colores fuertes, su vestuario consistía la mayoría del tiempo en colores claros y su maquillaje, bueno era inexistente.
Isa levanto la mano en cuanto la vio levantar entrar a la cafetería.
—Por fin llegas —le reprocho su mejor amiga mientras se abrazaban. Maite sonrió a modo de respuesta—. El lugar está muy lleno, tuve suerte de encontrar una mesa vacía.
Maite repaso el lugar con la mirada, si, estaba lleno. Se sentaron y ordenaron sus batidos mientras que trataban de ponerse al día y hubieran podido de no ser por los chicos que se encontraban a dos mesas de distancia. Reían y gritaban sin tener consideración por los demás clientes.
Maite no era de las chicas que se fijaban en chicos ni siquiera tenía un tipo, pero si de algo estaba seguraera de que el hombre con el que se casaría sería igual a ella. Le gustaría la música clásica, salir a caminar en silencio solo disfrutando de su mutua compañía, la tomaría de las manos cuando estuviera triste sin mediar palabras, en pocas palabras sería una persona tranquilada dispuesta a brindar su apoyo en todo. Entonces lo vio, con su gorra girada al revés al estilo rapero, con ese mechón de pelo rebelde que caía en su frente. No era un chico en el que ella se fijaría. Estaba con los chicos ruidosos cuando ella volteo a verlo sus miradas se encontraron, se miraron entre si ninguno dispuesto a ceder al final Maite no pudo soportar y volvió a mirar a su amiga. Isa era ajena a todo, hablaba acerca de su semana en casa de sus abuelos, a quien había conocido, pero escucharla se volvió difícil tenía la imperiosa necesidad de girar y verificar si el desconocido seguía mirándola.
Incapaz de aguantar más se giró justo como pensó él seguía viéndola a la vez que sonreía sin sentirse intimidado por haber sido descubierto. Maite se sonrojo cuando él le guiño un ojo y se volvió tan rápido que termino por voltear su bebida, lo escucho reír.
—¿Estas bien? —Le pregunto preocupada su amiga ayudándola a limpiarse— estas roja.
—Y-yo s-s-si —trato de sonreír para verificar sus palabras— mejor nos vamos, ¿sí? Quiero un helado.
Isa confundida por la actitud de su amiga accedió, le dijo que la esperara a fuera mientras ella pagaba.
Maite se apoyó contra la pared tratando de recuperarse de su momento de torpeza, aquel chico la había puesto verdaderamente nerviosa y para el colmo su camisa favorita quedo arruinada.
—¿Te has preguntado porque la realidad es mejor que la fantasía? —Dijo una voz a su lado— en los libros todo es perfecto, puedes tener lo que quieras mientras que en la realidad tienes que trabajar duro para conseguirlo.
Era el mismo chico de antes. —Y-yo no leo.
—Ah, es una pena, mi hermana lo hace —se quedaron uno al lado de otro sin decir nada por unos segundos. Maite comenzaba a inquietarse con la presencia del extraño y fue más cuando lo sintió tomar su mano.
—¿Qué haces? —pego un chillido.
—¿No querías un helado? —Le pregunto confundido— vamos a por uno.
La insto a caminar sin soltarla. Ella no dejaba de mirar atrás esperando que Isa saliera y la ayudara al cabo de varios minutos comprendió que no iba a suceder. Llegaron entre tropezones —todos por parte de Maite— hasta un carrito de helado. El hombre les sonrió amablemente guardando dentro de si su admiración por la feliz pareja. Se veían realmente lindos a su vista, si aun estuviera su querida Berta de seguro diría que les recordaba a ellos de jóvenes, cuando él la cortejaba y ella le sonreía tímidamente. Como ansiaba tener una oportunidad más para poder tomar su mano entre las suyas y escuchar su delicada risa, caminar de con las manos juntas justo como ellos.
—¿De qué sabor quieren sus helados?
—Vainilla... no, mejor crema americana —el joven miro a su acompañante sin esconder su entusiasmo.
—Esto es secuestro —dijo ella tímidamente.
—¿Ah? ¿Secuestrar un helado? Eso nunca lo había oído.
Maite quiso corregirlo pero ante la mirada divertida del desconocido y la sonrisa de nostalgia del hombre no pudo hacerlo.
—Supongo que chocolate. A todas las chicas les gusta el chocolate, yo odio el chocolate —lanzo una carcajada divertida—. ¿Escuchaste? Dije muchas veces chocolate.
El hombre rio acompañándolo. —Hacen una pareja hermosa.
La cara de Maite se torno de un color rojo mientras que la sonrisa de su acompañante de agrando, paso un brazo por sus hombros diciendo. —¿Verdad? Soy afortunado de tenerla a mi lado.
Con sus helados en mano él volvió a tomar su mano libre para así continuar con su paseo
—No me gusta el chocolate —la voz de Maite fue apenas un susurro que él no supo entender.
—¿Cómo?
—Dije que no me gusta el chocolate
—A todas las chicas les gusta el chocolate —dijo más que nada para sí mismo—. Bien, ten el mío.
Probo un poco del helado de chocolate para luego hacer una mueca de asco. —Agh, odio el chocolate.
Ante eso Maite solo pudo reír.
—Tienes una bonita risa, deberías reír más a menudo. El mundo necesita de más risas.
Caminaron por largo rato solo hablando, bueno al menos él lo hacía, Maite solo lo escuchaba. Le hablo de música, de los lugares que no podía dejar de conocer, pero en ningún momento de él, de su familia, de su vida o siquiera de su nombre.
—Ya me tengo que ir a casa —dijo con timidez. Ya comenzaba a anochecer y le preocupaba que Isa no la haya llamada aun.
Él abrió los ojos sin darse cuenta de que el tiempo había pasado volando. —Ya es tarde —dijo para si— lo lamento no me di cuenta. Anda, te acompaño.
—No es necesario.
La ignoro continuando su camino. Ella lo escucho contarle cosas sin detenerse, tenía una vida muy animada, no lo admitiría en voz alta pero ese día se convirtió en su favoritos entre muchos otros.
Cuando llegaron se detuvo. —¿Mañana en la noche? Tú y yo. Sin excusas.
—Ni siquiera te conozco.
—¿No me conoces? Pasamos toda la tarde juntos, te conté muchas cosas de mí y dices no conocerme —se veía claramente indignado— mañana es primavera. Vendré por ti a las tres, no podemos desperdiciar un hermoso día.
—No iré contigo a ningún lado
—Está bien, a las cuatro. Estate lista —diciendo eso se alejó.
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Quédate conmigo en Primavera
KurzgeschichtenLe dio un beso en la frente demorándose más de lo necesario. -Lo siento -susurro. Y luego se alejo.