Solo un instante basta

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Los momentos más inolvidables no son los especiales como una cena romántica a la luz de la luna, cien ramos de rosas, por el contrario son los recuerdos banales que se vuelven imposibles de olvidar. Pasaran los años y te acordaras con más cariño de la vez que te compro un helado, cuando grito tu nombre, cuando dijo su nombre...

No tienes que preocuparte por recordar, ellos vendrán solos.


Marcos caminaba de espaldas para así poder mirarla, había descubierto que aquella sonrisa ladeada no desaparecía ante nada. Era su marca personal, y le gustaba. Aunque que él la mirase todo el tiempo... eso si le incomodaba y en cierta forma la hacía sentir especial. Maite no pudo soportar más y se subió a un barandal para caminar por este y que toda su atención se concentre en no caerse.

—Será más fácil si me das tu mano —extendió la mano esperando a que ella la tomara o quizás solo soñando con que lo hiciera— caminar siempre es más fácil si tienes a tu lado a alguien.

—¿No es agradable? Tener a alguien para que te acompañe mientras caminas —parecía hablar más para sí mismo que para ella—, se siente bien.

—¿Nunca dejas de hablar? —le pregunto con timidez. Se aferro a su mano como si fuera un salvavidas más que para no caer era porque le gustaba la sensación de ellas dos juntas, la manera en que encajaban a la perfección.

—Creo que es mejor decir todo lo que pensamos antes de que las palabras mueran en nuestras bocas.

Caminaron robándose miradas sin despejar ni una vez sus manos, disfrutando de su compañía. Por primera vez Maite se sintió en las nubes, ella quien siempre tenía los pies bien puestos en la tierra. Quizás esa fue la razón por la que perdió la concentración y termino por resbalar, Maite cerró los ojos esperando sentir el dolor de la caída. Pero solo se sintió segura envuelta en unos brazos y con unos ojos café mirándola atentamente.

Avergonzada se alejo tratando de ocultar su sonrojo, fue una suerte que él no dijo nada aunque su sonrisa lo delataba. Camino por delante de ella dándole su espacio y tiempo para que se recuperara. Maite vio cada paso que daba cada vez más lejos hasta que se dio cuenta de algo muy importante.

—¡Todavía no sé tu nombre!

Él se detuvo y girándose por completo la miro, el sol le daba justo en el rostro, pero aun así pudo distinguir su sonrisa.

—Marcos —y más tarde añadió. —No lo olvides.

Ese fue su instante. Para ella y para él.


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