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Aquella noche la sentí eterna, tan sólo no podía ni tan siquiera pegar los ojos. Cosa poco normal para mí; necesitaba ayudar a Alonso, pero sólo me faltaba un pequeñísimo y estúpido detalle que no había tomado en cuenta: su tipo de sangre.

Miraba al techo por milésima vez, después de haberme girado entre las cobijas varias de veces. Pero nada más yo no cedía al sueño, Alonso aún rondaba por mis pensamientos.

Cuando por fin me di por vencido, me levanté y encendí mi computador para ver las listas de espera de transplantes de corazón. Y si, Alonso se encontraba en ella; en el lugar 328, pero en ella.

Sentí un hueco vacío en mi estómago. Era más el dolor que nada, si el próximo transplante está para dentro de dos meses... cuando llegue el turno de Alonso quizá sea demasiado tarde. Me mordí el labio reprimiendo el llanto y caminé a mi habitación para cambiarme. Una vez listo, salí de mi casa y me monté en mi auto para ir rumbo al hospital, debía preguntarle eso a Alonso, y si las circunstancias me lo permitían hablar con uno de sus médicos.

Al llegar me encontré todo vacío, al igual que las calles. Todavía estaba alguien despierto en la cabina de seguridad. Bueno, al menos parecía despierto al momento de asomarme, aquel regordete hombre roncaba sonoramente. Abrí lentamente la puerta de la cabina y me adentré en ésta buscando las mágicas llaves de entrada. Y después las vi, colgadas en su cinturón; bufé cabreado, me sentía casi dentro en una de esas series raras que Bryan veía en Netflix, cuando tomé la llave este se removió un poco logrando exaltarme. Qué digo exaltarme, ¡casi muero de un infarto! Uh, mal término por ahora.

Salí lentamente de la cabina, no sin antes apagar las cámaras. Cerciorándose de que mi plan fuese exitoso. Caminé hacia el hospital y abrí la puerta principal, entré en este y caminé al cubículo donde Freddy trabaja, encontrándomelo vacío. Miré sus registros encontrando la habitación que deseaba: sexto piso, habitación 12. Villalpando, Alonso. Le tomé foto a la página para recordar después y subí las escaleras hasta el sexto piso, todo estaba encendido. Los enfermeros dormían plácidamente en unas habitaciones pequeñas. Tenía suerte de haber entrado un día donde todos dormían.

Me paseé por ese piso mirando a cada persona en las habitaciones, dormían, casi se podían percibir los sueños. Cuando por fin encontré la habitación, me detuve. Se podía distinguir su silueta desde fuera, dormía. Se veía tan tierno en ese estado.

Giré la perilla de la puerta y entré, eran las ventajas de estar en un hospital. Jamás cerrarían las puertas de un paciente, jamás, por seguridad. Todo estaba oscuro y Alonso seguía ahí postrado. Me di el lujo de mirarlo por un rato, podía decirse que comenzaba a obsesionarme con ese lindo chico.

—Psst, Alonso —susurré tratando de despertarlo—. Alonso, cariño, despierta.

Alonso no se movió, sólo frunció el ceño quejándose. No sabia qué hacer en ese instante: seguir hablándole o chillar como puberta ante su tierna imagen.

—Alonsin, despierta —esta vez apuesto a que me escuchó—. Si no lo haces bello durmiente, tendré que hacerlo yo con un beso de amor —le advertí.

Alonso se dio la vuelta y se acurrucó más.

—¡Alonso!

—Uhm, ¿qué quieres? —se quejó esta vez medio dormido.

—Nada Alon, ya nada. Me expuse para verte de noche y tú me preguntas que qué quiero, eso, no es lindo.

Alonso rió un poco antes de reconocer mi voz, dio un saltito en su cama y después se giró de golpe.

—¿Jos? —susurró mirándome, como descifrando si seguía dormido o no—. ¿Qué haces aquí?

—Bueno, te contaré. Después de nuestra linda cita de ayer, llegué a mi casa y por una razón que tengo frente a mí, no pude dormir, así que decidí venir a hacerte compañía.

—¿Te dejaron pasar? —susurró incrédulo—. De seguro le agradaste al tipo de seguridad.

—¿Hablas del gordo durmiente al que le tomé prestadas las llaves? Porque si es así, deberá acostumbrarse a mis vistas nocturnas, al igual que tú.

Alonso rió.

—No me será complicado, es más. Es agradable tenerte conmigo.

Mi corazón latió con fuerza, creí que se saldría de mi pecho. No pude evitar sonreír tontamente, me mordí el labio tratando de ocultar mi sentir.

—¿Ah sí? Pues entonces me verás aquí seguido, Alonsín.

—No me digas así Yos.

—¡Pues tú tampoco me digas así!

—Pero eres mi Yos, mi Yos Canela. Así te decía Freddy.

—¿Ah sí? Pues dile que solo tú puedes decirme así Alonsín.

Alonso se carcajeó y después me miró de nuevo.

—¿No tienes sueño? —soltó.

—No, tú me quitas el sueño —contesté sonrojándome, al igual que él minutos después.

—Oh, bueno... ¿Y qué venias a hacer? ¿Sólo compañía?

—Oh y bueno... acerca de lo de ayer. Estuve investigando y bueno, siendo realista estás muy debajo en la lista de espera del transplante, así que... yo. Bueno, te sonará estúpido lo que diré: pero yo conseguiré un donador para ti. No me importa dónde ni cómo, pero... conseguiré el corazón que necesitas.

—Oh Jos —susurró al borde del llanto. Lucía conmovido, más que eso. Se levantó de golpe de la cama y se tiró a un lado mío para abrazarme. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. Todo yo estaba pasmado—. Gracias.

—Aún no tienes nada que agradecer —expliqué—. Te juro que yo conseguiré ese corazón que necesitas. No importa que tenga que hacer, así tenga que dártelo yo, lo haré. Porque te quiero.

Alonso de pronto soltó el agarre, para después abrazarme de nueva cuenta.

—Yo también Jos, eres el mejor.

Sonreí antes de morderme el labio, sentía esas vagas ganas de llorar, no por tristeza. Sino por alegría, yo desbordaba alegría.

—Bueno Alon, debo irme antes que el Gordie-durmiente se de cuenta de que no están las llaves.

Nos levantamos y Alonso habló.

—Entonces nos vemos más tarde Jos —se acercó a mí antes de plantarme un beso en la mejilla—. Adiós.

—Adiós.

Alonso de recostó de nuevo mientras me miraba como me iba, salí sigilosamente y baje las escaleras lo más silencioso posible. No podía borrar la sonrisa de mi rostro. No podía.

Regresé al lugar del gordito durmiente y devolví las llaves, agradecí mil veces que no despertara y salí directamente hacia mi auto para ir a casa. Ahora ya tenía una misión en la vida, una verdadera misión: conseguir el corazón para Alonso.

Y no me daría por vencido hasta conseguirlo.

"Efímero" [JalonsoVillalnela]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora