Cazador

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Pasé días sin comer ni beber, pronto me deshidrataría y tendrían la oportunidad de hallarme débil y vulnerable... eso quisieran. Lo que no sabían es que soy experta en resistencia de interrogatorios. Nos entrenaron en todo campo, y el interrogatorio es el esencial para cada misión. De cualquier otra manera conseguirían demasiado pronto la información tan buscada (un maestro japonés nos entrenó a la manera samurai)

Ocuparon todo tipo de técnicas conmigo, desde la más básica hasta la más dolorosa e insoportable. No lo lograrían, después de treinta horas de tortura mi cuerpo estaba casi al borde de la ruina, pero no sentí nada, ese es el poder de la mente por sobre el cuerpo. Si uno lo maneja así de bien se puede soportar incluso el dolor más intenso. Pero lo que no se puede mitigar es el dolor del corazón, si dominan tu mente... estás muerto.

Me llevaron de vuelta a la celda, y cuando estuve segura de que estaban lo bastante lejos como para no escucharme, le di rienda suelta al dolor, y aunque no grite las lágrimas cayeron inagotables. Fue tan espantoso lo que me habían hecho, me cortaron, golpearon, electrocutaron y rompieron cada hueso que pudieron, treinta horas de terror intenso nunca antes visto. Ocuparon conmigo todo su arsenal de una sola vez. Al menos no pueden hacerme nada nuevo, ya sentí todo lo que podía sentir, mi pobre cuerpo ya estuvo sometido a todo, ¿o no?

Me dejaron otra vez sola y sin comer, la verdad es que ya no podía resistir más. Tenía hambre, frió, sed. Me sentía sola y sin ayuda y abandonada. Tal vez mis hermanos me dejaron creyendo que estoy muerta. Pero Bruce sabía que el General lo quería a él, y que me tenían solamente para agarrarlo a él.

Pero también sabía que yo preferiría morir antes que dejar que lo mataran, así lo demostré tomando su lugar al sacarlo de la pelea a la fuerza.

oOo

Ya había pasado dos semanas sin comer, estaba completamente débil, apenas me podía mantener siquiera sentada. No sé qué horas eran, porque la celda estaba entera cerrada, ni un rayo insignificante de sol traspasaba por el mural y la cárcel parecía estar sellada. Pero tal vez era tarde, porque a esas horas de la madrugada no se escuchaba ningún ruido cerca, cuando la celda se abrió, de la puerta un destello de luz me cegó.

- ¿Quién es?

- No importa

- Dime, quién eres

- No lo quieres saber, mientras te sirva lo que te traigo – era la voz de un hombre, una voz áspera de tono atrayente. Como de aquellos que acostumbran convencer a los que le... igual que in psicópata.

- Qué quieres

- Ayudarte, o algo así.

- Mátame entonces – le decía, estaba tan frágil que no podía siquiera mostrar una voz de resistencia.

- No creo que quieras morir, no me sirves muerta.

- Quién eres, qué quieres de mí – se me acercó con algo en las manos y se puso frente a mí, hincado. Yo estaba sentada contra la pared, tenía que estar enfocad no podía desmayarme, tenía que mantener al menos mi dignidad, o la farsa.

- Te traje comida y algo de beber – la luz de atrás no me permite verle el rostro, así que no sé quién es – tenerte así, sin nada, te debilitará más y morirás antes de ser útil. Les dije que te dieran algo para comer. Pero el General dio órdenes específicas acerca de ti.

- Y por qué las desobedeces

- Porque no pienso como él y no me importa que lo sepa. No le temo en lo absoluto

- Entonces somos dos.

Después de decir eso puso en mi boca la comida que tenía. Sin darme cuenta lo comí, en cuestión de segundos la comida ya no estaba en sus manos, entonces me dio el jugo que traía estaba tan dulce y fresco, y eso que era de manzana, y odio las manzanas.

- Las heridas que te hicieron en el interrogatorio, hace unas semanas ¿Cómo están?

- Aún me duelen – dije sin querer - Pero qué te importa, de seguro estás feliz de eso

- No, lo estoy. Preguntaba porque puedo hacer que te lleven a enfermería mañana por la mañana. No importa lo que me digas, lo voy hacer, así lo quieras o no. No pienso dejarte sufrir mientras no sea necesario.

- Qué práctico, mantienes a la presa a salvo hasta el día de la cacería.

- Soy un buen cazador, ninguna presa se me ha escapado.

- Aún.

Ahí termino la conversación, parecía estar bastante interesado en mi bienestar, en cierto grado, pero no creo que sea por mí. Es obvio que es por la información que guardo, de otro modo me habrían matado en cuanto supieron que Bruce era mi hermano.

Y tal como dijo a la mañana siguiente dos carceleros me fueron a buscar y me llevaron de inmediato a enfermería por "órdenes superiores", al menos sé que lo que decía era cierto.

Pensé, durante la noche, sobre la posible identidad de aquel hombre, pero no se me ocurría ninguna. ¿Sería algún guardia? ¿Algún Mayor nuevo en el recinto? Bueno, esa mañana me revisaron hasta las caries, en serio. Sea quien fuere, el hombre tenía completo control sobre la cárcel de Fernández. Me pusieron vendas y yeso en las torceduras, me trataron con tanto cuidado que cualquiera que hubiera visto hubiera creído que les importaba mi salud. Luego de esa sesión de curación, me llevaron de vuelta a mi celda, me sentí aliviada, mientras tenga algo que quieren no me harán mucho daño.

De algún modo es alentador saber que por mi sacrificio, la causa rebelde y mis hermanos, siguen vivos. Por la noche soñé, tenía gravada en mi mente la voz del que me ayudó, si se le puede llamar ayuda. Me parecía agradable y a ratos atractiva. Por eso cada día me preocupaba de oír las voces de aquellos que pasaban cerca de mi celda. Luego con cierta rapidez les miraba las caras para tratar de reconocerlos.

Pasé un mes encarcelada en ese lugar, luego los principales acordaron transferirme a una de mayor seguridad. De seguro mis hermanos sabrían de ello he irían a rescatarme. Pero no me hice muchas esperanzas, porque si Bruce llegaba a presentarse, de seguro lo matan y a mí con él.

La noche anterior a mi transferencia el hombre volvió, y otra vez no pude ver su rostro.

- Te traigo nuevas.

- Sé lo de la transferencia. – le dije aún acostada.

- ¿Lo sabías? Bueno, entonces no tengo nada que hacer aquí.

- Espera, - dije levantándome con rapidez. – quiero saber por qué me ayudaste. Y por qué venias a avisarme lo de la transferencia.

- Mereces saber lo que va a pasar contigo. – el hombre frenó en la puerta y miró sobre su hombro.

- Por qué te parece que lo merezco.

- Admiro a una mujer cuando pelea por sí misma. Y aún más cuando es tan atractiva.

- No pienses que por algo de ayuda ganarás algo conmigo. No voy a dejar que me tengas.

- Quién dice que te deseo – dijo mientras se acercaba a mi

- Tú mismo, con todo lo que haces por mí, nadie hace algo por nada.

- Es cierto, y tienes razón. Si lo hago, - se había acercado lo suficiente para que sintiese su respiración y aun así fue lo bastante inteligente como para asegurarse de que no le viera la cara – y para que lo sepas... siempre obtengo lo que quiero.

- Y yo. No juegues con fuego, si no quieres quemarte.

- De seguro alguno de nosotros terminará en llamas.

No quiero ser 'lo que sea que sea' al decir esto, pero me gustó. Me gustó tenerlo tan cerca. Lo sé, es mi enemigo, pero tenerlo así me hizo sentir algo que hace tanto había olvidado. 

si les va gustando voten xD... cualquier comentario es bienvenido xD gracias por pasar y leer.

PRISIONERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora