Caperucita verde: Vel

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La chica de pelo rojo como la terracota descansaba sobre la rama de un árbol con los ojos cerrados mientras escuchaba el cantar de las aves del bosque.

El bosque que rodeaba la ciudad había estado lleno de animales exóticos en otros tiempos, animales salidos de diferentes cuentos y por tanto de diferentes lugares del mundo. E incluso había seres fantásticos, todos amigables, que de alguna manera habían ido a parar allí, menos los dragones, la mayoría de ellos solían estar en la Reserva Natural para Dragones, por supuesto. Pero K había acabado con todo eso tiempo atrás y no quedaban animales demasiado extraños por allí, ahora todos eran animales típicos del bosque, o casi todos.

Una serpiente, increíblemente larga y azul con motas amarillas, reptó por el tronco del árbol hasta estar a la altura de la cabeza de la joven y la miró. Vel abrió sus ojos verdes y con total tranquilidad observó a la extraña serpiente. Alzó la mano y acarició al animal.

-Hoy hace buen día, ¿verdad? -dijo comenzando así una conversación-. Podríamos acercarnos al río, los ciervos están agitados últimamente.

La serpiente siseó en respuesta.

-No, no puedes comerte a nadie, Siseos.

El extraño animal, llamado Siseos, miró a otro lado y comenzó a bajar del arbol.

-Ya se ha enfadado la señora -comentó Vel mientras se colocaba bien su bandolera y su capa, que estaba rota ya que solía engarcharse en las ramas de los árboles y arbustos.

La serpiente siseó molesta.

-Señorita -se corrigió a sí misma.

La pelirroja bajó del árbol de un salto, lo cual hizo al desastroso moño con el que se sujetaba el pelo soltarse aún más y algunos mechones juguetones cayeron sobre su rostro con pecas. Se puso estos mechones tras las orejas y echó a andar, seguida de Siseos

Llegó a una cabaña de madera, de cuya chimenea salía humo. Entró, no era demasiado grande, había una mesa, un par de ventanas, una cocina antigua, dos camas y dos sillas. Una chica con una capa celeste cocinaba, Vel se quitó la capa y la bandolera, de la cual colgaba una cerbatana, y las colgó en un perchero, en otro había un carcaj con flechas y un arco.

La otra chica, de pelo negro, sirvió un par de boles con sopa que olía deliciosa y se sentó en silencio. Vel y ella no habían cruzado palabra desde que llegaron de la reunión, pues ambas sabían que eso traería problemas.

-Nada de animales en casa -dijo mirando a la serpiente, la cual, muy ofendida, salió.

-Creo que la ayudaré -dijo Vel sentándose.

-¿A la serpiente? Me parece bien.

-A Nalix, es la única oportunidad que tenemos para acabar con K.

-Solo está intentando timarnos.

Comieron en silencio unos minutos.

-No tengo nada mejor que hacer -retomó Vel la conversación.

Caperucita celeste la miró seriamente.

-Ve si quieres, pero no cuentes conmigo, lo único que trae Nalix son problemas.

-Tengo que vengarme de K.

-A mi también me gustaría hacerlo, pero es imposible. Atrea murió en el intento, no caeré yo también.

-Nada es imposible -finalizó Vel la conversación, se levantó y fregó su bol-. La sopa estaba muy rica, ¿necesitas mi ayuda hoy?

-No, gracias.

Siete caperucitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora