Caperucita azul: Akala

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N.A: en este capítulo no me voy a cortar un pelo en decir groserías, gracias por su atención <3.

-Estás muy callada desde lo de esa -dijo un hombre joven con orejas y cola de lobo mientras bebía un refresco apoyado en la verja de una ventana. Se pasó la mano por el pelo gris y algunos mechones volvieron a caer en su cara.

-¿Y qué coño quieres decir con eso? Estaré callada si me da la gana -contestó desde el otro lado de la ventana Caperucita azul.

Él se separó de la ventana y entró por la puerta, dejándola abierta, posó la lata vacía en la mesa y rodeó con los brazos la cintura de Akala.

-No me gusta verte preocupada -dijo bajando las orejas ligeramente.

Ella miró sus ojos celestes y él los suyos verdes oscuros. Solían discutir sobre cuáles eran más hermosos y habitualmente llegaban a la conclusión de que todos los ojos, fueran del color que fueran, eran bonitos. Eran las personas que los portaban quienes les daban brillo y profundidad, y a veces, esa sensación de que miras a los ojos a un ángel o, incluso, a un demonio.

-Si me miras con esa carita de niño bueno me derrito... -dijo la morena mientras se apartaba de la cara el flequillo azulado.

Él lloró como los cachorritos cuando quieren que les des de comer.

-¿Quieres una galletita?

-Prefiero un beso.

-No lo vas a conseguir con lloriqueos -finalizó intentando separarse.

Lobo, así se llamaba, la pegó a él sonriendo dejándola sin escapatoria y Akala se rió.

-Abuelita, abuelita -dijo Caperucita azul-. Qué ojos más grandes tienes.

-Son para verte mejor -contestó Lobo.

-Abuelita, abuelita. Qué orejas más grandes tienes.

-Son para oírte mejor.

-Abuelita, abuelita. Qué dientes más grandes tienes.

-Son para comerte mejor -dijo antes de besarla.

-¡Puaj! -se escuchó decir a varias voces desde la puerta.

Ambos miraron para encontrarse a tres niños, Los tres cerditos, con sus rechonchas caritas y sus orejas de cerdo que los miraban desde la puerta.

-¡Hey, largo de aquí, enanos! -gritó Akala.

-Tú tendrías que tenerle miedo -dijo el cerdito menor.

-¡Y tú tendrías que estar construyendo una puta casa con paja!

-¡Ha dicho una palabrota! -gritó el mediano mientras la señalaba.

-Fuera los tres o avisaré a vuestra madre -intervino Lobo en un tono relajado, sin soltar a Akala.

Los tres niños salieron corriendo riéndose.

-Un día les meto un tiro, me quedo tan a gusto y además me hago una barbacoa -comentó ella mirándolos.

-No todo se soluciona con una pistola.

-¿No? Ya verás dame cinco minutos y te traigo sus colitas de cerdo.

-Relájate.

Akala cruzó los brazos y se tambaleó un poco para soltarse de su agarre, su pelo corto y negro se balanceaba con el viento que entraba por la puerta.

-Suelta -exigió.

-No -dijo él con una sonrisa pícara.

-¿Qué voy a hacer contigo?

Siete caperucitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora