Epílogo

83 13 2
                                    

-Y así, las Caperucitas salvaron a toda una ciudad, damas y caballeros, un placer tenerlos como público -dijo un hombre que estaba de pie en el borde de la fuente de la plaza.

El individuo se levantó entre aplausos, las monedas caían a su sombrero sin cesar.

Una vez que la multitud se disipó, bajó y recogió el sombrero, guardó las monedas en el zurrón y se encaminó hacia un callecón.

-¿Vas a seguirme a todas las ciudades a las que vaya? -dijo a la nada colocándose su sombrero.

-Si sigues contando mi historia, sí -contestó una voz femenina.

La dueña de la voz saltó y aterrizó justo delante de él, sus ojos grises brillaban.

-Pues deja de esconderte, ¿sabes el dinero que ganaríamos si estuvieras en persona y me ayudaras a contar la historia?

-Mi historia ya está acabada, Caperucita negra tiene que desaparecer.

-Nunca digas que algo esta acabado, Xila.

-Odio ese nombre, Flautista, lo sabes.

-¿Acaso hay algo de ti que no odies? Tienes un serio problema de autoestima.

El Flautista avanzaba por el callejón seguido por Nalix.

-Cierra el pico, secuestraniños.

-Y volvemos a la broma de siempre -dijo riendo y saliendo a una calle principal, cerca de la salida de la ciudad-. Aún nos queda un largo viaje, Nalix, seguro que nos topamos con alguna aventura más y quizás por el camino puedas encontrar al amor de tu vida.

-No tengo ninguna necesidad de eso -replicó la chica con capucha con el ceño fruncido.

-Ya lo veremos.

Siete caperucitasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora