Capítulo 10: Sin aire no hay vida.

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Corro por un bosque desconocido. La única luz, gracias a la que no me tropiezo y caigo, proviene de la luna llena que ilumina todo sobre nuestras cabezas. Y digo nuestras, porque estoy huyendo de algo, no tengo ni idea de qué podría ser. Me giro un poco, lo justo para ver una espada dirigiéndose a mi cara, que no llega a golpearme.

Abro un poco los ojos que había cerrado por el miedo, y veo de nuevo a la niña que me habló en sueños. Está escondida en un hueco entre los escombros que debieron de formarse cuando la casa cayó en pedazos.

Sujeta un peluche entre sus brazos, lo aprieta muy fuerte y llora. Tras lo que parece ser una larga media hora, la niña se decide a salir.

- ¿Mamá...? ¿Papá?

Da vueltas alrededor de toda la casa y no encuentra a nadie, pero no cesa en su búsqueda. Y así otro largo rato, yo sin poder moverme, y la niña buscando a su familia.

Finalmente, la pequeña se detiene. Se escuchan unos pasos, y ella corre al lugar donde provienen. La silueta de una mujer se distingue entre la polvareda que aún queda por el derrumbamiento.

- ¡Mamá!

Cuando está a unos metros de la silueta, se oye un grito desgarrador, y luego un rayo oscuro se abre paso entre la niebla, directamente hacia la niña. Entonces, mis piernas parecen cobrar vida y corro, corro con todas mis fuerzas, necesito alcanzarla. No voy a llegar a tiempo, pienso.

Cojo a la niña y veo el rayo a tan solo unos pasos de nosotros. He perdido. Al menos la niña se salvará... Cierro los ojos, la protejo con mi cuerpo y me dejo llevar. Pero los segundos pasan y nada ocurre. Me atrevo a mirar entre las pestañas, el rayo se ha detenido a unos centímetros de mi cara. Pero no me da tiempo a descubrir el por qué, ya que un agujero negro se abre bajo mis pies, y caigo.

*****

Me despierta el pitido del despertador. El muy maldito sube el volumen y su rapidez a medida que pasa el tiempo, así que me tapo la cabeza con la almohada.

8 minutos... 8 minutos oyendo ese ruido tan ensordecedor. Me harto y echo la mano con fuerza directamente hacia él, con la intención de lanzarlo por la ventana en cuanto pudiese. Pero cuando llego no hay nada, solo... ¿cenizas?

Me levanto aún adormilado, voy al baño y me lavo la cara. Tengo una pinta horrible, mis ojeras casi caen hasta la barbilla, mi pelo parece un estropajo y mi cara está llena de legañas por haber llorado. Espera, ¿he llorado? Mi pesadilla fue horrible, pero yo nunca había llorado en sueños. Decido no mencionarlo en el desayuno, se reirían de mí y no me tomarían en serio en el entrenamiento.

Entrenamiento...mmm... ¡El entrenamiento! ¡Llego tarde!

Me visto con lo primero que pillo, unos pantalones deportivos y una camiseta de correr transpirable y ajustada negra. Me pongo las zapatillas (esta vez no tengo intención de salir con las de casa a hacer el ridículo) y corro escaleras abajo.

Ya no queda nadie, tan solo una nota en la nevera.

"Hemos salido antes para preparar todo, te esperamos en la puerta del hotel. Besos.

Mamá."

Corro hasta la despensa y cojo, adivinen qué, un par de barritas. Salgo y sorprendentemente me acuerdo de cerrar con llave.

Por la calle no hay un alma. Se respira un silencio tranquilizador, de esos que dejan tu alma en paz. Me quedaría aquí todo el día, pero son las seis menos diez de la mañana y el hotel se encuentra a un par de manzanas de donde me encuentro.

Ando a un paso tranquilo, tengo tiempo de sobra hasta llegar y estoy muy a gusto. Veo todos los escaparates cerrados, anunciando ya la ropa de la temporada de invierno. Las farolas aún están encendidas para alumbrar la poca oscuridad que aún está presente. Esta ciudad parece otra a estas horas, todo lo contrario a cuando es completamente de día y la calle se encuentra plagada de personas con prisas y estrés. Dos ciudades opuestas en una sola.

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⏰ Última actualización: May 06, 2020 ⏰

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