Tranquilidad y armonía eran dos palabras que con dificultad llegarían a cobrar sentido en esa casa. Más probable era que alguno de ellos llegara a ser presidente o super estrella.
Tenían una especie de magnetismo para el caos y la agitación constante. En realidad era algo demasiado arraigado a su naturaleza.
Esa mañana su madre se levantó como de costumbre para despertarlos, tal como lo había hecho desde la primaria y hasta hace un par de días. Podía ser una rutina bastante cansadora, sin embargo, la repetía sin cuestionarse una y otra vez.
En el momento que deslizó la puerta de la habitación que compartían sus seis hijos, no pudo evitar sorprenderse al ver a dos de sus revoltosos ya levantados.
一Buenos... días 一pronunció incrédula y de manera casi automática. Ambos hermanos conscientes dirigieron sus ojos a quién les había hablado con aquel tono enrarecido.
一 Buenos días, mamá 一 respondió cortes y amable el tercer hijo con una ligera sonrisa.
一 Buenos días, madre 一 dijo a continuación el segundo hijo, sonriendo ampliamente.
La mujer aún algo atónita, entró a la habitación, sin cerrar la puerta, y consultó con disimulo a sus hijos si algo había pasado para que ocurriera semejante milagro.
Algo incómodo y ofendido, Choromatsu le explicó que si quería madurar, siquiera un poco, debía modificar sus hábitos y tomar medidas pertinentes. Aunque si tenía que ser honesto, lo único que quería era seguir durmiendo.
Karamatsu, por su parte, le contó que había tenido una especie de revelación en un sueño, una corazonada le habría indicado que el levantarse en ese momento sería crucial y favorable para aquel día. Su hermano y su madre lo miraron como si hubiese empleado algún tipo de dialecto desconocido para el ser humano.
Las diferencias entre los hermanos eran casi mínimas, incluso a esas alturas a su madre le costaba un poco reconocerlos. Pero en el último año de secundaria habían comenzado a adquirir, muy levemente, algunos rasgos distintivos. Poco antes, habían acordado, por sugerencia de Osomatsu, vestirse con colores únicos para cada uno, sin embargo, no había sido hasta hace unos meses que el intercambiarse la ropa para confundir a los demás dejó de ser divertido. A pesar de su funcionamiento como grupo, poco a poco la sociedad los empujaba a ser individuos.
一 Karamatsu... ¿estás consumiendo sustancias ilícitas?
一 ¡Claro que no! 一 sé defendió alterado. ¿Cómo podían llegar a pensar así de él? Ni siquiera había probado un cigarrillo aún. No, ese "aún" estaba mal. No debía hacerlo.
一 ¿Por qué hacen tanto ruido? 一 intervino Osomatsu, oportunamente 一. ¿No ven que algunos queremos descansar? 一 se removió un poco entre las cobijas y volvió a centrarse en su segunda actividad favorita, dormir. O bien podía ser la tercera, era difícil establecer un ranking de cosas que le parecían gratas.
Osomatsu, el mayor, solía auto-denominarse como el tipo de persona que "nació cansado porque su madre había trabajado demasiado". Otras veces decía que "al ser el primero en nacer había tenido que aguantar el peso de todos los demás encima, ¡tenían que estar agradecidos!".
一 De ninguna manera, holgazan. Levántate de una vez.
Choromatsu no se lo permitiría. Si bien, había sido su cómplice para todo desde que tenía memoria, también tenía el criterio suficiente para estipular que el "sufrimiento" debía ser repartido en partes iguales. Si él debía levantarse temprano y comenzar con aquella extenuante nueva rutina, entonces, por ley de equivalencia, su sobrevalorado hermano mayor lo padecería también.
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Pandemia
RandomPensar en tu cosanguíneo de una manera romántica, de por sí, es un tabú. "Amar a alguien y no poder decirlo..." Ambos vivían bajo esa consigna. Sus corazones eran eclipsados por el mismo mal: un amor prohibido. __________________________ Los perso...