Aquí estamos

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–Eliza– (cambio de narrador)

  La luz del sol atraviesa mi ventana y me roza las mejillas. Aún siento dolor por el golpe del ladrón del libro. Como siempre a la hora de levantarme tomo mi collar y me lo pongo. Enciendo la radio, están transmitiendo los anuncios matutinos...
  Siete de la mañana, voy tarde para el colegio.
  El Comandante Vinn me escolta hasta la entrada del Palacio Cardinal en donde me espera un automóvil que me llevará al colegio, aunque me niegue, es el protocolo. La gente reunida para la ceremonia de esta mañana me observa mientras subo al auto que acelera a toda velocidad. Conduce un gendarme del Palacio.

  –¿Qué ha sucedido en el palacio exactamente? –pregunta él.

  –Robaron algo de los Archivos, un libro –me limito a contestar.

  –No cualquier libro, fue el Libro del Obelisco.

  –¿Y qué es eso? –pregunto.

  –Nuestra historia, todo lo que... se nos ha ocultado –responde él rápidamente–. Corres de verdad peligro, no solo tú, sino tu familia y el Obelisco.

  ¿De qué demonios habla este sujeto? Ahora veo su rostro por el espejo, tiene ojos negros, muy negros, jamás lo había visto. Lleva una insignia diferente a la que llevan los gendarmes, que es una letra G dorada, en vez de eso, lleva una insignia con la imagen del obelisco, un obelisco no del color de la piedra caliza, sino blanco.

  –¿Quién es usted? –pregunto al tiempo que observo el edificio del Colegio a una cuadra.

  –Soy el Sargento O'Connor, regimiento dos de la Gendarmería.

  –No, no lo es –digo–. No lleva la insignia.

  Todo permanece por un instante en silencio. El auto se detiene frente al colegio.

  –El hombre teme a lo que no conoce –dice el conductor.

  –¿Qué? –pregunto–. Será la última vez que se lo diga –pierdo mi tono gentil–, ¿Quién es usted?

  El hombre me entrega un sobre sellado con cera.

  –Ha sido un placer traerla, señorita Malor –el conductor quita el seguro de la puerta.

  Tomo el sobre y mi mochila, bajo del auto lentamente sin formular más palabras. El auto se va. Abro el sobre, en él está grabada la insignia del chofer, un obelisco blanco, además en letras rojas dice: "ESTAMOS AQUÍ PARA PROTEGERTE".

  Dejo caer el sobre, casi no hay gente en la calle, todos deben estar en la ceremonia del obelisco. Entro al colegio, no comprendo que sucedió hace un momento, ¿Era una señal? ¿Una respuesta? Me acomodo el botón de la camisa blanca que llevo puesta. Mis compañeros están en la clase de química, corro las escaleras hasta llegar al quinto piso, tomo mi bata de laboratorio y entro buscando con la mirada a Alejandra y Manú.

  –¡Aquí estamos! –exclama Alejandra con una sonrisa burlona al ver que he tenido que subir por las escaleras, pero luego esa mirada desaparece al notar que me hallo pálida.

  –¡Aquí estamos! –exclama Alejandra con una sonrisa burlona al ver que he tenido que subir por las escaleras, pero luego esa mirada desaparece al notar que me hallo pálida

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