Treinta Inviernos

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  –Nota para Archivo:  La siguiente es una grabación de audio de Jean Malor, encontrada en su habitación. Grabada 3 días antes de su suicidio en los Archivos Historicos–

  Mi nombre es Jean. Vivo en la Ciudad del Obelisco, soy el sobrino del alcalde de la ciudad. Hace unos meses me caí por las escaleras de mármol del palacio, enfrente de todos los ministros. Perdí la conciencia y cuando desperté, le dí una explicación bastante rara a los médicos.

  –¡Una sombra! –le dije con terror en los ojos al doctor–. Me perseguía... me perseguía... Quería algo de mí.

   Según el doctor, observé por un instante fijamente a la pared. Inmóvil, sin pestañear, sin el mínimo gesto.

  –Quiere algo de todos nosotros –entonces comencé a gritar y a tambalearme en la camilla–. ¡Viene  por nosotros! ¡Ellos vendrán!

  Me pusieron un paralizante muscular al momento en que comencé a golpear mi cabeza contra la camilla. Sangraba.
  Dos meses después me diagnosticaron esquizofrenia. Los doctores creían que aquellas sombras eran producto de un trastorno psicológico con el que "perdería contacto con la realidad y comenzaría a vivir en mi mundo imaginario de sombras"

  Pero no es así, esas sombras existen, yo te lo aseguro, existen. No deseo que alguien más cargue con mi pesar, no deseo que más personas crean que estoy loco. Yo se toda la historia, la completa, donde las sombras toman formas de sangre y hueso...

   ¿Deseas escucharla? Si tu respuesta es afirmativa debo preguntarte algo más,
  Si tu vida, la de tu familia y la de la civilización fueran el premio, ¿a qué estarías dispuesto?
  Si creer es tu deber, ¿arriesgarías todo, tirarías todo al fuego por ello?
  ¿Lo harías?

  –FIN DE LA GRABACIÓN–  

–Sucesos del 3 de Enero del año 270–
–Lugar: Palacio Cardinal–
–Narrador: Jean Malor–
  La jaqueca es terrible, pero trato de disimularlo, la luz de las nubes opacas y grisáceas del invierno, nublan todo el cielo. Las falsas visiones me han atormentado terriblemente desde el inicio del año. Las ojeras cuelgan por mis ojos al tanto que los demás me observan como si hubiera perdido la cabeza.

  –Jean, ¿estás bien? –me pregunta ella mientras me observa con temor.

  La oscuridad comienza a transformarse en sombras oscuras que me rodean, es aterrador, comienzan a atormentarme con sus frases sin sentido, vuelan por la sala. Me paro, no distingo la realidad con la ficción que está en mi mente. El alcalde se asusta, todos se paralizan, ellos me siguen, es peor de lo que me imagine, me gritan, lo susurran, es horrible, quieren saber lo del Obelisco, ¿para qué quieren saberlo aquellas sombras?

  –¡Déjenme! –exclamo mientras hago bruscos movimientos con mis brazos.

  Veo una luz, quizá sea mi salvación, porque continúan detrás de mí. Me acerco, allí está el Obelisco, tan brillante y tan misterioso de por sí.
  Continúo caminando hacia la luz, pero, todo se oscurece de nuevo, los gritos de lamentación vuelven a devorar mi mente. Las sombras regresan, hay una en especial que me observa con unos ojos negros y tétricos.

  –El secreto pronto será develado, la guerra continuará, el Obelisco oscuro se alzará y de él, ellos emergerán. Pronto –dice la sombra con una voz ronca y entrecortada–. Protégelos de eso.

  –¡No! ¡No! –exclamo mientras caigo al suelo buscando parar las alucinaciones–. ¡No es real, NO ES REAL!

  –¡Jean, Jean! ¿Qué sucede? –pregunta mi prima asustada.

  Despierto. Ha sido otra alucinación más... Creo que cada vez empeoran más, deje de tomar esos medicamentos contra la enfermedad hace una semana.
Sigo asustado, aún no reacciono. Hay una sombra detrás de ella, veo el Obelisco por la ventana. La sombra me observa fijamente, es la de la alucinación.

  –En treinta años, Jean, treinta años –susurra la sombra antes de desaparecer.

  –¡Treinta años! –exclamo a mi prima.

  –¿Qué sucede, Jean? –pregunta mi prima–. ¿A dónde vas?

  –Aún no he terminado mi trabajo de Pasado –contesto mientras tomo mi agenda de cuero que está en el escritorio–. Debo hacerlo, iré a los archivos.

  La abrazo fuertemente y no suelto más palabra. Salgo de la habitación, con decisión y coraje. Quizá no vuelva a verla de nuevo.

  Estoy en la Plaza del Obelisco, observo por última vez los grabados del Obelisco, buscando una última pista.

  –Los Archivos. En la última planta –digo mientras comienzan a caer las primeras gotas de lluvia.

  Desciendo a lo más profundo de los Archivos Históricos de la ciudad, que relatan nuestra historia desde el primer año de nuestra historia.

  Hay un libro, el anciano me pidió encarecidamente que lo buscara. Tambaleante, leo las primeras páginas del viejo manuscrito:

  "ANTE TODO, NO INTENTES ESCAPAR. LA OSCURIDAD ES INEVITABLE..."

  Continúo leyendo. Estoy en el subsuelo diez, las paredes están cubiertas de plomo y platino, según los planos de la biblioteca, las puertas y vitrinas de las salas son resguardados con vidrios antibalas, todos lo creen tan impenetrable que es el bunker del Palacio en caso de emergencia; aun así, continúo sintiendo temor, miedo puro, de esos indescriptibles, un sentimiento que agobia mi alma. Sigo leyendo:

  "Si estás leyendo esto, es lo más posible que yo ya esté muerta; o al menos eso espero, porque la alternativa es mucho peor. La ciudad del Obelisco guarda muchos secretos, ocultos por décadas y décadas, cubiertos por sangre y carne. Te tengo que dar una segunda advertencia, si lees más allá de esta página, te aseguro que estarás condenado..."

  Siento de nuevo el mareo. Comienzo a observar de nuevo las sombras, que aparecen y desaparecen repentinamente. Treinta años, pienso, en treinta años ocurrirá algo. Lo sé.

  Ya no puedo más, las piernas me tiemblan, caigo al suelo con las manos en el libro, leo las palabras con letras grandes y en mayúsculas de nuevo:

  "NO INTENTES ESCAPAR, LA OSCURIDAD ES INEVITABLE".

  Todo se pone oscuro, suelto el libro.

  –Treinta años –digo con mi último aliento al sujeto que viene a socorrerme–. En treinta inviernos.

 En treinta inviernos

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Odisea de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora