Capítulo 8: El Fuego es lo que veo

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Al traspasar la bruma, quien me recibe es Juvart, nada bueno puede salir de esto.

Quiero preguntar de qué va todo este asunto, pero él solo se voltea dándome una mirada llena de misterio.

Sin dirigirme ni una palabra me guía hasta la punta del trono por el que el Rey se muestra. Mis manos sudan y lo único que ocupa mi mente son Lisa y Nick.

No quiero perder mi misión.... No quiero perderlos a ellos.

Al llegar a la cima, ambos inclinamos nuestros cuerpos en forma de saludo, para que el amo quiera abrir su estancia. Sus grandes y pesadas puertas se abren y al entrar veo la misma oficina, el escritorio, y tras una gran silla de cuero, veo al hombre imponente y pulcro de ojos oscuros que es el Rey.

 Sus grandes y pesadas puertas se abren y al entrar veo la misma oficina, el escritorio, y tras una gran silla de cuero, veo al hombre imponente y pulcro de ojos oscuros que es el Rey

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-Bienvenido Oliver. Juvart retírate.

-Si mi Amo.

Se despidió sin antes lanzarme una mirada de desprecio, acompañada de una sonrisa de maldad.

-¿Quería verme mi Amo?

-¿Sabes Oliver? Yo los amo a todos ustedes, son mis hijos, mis creaciones. Cuando alguno de ustedes me decepciona, algo dentro de mi se tuerce.

Dudo mucho que sepa amar, pero el que lo decepcione no es nada bueno. Este ser es impredecible y no quiero ni imaginar que es lo que puede hacer.

-Lo se mi Amo, pero disculpe ¿a que quiere llegar?

-Mis vigilantes están en todos lados Oliver, son mis ojos y oídos fuera de este Hogar. Se que no estás cumpliendo lo que te he impuesto, estas conspirando en mi contra y eso no lo puedo permitir.

Trago saliva con discreción y trato, con trabajo, contestar.

-No se a que se refiere Señor. Yo he hecho mi trabajo, alguien debe estarle informando mal.

-Mis vigilantes nunca mienten, Oliver no quieras verme la cara. Se que algo tramas y no puedo estar seguro de qué. Dímelo y el castigo no será tan severo.

Mi cuerpo tiembla, nunca lo había temido tanto. Antes no tenía que perder, ahora lo podría perder todo...

-Mi señor...yo no tramo nada, mi amo...yo solo sigo sus ordenes. Aun no tengo la información completa pero...

-¡Te crié, te traté como a nadie, te di el puesto más confiable y tu te atreves a fallarme!

Ahora se veía más enfadado que nunca, no me cree y estoy en riesgo...

Por un momento creí que vería su forma real...ver si los mitos mundanos eran reales pero solo se relajó, se arreglo el traje y se sentó en su enorme silla.

Me quedé mudo...

-Bien Oliver, como no confiesas tendrás que cumplir con aislamiento. Por lo menos hasta que sepa que tramas. Hasta en eso soy misericordioso contigo. Juvart a mi.

Juvart entró como una bruma oscura de humo, se materializó y dijo:

-Listo para cumplir con su encomienda, mi amo.

Él lo sabía, y me dejo hundirme, como si no fuera nada...

Se giró en mi dirección, me dio la sonrisa más maligna que halla visto, me tomó por los brazos y me arrastró fuera del lugar.

Me resistí y forcejeé pero sabia que no bastaría, me llevaría a una celda con mi nombre en lo mas profundo del infierno y me dejaría por toda la eternidad.

Volamos con su bruma alrededor hasta llegar al fondo del infierno.

Todo oscuro, lo único que podía ver es un punto muy lejano naranja rojizo...el cielo.

-Al fin tengo el placer de verte pudrirte aquí abajo.

Su voz llena de desprecio resonaba por las paredes.

-No puedes verme en esta oscuridad. Y aun así ¿qué te hace pensar que ganaste? ¿en realidad crees que el Rey te dará mi lugar?

Conteste con rabia y sin pizca de temor.

El prendió el suelo con fuego sin poder quemar y me jaló hacia una especie de cueva. Antes de alejarme pude ver que las paredes estaban hechas con miles y miles de huesos calcinados, como si al crear esas paredes hubieran necesitado miles de cuerpos y los hubieran quemado unos en cima de otros.

Entró a la cueva conmigo y me encadenó al suelo las dos manos.

-¿Dudas Juvart?

-¡Cállate! ¡Y dirígete a mi como tu superior, no tienes ningún derecho a dirigirte por mi nombre!

Noté que sigo afectándolo, pero sigo preguntándome por qué.

-Bien, mi superior.-conteste con cinismo.- ¿Qué se siente saber que su gran amo prefiere a un condenado que a un gran demonio de codicia?

-¡Cállate!

Gritó enfadado dándome una gran bofetada en la cara. Se levantó y salió de la cueva, creando una barrera con fuego rojo anaranjado como puerta de celda. Aún así lo miré con desafío.

-Le daré un consejo, no espere sentado a que este condenado se rinda tan fácil.



Lo sé, muy corto y mucha espera. Lo siento :3.

El Cielo del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora