magnetic boy 《Yoongi BTS》

3.

-¿Por qué tan seria Mimi?-

Fingi un puchero y me incliné a la mesa para tomar una galleta.
Jin hizo su típica pero pequeña risa de guajolote y apretó mi mejilla derecha para depositar un beso en ella.

Me giré y quedé frente a Jin.
Ese día en especial se veia más lindo de lo usual.

Me rodeé con sus brazos mientras suspiraba.

-Quedémonos así un tiempo. Me gusta mucho esta sensación.

-Jin... ¿Eres feliz conmigo?- pregunté con mi cabeza en su hombro derecho.

-Claro que sí, no te cambiaría por nada del mundo.- afirmó muy seguro de si mismo.

Sus palabras me hirieron más que ver esas fotos.

-Se que te gusta ser coqueto, estoy un poco celosa de tus amigas y compañeras de clase.-

Jin me miró con cara de ¿Hablas en serio?, era la excusa más tonta del mundo.

-Mimi, tú nunca habías sido celosa, cuidadosa ni nada de eso.-

-Últimamente veo que las tipas de tu clase de anatomía mueven su cola por ti y eso e molesta.-

-¡Eso es mentira! Sólo me piden ayuda en algunas cosas.-

-Si claro, ¿Qué? ¿Acaso te piden que les muestres en dónde está cada parte del cuerpo? Esas tipas todas son una zorras, todas las que se te acercan.- dije molesta.

-Pero tú eres la más linda para mi.-

-¿Siempre lo seré?.-

-Siempre.-

Un silencio inundó mis pensamientos.

No podía seguir siendo su ilusa, en algún momento el solo tendría que sospechar que sabia de su falta.

Era algo infantil hacer los mismo que me hizo, y con Yoongi seria algo desconsiderado.

'Yoongi es un chico audaz y lindo. No puedo hacerle esto'- pensé.

•••

Pasados 30 minutos Jin se fue a terminar su proyecto para la universidad.

Tan pronto se fue, sentí la necesidad de abrazar a alguien. Tocar la piel de alguien. Sus manos, cuello, labios, mejillas.

Necesitaba a Yoongi entre mis brazos. Seria algo extraño que le llamara y le dijera: ¡Hey! quiero tocarte, ven a casa ahora.-

Eran las 11:00pm y mi teléfono sonó.

Era Yoongi.

-¿Estas en casa?-.

-¿Vas a venir?.-

-¿Puedo?.-

-Aquí te espero, ven pronto.-

Tardó tan solo 6 minutos en llegar a mi departamento.

Abrí la puerta y lo abracé tan fuerte como pude.

Su camisa de cuadros estaba impregnada de esa fragancia que tanto recordaba de aquella noche calurosa.

Sentí como sumergió su nariz en mi cabello y lo empezó a cepillar con sus dedos.