Mamá, ni se te ocurra

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Extraño a mi familia...

Sólo papá y mamá han traspasado la puerta de mi habitación. Cabizbajos, lógicamente tristes. Hay muchas cosas que me hubiese gustado que sepan.

¿Cuándo fue la última vez que les dije "te quiero"? ¿Cuándo, la última vez que los abracé?

Hacía mucho que no peleábamos y estaba todo más que bien. Y estoy muy agradecida de los padres que tuve. Pero, quizás, el remordimiento que tengo no es por lo que hice, sino, por lo que dejé de hacer. La fuerza de la costumbre... Lo cotidiano hace que uno se olvide de esos detalles.

Dije que extraño a mi familia... A mis hermanos, sobretodo.

Extraño al mayor que, de chicos, me hizo la vida imposible, convirtiendo en autoridad los tres años que me llevaba. Que, si alguien me hacía llorar, me defendía a muerte. Que, si necesitaba consejo, me lo daba. O, al menos, me escuchaba. Aquel que fue mi pañuelo cuando sufría por amor, o por amistades que terminaban. El que me decía: "¿Ese bicho te gusta?", pero que igual me apoyaba.

Extraño a la pequeña, que llegó atrasada, once años después de que yo nací. Extraño a esa princesita hermosa, que era la luz de la casa. Que siempre me hacía preguntas acerca de todo, y que me hacía ver el mundo a través de sus ojitos llenos de inocencia. Aquella que me hacía reír hasta las lágrimas, sin importar lo mal que yo estuviera.

¿Cómo se lo van a explicar? Si yo me voy, ¿qué van a hacer?¿Cómo la van a consolar? A sus diez años, semejante golpe...

Ya debe estar sufriendo, igualmente... Pero con la esperanza de que su hermana va a regresar pronto, para acompañarla mientras mira la tele.

¿¿Qué estoy diciendo?? ¿Quién dijo que me voy a ir? ¿Qué estoy pensando? ¿Y mi espíritu luchador dónde se fue?

No, no... ¡El mundo tendrá que soportar mi presencia por muchos años más! Me voy a levantar de esta cama y...

¡AY! Otra vez... Mi cuerpo cada tanto me recuerda que todavía estoy entre los vivos. Es como una contradicción: por un lado, me alegro, porque me quedan esperanzas; y, por otro, ¡cómo duele!

Me vinieron a ver mis padres. Apenas cruzan la puerta, los escucho discutir. Él quiere que mis hermanos se despidan de mí, ya que no se sabe cuánto tiempo me queda. Ella, no. Dice que prefiere que me recuerden en mis mejores momentos, cuando podía caminar entre ellos y no tenía ningún cablecito colgando de mí. Que ya no quedaba ni la sombra de mí. Entonces, se quiebra, y tiene que parar de hablar.

Mamá, no me pienso ir hasta que no vea a mis hermanos. Ni se te ocurra privarme de eso. Quiero que los traigas, quiero verlos una vez más. Por favor, es lo último.

Diario de mis Últimos Instantes #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora