Cruda Realidad

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  Mamá por fin accedió a traer a mis hermanos. Los veo, aunque no lo saben.
Mi hermano no llora, pero tiene el rostro endurecido. Está tratando de ser fuerte. Me mira fijamente, en silencio.
Mi hermanita llora por ambos. Se acerca y me da un beso en la cabeza, en uno de los pocos huequitos libres que quedan. Me susurra un "Te quiero, no te vayas". Ay, si tuviera lágrimas, lloraría más que ella.
Sólo se quedan cinco minutos. La enfermera los viene a buscar. Mi alma los sigue hasta la puerta y se los queda mirando, hasta que se pierden en un recodo del pasillo.
Al rato, llega un sacerdote, que me hace la extrema unción. En este momento, pierdo todas las esperanzas...
No, mejor dicho, me resigno. Mi tiempo aquí se está acabando. De mí, sólo quedarán recuerdos. Confío en que los buenos sean muchos más que los malos. No voy a lamentarme por lo que hice mal, ni por lo que no hice... ¿Para qué? Por mucho que me arrepienta, ya está. No puedo hacer nada...
Sólo me queda velar por ellos, desde donde sea que yo esté cuando parta de esta vida.

Sólo me queda algo pendiente... Alguien que nunca apareció. Luego de mi familia, la persona más importante para mí... No me entra la cabeza que no haya venido a verme.

Diario de mis Últimos Instantes #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora