PHOEBE's POV
Veo como Mia y Joshua se dirigen una mirada de amor y se besan. Desde que he llegado aquí he comprobado que realmente ellos están hechos el uno para el otro. Su amor no es, por lo tanto, algo cuestionable. Algo que, sinceramente, estoy aliviada de comprobar.
Hace un año cuando Mia me confeso que había tiempo que llevaba viéndose con Joshua y que tenía pensado irse a vivir con él, la noticia me impactó y, a la vez, me alegré por ella. Me sorprendió positivamente, en pocas palabras. Pero si soy sincera, tengo que admitir que no pensé que fuera nada serio.
Mia siempre ha sido una persona muy enamoradiza, basta que alguien le preste algo de atención y cariño para ganársela. Y aunque me cuesta decirlo sus relaciones siempre han salido mal o estaban predestinadas al fracaso desde su primer instante de vida. En el fondo hace falta tener mucha paciencia con ella, es un ángel. Uno bello y resplandeciente, que brilla por la luz pura de su corazón. Uno que consigue que todos a su lado sean o estén felices. Es su particular don. Pero, también, es un ángel tormentoso que protagoniza una lucha contra si mismo.
Toda nuestra vida se ha basado en una lucha con nosotras mismas y con el mundo, por y para nuestra supervivencia. Y eso, aunque cueste créelo, nos ha hecho reacias a confiar en la gente y en sus intenciones. Sobretodo a confiar en que alguien pueda sentir por ti algo más que simple y puro asco o decepción. Suena duro, casi extremo, pero la realidad es esa. Nunca nadie ha visto en nosotras más que despojos humano que vinieron al mundo para ser el elemento inferior de una sociedad en la que el poder y el dinero lo abarcan todo. Simples víctimas del infortunio, de la desgracia y de la patética sociedad de nuestros días. Los fuertes sobreviven los débiles mueren, o pasan la mayoría de su vida con el agua al cuello hasta que en un momento de carencia de vigor deciden dejarse ir, dejar que el agua que toda la vida los lleva casi ahogando, cumpla la función para la que fue creada. De una o otra manera la realidad principal es la muerte. Todo o nada, vivir o morir.
Esa ha sido nuestra vida y a pesar de todo eso hemos sobrevivido. Y es ahora cuando soy testigo de la felicidad de mi hermanita, cuando me doy cuenta de lo difícil que ha sido y de lo fácil que resulta ahora pensar en ello.
Dificultades no nos han sobrado ni penurias, pero supongo que al final todo tiene su recompensa. Que ella sea feliz es todo lo que yo deseo, mi mayor prioridad cumplida. Y es cuando ese enorme peso de alguna manera se quita de mi espalda, cuando me doy cuenta de que la razón principal por la que he luchado toda mi vida está, por fin, resuelta. Esta viveza hace que una enorme satisfacción se apodere de mí y, al mismo tiempo, que un equitativo vacío se apodere de mi ser.
De repente, como la tranquilidad antes de la tempestad, se desata en mi interior un profundo torbellino emocional que deja mis emociones a ras del suelo y a mi con ellas. Y solo dos simples preguntas se repiten en mi subconsciente: ¿Qué soy yo ahora? ¿Cuál es mi función es este mundo?
Antes mi función era la de hermana soportadora que arreglaba todo tipo de problemas. A saber: económicos, emocionales, sociales... Mi función siempre ha sido velar por Mia, por nuestra supervivencia y por su felicidad. Ahora, sin embargo... Ella está enamorada y a punto de casarse. Velar por su felicidad se ha convertido en tarea y responsabilidad de su futuro marido, al igual que es la de ella hacer lo propio con él.
Pero, entonces... ¿Dónde quedo yo? ¿Cuál es mi función?
La respuesta es evidente. En ningún sitio.
— Te guste o no Phoebe, tú ya no pintas nada aquí —. Mi subconsciente me mira por encima de sus gafas de sabionda con una mirada que en fondo no es más que de lastima.
Y como quién acaba de perder todo lo que tiene y es importante para él, no puedo evitar sino que un sentimiento de derrumbe se sumerja en lo más fondo de mi alma. Me derrumbo emocionalmente, aunque físicamente me esfuerzo por aparentar que todo marcha bien. En el fondo se que no voy poder aguantar mucho hasta que las primeras lágrimas brillen en mis ojos y es por eso por lo que de manera controlada, aunque lo más rápido que puedo, intento retirarme hacia la salida del restaurante en el que estamos celebrando la futura boda.
MARKUS's POV
La veo salir a toda prisa del restaurante, o al menos a toda la velocidad que puede sin llamar la atención del resto de invitados, y se que algo va mal. La conozco lo suficientemente bien como para saber cuando algo marcha mal en ella y este es uno de esos momentos.
Deduzco que tiene que ver con su hermana y su prometido porque desde que se dieron ese beso, tan pedido por el publico, ella no ha parado de mirarlos fijamente. Lo simpático es que ni su hermanita, como ella la llama, ni su futuro marido se han dado ni siquiera cuenta. Algo patético, si tenemos en cuenta que ella llevaba como vente minutos mirando para ellos fijamente. Y también algo que ejemplifica perfectamente el efecto que eso que llamamos "amor" nos hace, es decir, ejemplifica claramente que el dichoso sentimiento nos vuelve patéticos, débiles y atontados. Lo raro, sin embargo, es la reacción de Phoebe. Se supone que ella debería estar lanzando cohetes de contenta celebrando la boda de su hermana. Vamos, hombre, si en el fondo hasta yo me alegro del compromiso de esa mocosa, esa necesitaba un hombre que la pusiera en su sitio y le diera algo a lo que agarrarse y dejar de huir, y parece que lo ha conseguido. Y si yo me alegro por la futura boda... ¿Por qué Phoebe ha salido llorando del restaurante? Es decir, su máxima prioridad siempre ha sido la felicidad de la mocosa y parece que por fin ha conseguido que Mia sea feliz.
Entonces... ¡No lo entiendo! Mira que es enrevesada la niña, cuando se supone que debería estar en el cielo de la felicidad sale por la puerta llorando. ¡Mujeres! Aunque bien mirado es Phoebe, tampoco es tan raro que vaya a su bola por libre.
Sé que debería quedarme aquí, al fin y al cabo, si se deprime en la boda de su hermana es su problema y no el mio, no es como si fuéramos pareja o algo por el estilo. No obstante, por alguna extraña razón, no puedo evitar seguir sus pasos hasta la salida del restaurante. Y cuando la veo apoyada en una esquina del restaurante llorando como si la vida le fuera en ello no puedo evitar que algo, del cual desconocía su existencia, se apodere de mí y me haga andar hasta donde ella está.
— ¿Phoebe? ¿Te encuentras bien?— Bien, Sherlock, si está llorando apoyada en la esquina del restaurante en el que su hermana celebra su compromiso seguro que es porque está bien, me reprendí a mi mismo.
— ¡Déjame en paz, Markus! ¿No tienes nada más que hacer?— Su voz suena rota y no puedo evitar hacerlo.
A pesar de todo, no puedo evitar abrazar a Phoebe para consolarla. Ella tiembla en mis brazos y sus sollozos se vuelven más fuertes. Tarde en calmarse, no sé exactamente cuanto, pero tarda. Y mientras tanto ahí estamos los dos abrazados, en una esquina del restaurante donde se celebra la fiesta de compromiso de su hermana.
Cuando consigue calmarse la suelto y ella me mira profundamente. Sé que está a punto de romper este momento, así que señalo a mi coche y le digo:
— Monta, tenemos que hablar —. Y le doy la espalda caminando hacia mi coche, se que ella duda... Pero al final resuenan en la noche el ecos de sus tacones siguiéndome.
Ya estoy aquí...
Y con un capítulo jugoso, en el que aparece Markus... Sí, se que me amáis.
Por el momento no tengo más que pediros disculpas por la tardanza y por los pensamientos de Markus. Habréis notado que es bastante machista, ¿no? Bueno, me propongo cambiarlo, como buena romántica idealista... Así que, paciencia...
Besuquis
Anastasia G.C.
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La detención antes de la huida
PertualanganEn el fondo sé que la gente espera de mi algo más de lo que les doy. También sé que tarde o temprano tendré que darles entrada a lo que pienso. Es por eso que cuando se aproxima ese momento huyo. Huyo hacia otro lado, hacia otra vida. Siempre ha sid...