Querido Jared,
Sé que no estaré en este mundo por mucho más tiempo, es por eso que quiero decirte algunas cosas.
1.- Espero que arregles tu casa, es un desastre y no quiero que vivas así el resto de tu vida.
2.- En la parte de atrás, está escrita la receta de la crema mágica de mi madre, sé que lo que te preparé no será suficiente, y también sé que necesitarás mucho, mucho más.
3.- Está bien si quitas la cortina ridícula del baño, no voy a enojarme.
4.- No sé qué más escribir, pero quiero agradecerte por todo lo que hiciste por mí, que sé que fue lo mejor, y lamento haberme portado mal algunas veces, quisiera que entiendas que no podía conmigo misma, y era algo que necesita resolver sola. Quiero pedirte que vivas tu vida, y nunca te dejes vencer, yo estaré siempre ahí, cuidándote desde algún lugar junto a mi amada familia, con la que me reuniré pronto, espero no causarte más molestias, o peor aún, dolor.
5.- Te compré algo, algo pequeño que sé que te gustará, creo que es de tu tipo, pero llegará cuando estés de vuelta en casa.
Adiós Jared, no puedo imaginar otra persona con la que hubiera podido ser tan feliz los últimos días de mi vida.
Doblé la carta en la mitad, sintiendo las lágrimas correr por mis mejillas. Tenía toda la ropa metida en la maleta, y estaba sentado en el borde de su cama. Finalmente encontré la fuerza para levantarme y volver a casa.
Delia renunció del hotel, y no la volví a ver nunca más, ni siquiera cuando necesité ayuda para enterrar el cuerpo. Lo único que supe de ella fue cuando la recepcionista me entregó la tarjeta de crédito con la que había comprado el vestido. Ni ella sabía más.
Salí del hotel, sin mirarlo por última vez, y tomé un taxi de camino al aeropuerto. Pronto estaría en casa, sin saber qué hacer con las ganas de meterme un tiro.
3 semanas después.
La puerta del elevador sonó, como si alguien estuviera tocando desde afuera. Me sobresalté de nuevo, recordando que eso solo había pasado una vez. Caminé entre las latas de cerveza vacía, las botellas de vino, y las coletas de cigarrillo que adornaban mi piso, y abrí.
Me encontré con el mismo hombre de la primera vez, que me miraba sonriendo sin que su expresión haya variado en lo más mínimo a la de la última vez.
-Buen día señor White, usted necesita urgentemente una buena ducha.
-Gabriela no está. -respondí un poco ebrio aún. Entonces no lograba recordar como se sentía no estarlo.
-Lo sé, señor, mi más sentido pésame, pero tengo un paquete para usted.
-No lo quiero. -dije, esta vez, volteando para regresar a mi asiento.
-Debe, señor, es de parte de la señorita Gabriela. -me detuve en seco al escucharlo. Me giré nuevamente para ver que me ofrecía un sobre con algo grande dentro. A penas lo hube cogido, el hombre habló.
-Ha sido un gusto conocerlo señor White, que tenga una buena vida y disfrute de su regalo. -y se fue, pulsando un botón del elevador.
Abrí el sobre sin poder esperar, para encontrarme con las llaves de lo que parecía ser un auto. Bajé corriendo al estacionamiento, y del susto se me quitó la borrachera.
Un Ferrari F430 negro descapotable me devolvía la mirada.
Sonreí.
-Vaya pequeño regalo. -susurré para mí.
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El último sueño
Historia CortaEsta es una mini historia para las personas que quieran saber qué pasó con Jared y Gabriela después de que ambos escaparan de Clemence. Si no sabes quiénes son Jared, Gabriela o Clemence, te recomiendo que no leas este cuento sin antes leer mi novel...