Capítulo 8• Primer entrenamiento.

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Debrah me llevó a otra casa colgante. Era parecida a la de Alana, pero me gustaba más esta. Estaba llena de candelabros antiguos y velas. Había un hermoso reloj de engranajes desgastados en la pared. A la derecha había una cama a tonos pastel redonda. En el centro había una mesa rectangular baja de madera oscura, cubierta por un mantel a tonos verdes. Todo en su conjunto era precioso. Me recordaba mucho a mi habitación en el palacio.
-Te vendré a buscar por la mañana. Intenta dormir un poco.
A decir verdad, ya debían de ser las once de la noche y tenía sueño. Nos despedimos, me puse el pijama que me ha y me acosté. No tardé mucho en dormirme. Volví a tener aquel sueño. Yo en la cueva pasándolo muy mal y aquella persona me sacaba de allí. Esta vez ví que tenía una cicatriz en su mejilla izquierda, igual que Alger. Pero no sonreía, no tenía la típica sonrisa pícara de él. Estaba serio. Le iba a decir algo cuando volví a sentir la cara mojada. Me desperté y ahí estaba Debrah con un vaso de agua medio vacío.
-No me puedo creer que la única manera de despertarte sea esta. Te espero fuera. No tardes.
Me aseé, me vestí y me peiné. Tardé unos diez minutos, pero Debrah me hizo volver a entrar.
-No puedes entrenar así.
Me miré en un espejo de cuerpo entero de bordes dorados que estaba apoyado en la redonda pared.
-¿Por qué no?
Llevaba puesto un vestido hasta las rodillas negro con mangas con mucho vuelo y zapatos negros planos, además de una capa negra con capucha.
-Por varias razones. Se te va a levantar el vestido, se te van a manchar y romper los zapatos, te vas a herir las piernas, te vas a enredar con la capa... ¿Continuo?
-Entonces, ¿qué me recomiendas?
-Esto.- dijo poniendo ropa encima de la cama.- Es mía pero te la presto.
Eran unos pantalones largos negros un poco flojos, una camiseta anaranjada de mangas largas, una chaqueta grande verde parecida a la de los chicos y unas botas bajas marrones. Todo ello quedaba bien.
-Y recojete ese pelo. Vamos a entrenar, no a ligar.
Me lo recogí en dos trenzas, y luego recogí estas en la parte de atrás de mi cabeza. Nunca lo había llevado así, pero me gustaba. Sentía mi nuca despejada y estaba más fresca. Lo hice mientras Debrah me llevaba caminando a la parte baja del árbol. Después caminamos unos tres minutos entre árboles más pequeños pero lo suficientemente altos para crear un busque bastante espeso hasta llegar a un claro. Había un rectángulo sin hierba con cinco dianas al fondo. Allí estaban Alana, James y unas cuantas personas más. También estaba Alger, aunque sentado en un árbol con un paquete de cacahuetes.
-Chicos, os presento a Verónica Shelltter, viene de la ciudad y tiene nuestros poderes. Vamos a entrenarla para que nos ayude a hechar a los Ziki.-se acercó a mí y me susurró -"los viquingos".
-Ahhh...-le contesté yo.
-Este es Faddei Vòlkov- dijo señalando a un chico rubio de ojos castaños.-, esta es Anna Ustínov- una chica de pelo negro y ojos verdes.- y su hermano mayor Edduard Ustínov.- un chico dos años mayor, también de pelo negro y ojos verdes.
Tras las presentaciones decidimos correr un poco, pero solo para calentar. A la gente de La Comunidad no les gusta correr, dicen que correr sin motivo es una tontería. Cuestión de principios supongo. Aceleré un poco para estar al lado de Debrah.
-Ayer ví a más gente de nuestra edad. ¿No entrenan?
-No. Prefieren quedarse aquí dentro sin salir al exterior. Dicen que la gente de la ciudad se tenía que apañar sola. Siguen muy enfadados por los secuestros y demás.
-Pero hay algo que no me cuadra. Si para la gente somos dioses y seres todopoderosos, ¿por qué hacen esto?
-Algunos nos veneran, otros nos aborrecen.- dijo parando de correr.-Bien, ahora a practicar.
-¿Qué poder tines?- me preguntó Edduard.
-¿No tenemos todos el mismo?
-Cuando somos pequeños sí.- me contestó Anna.- Pero al crecer se potencia una parte a la vez que perdemos los demás.
-Pues... no lo tengo claro.
-Vaya vaya.- dijo Faddei.- Una primeriza. Me encanta.
Todos reímos, aunque yo estaba un poco molesta por la elección de palabras.
-Era broma, no te enfades.- se disculpó.
Le sonreí en respuesta.
-¿Cuáles teneis vosotros?
-Yo juego con fuego. Literalmente. -dijo Edduard creando una llama de fuego con sus manos.
-Yo con agua.- contrstó su hermana, Anna.
-Yo hablo con los animales- dijo Feddei.
-Yo me teletransporto por el aire, como ya has visto- dijo Debrah.
-Yo me curo rápido de las heridas.- dijo James.
-Igual que yo.- dijo Alana.
-Tengo un presentimiento del tuyo, pero no estoy segura. Trata de levantar esta piedra. -dijo poniendo una roca delante de mí.
Yo puse las manos delante y hacía un gran esfuerzo por levantarla. La conseguí mover un poco y...
-¡Venga, que me aburro!-gritó Alger.
Eso me sorprendió y lancé sin querer la piedra por los aires hasta golpear la rama donde estaba sentado él.
-¡Lo siento!- grité.
-¡Alger! ¡Tu también tienes un poder!- dijo Debrah.- ¡El de ser un oportunista! ¡Te mereces que te hubiese dado la roca!- se volvió hacia mí.- Por lo menos, ya sabemos tu poder. Telequinesis.
-¡Bien!- dije yo.
-Ahora solo hay que entrenarte para que lo domines mejor. Y creo que ya se cómo.- dijo mirando a Alger.- Querido hermanito...
-¡Ah no! ¡Eso sí que no!- dijo él poniendo sus manos delante.- ¡Quita, que te veo venir!
-Pero, hermanito querido, si aún no te he pedido nada.
-Me lo imagino.
Mientras ellos estaban en eso, me alegré. Al parecer la charla que habían tenido anoche había ido bien.
En esto, Debrah le había arrastrado junto a una de las dianas.
-Bien. Toma.- dijo dándome una piedra.- Trata de darle a la diana. ¡Y no te muevas Alger!
-¡Apunta bien por favor!
-¿Estas segura Debrah? Aún no lo domino bien.
-Confío en tí. Además, pase lo que pase estará bien. Si le das a la diana, estupendo. Si le das a Alger también bien por haberte molestado. Si no llegas, entrenarás.
-Si me lo pones así...- dije levantando la piedra del suelo.
Alcé el brazo y la roca comenzó a surcar la distancia que nos separaba de las dianas y Alger.

La Elegida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora