Capítulo 3

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Narra Rubén

Esa mañana no hice nada, me aburría demasiado así que acabé saliendo a pasear.

Después de dar vueltas alrededor de mi barrio acabé en el parque donde Kevin y sus amigos solían pegarme.

Sí, los mismos que me orinaron encima con 7 años.

Este parque solo me traía malos recuerdos y se notaba que el tiempo le había pasado factura. Los columpios estaban rotos y la pintura de la zona de juegos desgastada, ya no había césped, solo tierra seca en la que no volvería a crecer nada y el mismo vagabundo en el mismo banco desde hacía años.

Solo había algo que no pegaba con el "paisaje", un chico con una sudadera que decía "Boston" sentado en un banco frente a los columpios destrozados.

Tenía el pelo negro y la piel clara, no pude saber si era de mi altura, no al menos hasta que se pusiese de pie.

Parecía concentrado leyendo un papel entre sus manos, lo leía, lo arrugaba, lo volvía a abrir y lo volvía a leer, así sucesivamente.

Me acerqué a él a paso lento solo por curiosidad y me senté en el otro extremo del banco para no incomodarle. Intenté no mirarle pero mis ojos me traicionaron y acabé fijándome en cada uno de sus movimientos.

Se percató en mis miradas y giró la cabeza hacia mí mirándome curioso, desvié la mirada  y me puse rojo.

Seguro pensaba que era un demente por mirarle tan desvergonzadamente.

Volví a fijar mi mirada en él y me estaba sonriendo...

Era una sonrisa pícara que provocó que me pusiese aún más rojo, seguro parecía un tomate.

  —Es una carta de despedida— dijo de repente. ¿Me estaba hablando?

  —¿Eh?

—Que es una carta de despedida ¿eso es lo que intentabas saber, no?— no dejaba de sonreír y empezó a acercarse a mí arrastrándose hacia el extremo del banco donde yo estaba sentado.

—Oh, lo siento, no quería parecer cotilla—intenté sonreír pero de los nervios solo me salió una mueca forzada.

—No pasa nada— seguía sonriendo y se había acercado tanto a mí que su cara estaba a un palmo de la mía. 

Empecé a moverme para no quedar tan pegados y me caí de culo al suelo. 

Él empezó a descojonarse.

—¿Estás bien?—dijo sin parar de reírse. Qué vergüenza, si antes era idiota ahora lo era por dos.

Me agarró de la cintura y me levantó rápidamente. Sus manos eran ásperas y fuertes y sentí un escalofrío al contacto con su piel.

Me volvió a sentar a su lado sin dejar de sonreírme.

—Gra-gracias—dije toqueteando las pulseras que llevaba en mi muñeca, la mayoría ocultaban las cicatrices. 

  —No hay de qué y es de mi ex. 

—¿Qué?

—La carta. Es una carta de despedida de mi ex. Seguro mi vida no te interesa pero te lo cuento ya que parecías interesado hace unos segundos.

Un cotilla, eso es lo que parecía, le había observado descaradamente durante unos cuantos minutos y él se había dado cuenta desde el primer momento. 

Normal, si es que ni si quiera disimulé lo más mínimo.

 —Ah, lo siento, seguro la querías mucho.— Bien Rubén, estás mejorando las cosas sintiendo pena por él.

Rescátame (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora