Capítulo 2

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Narra Rubén

Al llegar a casa mi madre insistió en hacerme algo de comer pero estaba tan agotado que le dije que iría a dormir ya que no tenía hambre.

Subí por las escaleras hacia mi habitación, entré y me tiré en mi cama boca abajo preparado para no despertar en muchas horas pero una cola negra empezó a hacerme cosquillas en la nariz.

Raspy, mi gata negra, estaba en mi cama dándome la espalda acariciándome la nariz con su fina cola negra con la punta blanca.

Me puse de rodillas y la cogí en brazos, después de todo llevaba 2 semanas sin verla y le había echado de menos.
Ella llevaba conmigo 4 años.

La verdad es que soy un egoísta, querer irme de aquí como un cobarde abandonándola a ella y a mi madre, las únicas que parecían quererme.

Aún recuerdo cuando nos mudamos a esta casa, yo tenía unos 7 años.

A mi madre la habían ascendido y para una administradora de un banco eso significaba mucho, lo malo es que tuvimos que mudarnos a esta casa y empezar una vida desde cero después de que mi padre nos abandonase cuando yo apenas tenía 5 años.

No tenía hermanos y mi madre no parecía querer más hijos así que estábamos solos.

Al llegar a este barrio en Madrid mi madre me prometió que haría muchos amigos, casi tantos como los que había tenido en Málaga, pero no fue así.

Y yo no fui consciente de que había cavado mi propia tumba sin quererlo.

Flashback

Llegamos a la puerta de la enorme casa que mi madre había comprado para nosotros.

Por fin íbamos a tener una vida en condiciones, o eso decía ella.

Entré cogido de su mano, era enorme, las paredes estaban pintadas de blanco y el suelo era de madera marrón oscuro, era una casa preciosa.

-¿Y tengo mi propia habitación?

-Por supuesto, cariño. ¿Quieres verla?

-¡Sí! -la verdad es que estaba muy emocionado, nunca había tenido una habitación para mí solo, cuando vivíamos con mi padre todos dormíamos en la misma cama, él nunca dejó a mi madre trabajar, decía que él hombre era el que tenía que trabajar y por eso nunca nos fue bien económicamente.

Mientras hubiesen platos que lavar e hijos que cuidar mi madre no iba a trabajar, esa era su filosofía, una mujer debe estar donde un hombre la necesite.
Siempre lo repetía, hasta que un día pegó a mi madre cuando ella se negó a seguir aguantándolo y ella lo denunció.

Él se fue un par de días después de aquello y ya no volvió.

La verdad es que después de que se fuera todo nos empezó a ir bien y mi madre empezó a ganar mucho dinero gracias a su nuevo trabajo como administradora en un banco, la acabaron ascendiendo y pudimos mudarnos.

Mi madre empezó a andar y yo cogido de su mano la seguí hacia unas escaleras blancas que daban al segundo piso, las subimos y cuando llegamos arriba nos encontramos con un largo pasillo, avanzó y se dirigió a la primera puerta a la derecha.

Entramos y yo no pude evitar empezar a llorar como el crío pequeño que era.

Era una habitación preciosa, con una cama solo para mí, con un armario solo para mí, con un escritorio solo para mí y hasta con un baño solo para mí.

Por fin tendría algo para mí y no tendría que compartirlo, me sequé los ojos con la parte posterior de mi mano y mi madre me abrazó.

Después de eso salí al parque que estaba al lado de mi casa para conocer a nuevos "amigos" e intentar adaptarme a mi nueva vida.

Rescátame (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora