Capítulo 5:Llamado

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Rey no acertaba a definir en qué estribaba la diferencia en su estado de ánimo, pero desde el ataque traicionero que Kylo Ren le había propinado se sentía enfadada y nerviosa. Mucho más nerviosa que antes, cuando su preocupación era demostrar su habilidad con el sable a Ahsoka Tano, o cuando la cercanía de Jaina y Riga a Finn la hacía sentir levemente celosa.

Era como si los malos sentimientos se hubieran amplificado.

De regreso en la base, se encerró en su pequeño camarote. El tiempo era deprimente en la pequeña luna en que la resistencia se ocultaba, en el Borde Exterior: la lluvia caía ya por tercer día consecutivo, con escasas horas en que amainaba la tormenta. Ahora había viento y, truenos y relámpagos.

Tenía el lujo de un camarote individual, aunque casi parecía una despensa. Luke lo había conseguido para ella con la intención de que pudiera tener la soledad necesaria para la disciplina de la meditación. Era un privilegio que ella había aceptado a regañadientes, pero que ahora, con ese estado de ánimo, agradecía.

«La galaxia es un lugar complicado» se dijo. En ese pequeño cuarto se sentía como si estuviera de regreso en su casa en Jakkú. A veces sentía que necesitaba la soledad, por lo que se alegraba de que ya fuera de noche: nadie más la molestaría hasta la madrugada siguiente, en que Luke la iría a despertar con fuertes golpes en la puerta de plastoacero si se retrasaba para su entrenamiento matutino.

Apagó la luz. Se tendió en la cama, sin desvestirse, y con las manos en la nuca comenzó a rememorar los acontecimientos del día. Los relámpagos azules iluminaban la habitación con frecuencia. De inmediato se le vino a la mente el ataque que había sufrido por parte de Kylo Ren. Eran rayos azulados como los que ahora caían furiosamente sobre la base.

«Tal vez es normal que me sienta extraña después de un ataque así» se dijo.

El medicamento que le habían dado le había calmado la jaqueca, pero no las malas sensaciones del interior. Quizá eso también tuviera que ver con el ataque. Recordó que Luke le había pedido que le pidiera a la doctora un examen general de salud, incluyendo un análisis de sangre. Pero, ¿para qué?. Prefirió posponerlo, y pensar. Solamente pensar con el ruido de fondo de los truenos.

Cuando era una niña, Rey siempre había sentido que el mundo era un lugar complicado y violento, pero manejable. Unkar Plutt, el comerciante a quién se la habían encargado a los cinco años, no la había tratado mal, y la había cuidado proveyéndole incluso alguna instrucción con otros humanos. Sin duda lo hizo por temor a su madre adoptiva, Shara Bey, y también porque presentía que la humana le sería de gran utilidad en el futuro. Además, en Jakkú se tenía una vaga idea sobre el Imperio y la Rebelión: se creía que, de entre las miles de especies de seres inteligentes que henchían los centenares de mundos de la galaxia, los humanos eran la especie más peligrosa. Después de todo, el Imperio había sido obra casi exclusiva de humanos. La joven creció sintiendo las extrañas observaciones que todos los demás alienígenas hacían sobre su especie: que eran traicioneros y peligrosos, pero que también podían ser los únicos lo suficientemente violentos como para defender la galaxia. Que entre los jedis, el Elegido había sido humano, y también que muchos humanos terminaban siendo jedis, lo que parecía corroborar una especial conexión de esta especie con algo trascendente. Otros decían que esas no eran más que historias de viejas, y hasta se dudaba de que los jedis hubieran existido.

Como fuera, Unkar Plutt la consideró lo suficientemente valiosa como para cuidarla bien hasta que se convenció de que Shara Bay no regresaría. Entonces empezó a reducirle las porciones para explotarla. Rey se esforzó al máximo con el fin de hacer bien su trabajo y alimentarse, y fue entonces cuando Unkar Plutt, siempre atento a las oportunidades, notó el inmenso potencial de la joven. Siguió teniendo cuidado de hacerla depender de él, pero secretamente le daba porciones de mejor calidad que las que intercambiaba con el resto, para que no enfermara ni se fatigara excesivamente. Algunas veces él mismo añadía suplementos alimenticios y vitaminas a la limitada alimentación de la joven. Debía cuidar su inversión.

Rey y la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora