Capítulo 1

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Antes que nada quiero aclarar que esta es una adaptación de la obra de Thea Harrison, esta historia le pertenece completamente a ella, yo solo le estoy agregando el toqué EunHae... pues por que el EunHae es vida 😌 espero que disfruten la historia y se enamoren al igual que yo!
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Atraer el interés de un Djinn, por lo general, no es nada bueno, Donghae.
Las incisivas palabras de Sora, la niñera, continuaban rebotando en la cabeza de Donghae como un balón de fútbol americano suelto en el campo de juego. Ese balón estaba a diez metros de distancia de la zona de anotación, y tenía dos equipos de jugadores de la NFL de más de noventa kilos lanzándose en estampida tras ella con toda la intensidad de sus multimillonarias carreras en el resultado del juego, y si ese balón de fútbol pudiera hablar, sabía que gemiría: "Auch, esto va a doler". Algo que se parecía mucho a cómo Donghae se había sentido durante todo el día, incluyendo la sensación de inminente fatalidad. Así que gracias por lo obvio, Sora.
Pero en primer lugar Donghae no parecía tener voz o voto en la aparición del Djinn en su vida. Él había formado parte del grupo que se presentó en su pórtico a las tres y media de la mañana, porque no podían esperar hasta una maldita hora decente para hablar con ella. Quizá debería dejar de llamarle "el Djinn". Después de todo, tenía un nombre. Era Hyukjae algo. Según uno de sus compañeros, era Hyukjae Alguien Importante. Donghae no estaba segura, pero creía que su nombre podía ser "Hyukjae el latigo de Su Existencia", pero no deseaba llamarlo de esa forma en su... ehh... en su cara, podría decidir usar uno... ya no quería provocarlo más de lo que ya había hecho, y realmente, realmente esperaba que se aburriera y se marchara ahora que se había acabado toda la locura. ¿Por qué todo el loquerío había acabado, verdad? La matanza. Antes de esa mañana, nunca había visto a alguien ser asesinado.
Apartó el recuerdo. En estos momentos debía cuidar de sus sobrinos, maldita sea. No tenía tiempo para sufrir alguna clase de crisis debido a lo que había sucedido. Joder, eso tendría que esperar hasta que Seulgi y Taemin estuvieran en la cama. Tal vez el Djinn se iría cuando ella y los niños llegaran a casa después de conseguir provisiones. Donghae tenía esa esperanza. Como tenía esperanzas en muchas cosas. Siempre existía la posibilidad de que la tienda de comestibles ofrecieran filetes gratis hoy y que una piara de cerdos presentaran su plan de vuelo al control de tráfico aéreo del aeropuerto internacional de Louisville. En realidad, tenía la sospecha de que él los había seguido a la tienda. No lo podía ver, pero podía sentir su presencia humeante en el borde de su mente desde que metió a Taemin y Seulgi en el coche y se dirigió al Super Saver. La conciencia de su esencia psíquica acre perturbaba sus nervios, como la sensación de alguien al escuchar el rugir de los camiones de bomberos al cruzar la calle con todo el estruendo de las sirenas. Importaba poco si no podías ver el fuego. Sabías que alguna catástrofe estaba sucediendo en las inmediaciones. Se las arregló para conseguir un lugar para aparcar junto a una de las estaciones de carritos. La humedad de un día de junio con treinta y cinco grados centígrados la golpeó en la cara cuando salió del coche. En segundos su camiseta se le pegó a la espalda y no quería nada más que subirse sus lamentables pantalones de franela por encima de las rodillas, pero ya no usaba más pantalones cortos, ni siquiera en casa, porque no podía soportar ver las cicatrices de sus piernas después del accidente de coche. Donghae cogió un carrito y regresó a dónde los niños la esperaban. En el proceso se vio reflejada en la ventanilla del coche. Poseía una altura media, con una cintura y piernas esbeltas, senos y caderas curvilíneos. Si la genética de la familia tenía algo que decir, tendría que cuidarse cuando llegara a la mediana edad o esas curvas suyas se volverían demasiado generosas. Su corto y fino cabello castaño rojizo, sobresalía en puntas porque seguía pasándose los dedos a través de él. Sus ojos color avellana estaban apagados y su piel estaba pálida debido a la falta de sueño. Tocó su reflejo en la ventana, notando los círculos oscuros bajo sus ojos. -Solía ser bonita- pensó. Entonces se enojó de qué algo así le importara. A la mierda con lo de bonita. Prefiero ser fuerte. La belleza se desvanecía con el tiempo. La fuerza te ayudaba a sortear la puñetera mierda. Y eso era importante, porque a veces la puñetera mierda existía a montones.
Metió a Seulgi en el carrito. Después colocó a Taemin en su portabebés. Seulgi se sentó en el carrito, acomodando en un pequeño espacio su delicado cuerpo de cuatro años. Empezó a cantarle suavemente a su diminuta muñeca Lala Sunny o cómo diablos se llamara la muñeca, y la hizo bailar en el borde del carrito. El pálido cabello rubio de Seulgi era fino y sedoso. Se parecía mucho a cómo Donghae y su hermana Sungmin lo habían tenido cuando eran pequeñas. Tanto el cabello de Donghae como el de Sungmin se habían vuelto más oscuros al crecer. Había una buena posibilidad de que el cabello de Seulgi se oscureciera en el mismo tono rubio rojizo que el de su tía, mientras que Taemin había heredado el estilo mediterráneo de su padre, con sus definidos rizos oscuros. En esos momentos los rizos de Seulgi flotaban alrededor de su cabeza, salvo, notó Donghae con vergüenza, por un nudo de cabello enredado sobre su nuca. Había olvidado peinar a Seulgi antes de salir de casa. Bueno joder, también había olvidado peinar su propio cabello. Eso era lo que obtenía por intentar ir por allí medio comatosa durante todo el día. Intentó peinar el cabello de Seulgi con los dedos y luego hizo lo propio con el suyo, con limitado éxito. Taemin, quien sólo tenía nueve meses, estaba profundamente dormido y roncaba en el portabebés, su pequeña boca de botón de rosa estaba abierta. Después de haber estado tan enfermo durante la noche, el pobre niño estaba exhausto. Empujando el carrito con los niños en él, Donghae entró cojeando en la tienda. Super Saver era una tienda de comestibles de precios bajos, sus productos estaban apilados en los pasillos en sus mismos empaques de cartón, pero tenían un refrigerador y una sección de congelados, y la tienda contaba con aire acondicionado. Donghae suspiró con alivio cuando el aire fresco lamió su piel, aunque el cambio de temperatura hizo que su cansada cabeza le diera vueltas. Apretó los dientes. Todo lo que tenía que hacer era llevar las provisiones a casa y guardar en su lugar las cosas que necesitaran refrigeración. Después podría guardar todo lo demás. Tal vez podría convencer a Seulgi para ver un DVD de Pororo mientras que ella se despatarraba en el sofá y se echaba una siestecita. En un momento del día tendría que ingeniárselas para decidir cuál de las facturas en letras rojas podría pagar, pero eso tendría que esperar hasta que al menos parte de su cerebro volviera a funcionar correctamente. Observó ceñuda la pila de cajas delante de ella. ¿Debería llevar dos latas de atún o tres? Sólo le quedaban unos cuantos vales de comida para el mes, y cada pequeña decisión importaba.
Hubo un tiempo en que ni Donghae ni alguien más de su familia habrían soñado con usar vales de comida. Su linaje era muy antiguo y orgulloso, sus raíces se remontaban a la antigua Grecia. La familia Lee tenía un Poder único entre los hechiceros humanos, el Poder del Oráculo, el cual se había trasmitido entre sus mujeres a lo largo de innumerables generaciones. En una época el Oráculo se había localizado en un templo sagrado del santuario de Delfos. Reyes y reinas, senadores y emperadores romanos, humanos y todo tipo de criaturas de las Razas Arcanas se habían convertido en suplicantes y le solicitaban sus profecías. En retribución habían puesto a sus pies una fortuna en oro y joyas. Todo eso formaba parte de un contrato social antiquísimo que hoy en día casi nadie se acordaba de cumplir. El Oráculo hablaba para la gente y la gente debía proporcionarle sustento. Los solicitantes debían entregar sus ofrendas al Oráculo. El Oráculo no podía pedir o exigir dinero. Si lo hacía, ella estaría cobrando por sus servicios, y la leyenda decía que en el momento que lo hiciera, perdería su Poder para profetizar. Otros miembros de la familia podían hablar en nombre del Oráculo, pero lamentablemente la familia había pasado por varias generaciones de decadencia financiera, mala salud y simplemente una racha de mala suerte. Los padres de Donghae habían muerto cuando era una pequeña niña. Su abuela la crio a ella y a Sungmin, y les enseñó las viejas tradiciones. Hacía cinco años, cuando Donghae tenía diecinueve, y Sungmin veintiséis y estaba recién casada, su abuela había muerto de cáncer. Kyuhyun se convirtió en el campeón de Sungmin cuando el Poder pasó a ella. Y Kyuhyun no tuvo problemas en recordar a los solicitantes sus obligaciones con su esposa. Pero a inicios de este año, Sungmin y su marido, Kyuhyun, habían muerto, y el Poder pasó a Donghae. Ahora sólo estaban ella y los niños.
Donghae tenía sólo veintitrés años y se enfrentaba a algo a lo que nunca debió encarar sola, tenía que proveer sustento a sus sobrinos, dos pequeños niños por quien haría cualquier cosa. Mierda, sí, solicitaba vales de comida. En cuanto fue capaz de dejar el hospital, solicitó todos los que tenía derecho a pedir. Por lo que sabía de las tradiciones del Oráculo, esa decisión había sido algo inédito. Cuando estaba recuperándose en el hospital, Donghae se prometió que no tomaría ninguna decisión a largo plazo o compromisos que no tuvieran que ver con Seulgi y Taemin. Si algo más se volvía una carga intolerable, ella colapsaría. Por ahora se concentraría en poner un pie delante del otro, un día a la vez. Suavemente tocó la nuca de la enredada y brillante cabeza de Seulgi, ella alzó la vista y sonrió.
-Hae, ¿tuvimos compañía cuando estaba durmiendo?-preguntó Seulgi.
-Sí, nenita-dijo Donghae.
-¿Por qué no me despertaste? Me gusta la compañía. ¿Ellos me echaron de menos?-
-Estoy segura que lo habrían hecho si te conocieran-dijo Donghae. Pero eran compañía adulta. No eran compañía apropiada para Seulgi.
-Yo soy una niña grande-le reprendió Seulgi -Soy muy grande ahora-
-Sí que lo eres-dijo Donghae.
Eligió dos latas de atún y las puso en el carrito junto a los piececitos de Seulgo
-No puedo creer cuán grande te has puesto. Muy pronto vas a empujar el carrito de compras conmigo dentro de él- Seulgi se rio bajito. -Pero eran cosas de adultos y del Oráculo. No eran compañía para Seulgi-niña-grande. Por eso Sora vino para darte de desayunar y quedarse contigo hasta que yo regresara-
Tan pronto como Donghae pronunció la palabra "Oráculo", una mirada más oscura y sabia ensombreció los ojos de Seulgi, o quizá sólo era producto del agotamiento de Donghae. Cualquiera que fuera el caso, Seulgi simplemente asintió, inclinó la cabeza sobre su muñeca y se quedó tranquila durante un momento. Donghae añadió cuatro litros de leche y una docena de huevos al carrito. Unos cuantos pasos más allá en el pasillo agarró un par de latas de la fórmula de Taemin. Él también amaba los plátanos, así que los buscó en la sección de productos frescos. Super Saver no tenía una gran selección de frutas frescas y verduras, pero los plátanos parecían bastante buenos así que puso unos cuantos en el carrito.
-¿Podemos quedarnos con el perrito?- Preguntó Seulgi. Donghae tuvo problemas en procesar las palabras durante unos instantes porque eran tan arbitrarias y desconectadas con alguna cosa que les estuviera pasando. Pero esa era la forma en que hablaba una niñita de cuatro años y pronto se puso al corriente.
-¿Qué perrito?-
-Dice que a veces puede ser un gato si yo quiero- Donghae sonrió ampliamente.
-¿Quieres quedarte con un perrito que también es un gato?-
-Ajá- Los rizos rubios saltaron en el aire mientras Seulgi asentía con la cabeza
-Me gusta-
-Por supuesto que el perri-gato te gusta- Donghae se movió alrededor del carrito para dejar caer un beso en la frente de la niña. Seulgi parecía expectante, así que Donghae le dijo
-Eres maravillosa, hermosa, adorable y muy, muy grande-
Seulgi abrió ampliamente los ojos.
-¿Lo soy, verdad?-
-Sí, lo eres. Y si alguna vez logramos encontrar un perri-gato parlanchín, adoraría quedarme con él. Pero por el momento, por qué no vemos si conseguimos que Minho y Yeri vengan a jugar. Haré polos de zumo de manzana. ¿Te gustaría?-
-Ajá-
-Bien, dulzura- Hizo una pausa para buscar un trozo de papel en su cartera y garabateó una nota en él. Minho y Yeri eran los hijos de Heechul, una amiga de Sungmin. Heechul había sido de gran ayuda desde que Sungmin y Kyuhyun murieron, y Donghae le debía unos buenos seis meses de citas de juegos regulares, pero nunca se acordaría de hacer esa llamada si no la anotaba. Su pierna le dolía más que nunca haciéndola cojear notoriamente cuando metió a los niños y los comestibles en su destartalado coche. En vez de usar el dinero del seguro del coche para comprar uno nuevo, Donghae había decidido arreglar su Honda Accord de 1999 para que funcionara confiablemente. Y después gastó el resto en reemplazar un calentador de agua con fugas. La propiedad era una fuente permanente de gastos. La casa no se caía literalmente sobre sus cabezas, pero un edificio de más de ciento cincuenta años tenía constantes problemas. Al menos, el año pasado Sungmin y Kyuhyun habían cambiado la antigua y monstruosa caldera por una de bajo consumo de energía, pero el tejado estaba en tal mal estado que Donghae no creía que durara otro invierno, y francamente no sabía lo que podía hacer al respecto. El viaje a casa se perdió para ella en una bruma de agotamiento. Hizo entrar en la casa a los niños y posó suavemente el portabebés de Taemin en el suelo junto al sofá. Después sirvió algunas galletitas saladas en un pequeño plato de plástico para Seulgi, junto con una tacita de leche. Seulgi se sentiría feliz de ver a Pororo unas diez mil veces. Donghae cojeó a través de la casa para cerciorarse que la puerta de niños estaba correctamente asegurada al pie de la escalera y que las demás puertas del primer piso estuvieran cerradas. Dejó la puerta del dormitorio de Seulgi y Taemin abierta de modo que Seulgi pudiera conseguir los juguetes que guardaba en ese cuarto si así lo quería. Luego Donghae encendió un ventilador de pedestal en la sala de estar. Un ventilador era más económico que hacer funcionar los tres acondicionadores de aire de ventana de la casa. Después procedió a guardar las provisiones.
Había cuatro peldaños hasta el porche. Pensó en todos las veces que subió y bajó despreocupadamente esos peldaños, su cuerpo joven y fuerte había trabajado tan suavemente que nunca le dedicó un segundo pensamiento. Nunca volvería a dar nada por sentado de esa manera. Cuando subió los peldaños con los niños había apilado las bolsas de comestibles en el porche, así que sólo tendría que subirlos una vez más. Dejó de tratar de pensar y permitir que su mente se hundiera en un mar de dolor. Se había exigido demasiado el día de hoy. Le habría gustado meterse en la bañera, salvo que ésta se encontraba en el segundo piso. Conseguir que ella y los niños subieran todo el tramo de escaleras, acarreando con ellos la puerta de niños, le parecía como escalar el Monte Everest. Esperaría hasta acostarlos por la noche y se llevaría el monitor del bebé arriba con ella, pero no creía poder durar tanto tiempo. Tenía el presentimiento que una vez que consiguiera meter a los niños en la cama, ella se apagaría como una flama. Agradecía a los dioses que los niños fueran tan pequeños para poderlos bañar en el inmenso fregadero pasado de moda sin necesidad de inclinarse o arrodillarse. En cuanto a sí misma, también tendría que asearse en el fregadero. Con Pororo en la televisión buscando a su osito de felpa perdido, Seulgi se comió sus galletitas saladas, pretendió alimentar a su muñeca y cantó junto con el programa. El aire psíquico alrededor de la propiedad parecía agitado y lleno de espíritus. Algo relacionado con la presencia del Oráculo o de la propiedad los atraía. La casa estaba atestada con fantasmas. Por la razón que fuera, un grupo de ancianas había estado rondando en su cocina durante las dos últimas semanas. Donghae no las reconocía y no podía distinguir completamente lo que decían. Las fantasmas no eran lo bastante fuertes o no tenían nada por lo que sintieran suficiente pasión para comunicárselo claramente. Sospechaba que sólo disfrutaban de los niños y la atmósfera de la vieja cocina. Sea la que fuera la razón de su presencia, a ella le gustaba su compañía. Se sentían raídas, confortables y descoloridas, casi como una vieja y caliente mantita. Concentrarse en ellas le ayudaba a distraerse de la miseria de su cuerpo. A veces los fantasmas que venían no eran confortables. A veces eran presencias ariscas y afiladas por la malicia y antiguos resentimientos, o que aún revivían los traumas de sus vidas. A veces no quedaba otra opción que expulsar a los espíritus oscuros de la propiedad. Ella no era Jennifer Love Hewitt, y esto no era Entre Fantasmas, donde los enojados espíritus se convertían de una u otra forma en bondadosas personas una vez que tenían la oportunidad de solucionar malos entendidos o expresar agravios que los corroían y luego al final del episodio caminaban hacia un brillante más allá. Los espíritus oscuros y enojados eran oscuros y enojados porque se aferraban a las cosas. Si conseguían la más mínima posibilidad también tendían a quedarse en este plano, extendiendo su rencor y negatividad en todos los rincones de la propiedad como una plaga de malestar. El Poder del Oráculo era el Poder de la profecía. La profecía, tal como estaba relacionada con el Oráculo, no era leer la fortuna ni una revelación divina, pero implicaba un sentido de clarividencia o la capacidad de ver más allá de los cinco sentidos. Si el solicitante preguntaba por aquellos que habían muerto, podía implicar en ocasiones canalizar a los muertos. El Poder siempre pasaba a una mujer de la familia Lee, pero no todas era candidatas aptas. Las capacidades de aquellas con el potencial para convertirse en Oráculo se manifestaban frecuentemente con una fuerte clarividencia o en una conexión con las cosas espirituales, así como el velo del tiempo se volviera más fino de algunas extrañas formas. Tanto Donghae como Sungmin habían mostrado potencial a muy temprana edad, así que su abuela les había enseñado las habilidades y tradiciones que necesitarían si el Poder pasara a ellas. Donghae tenía sus propias sospechas sobre Seulgi. El desafío a la hora de identificar el potencial radicaba en que todas las niñas pequeñas poseían una imaginación activa y a menudo charlaban con amigos invisibles. Por lo general el potencial se identificaba cuando la candidata tenía aproximadamente cinco años, porque para entonces era posible entablar una larga y coherente conversación con un niño para confirmar la presencia de la capacidad. Sea lo que fuera que pasara con Donghae, ya fuera que viviera una vida larga o muriera joven, el pequeño bebé Taemin nunca se convertiría en el Oráculo. El Poder nunca pasaba a los varones Lee, y ellos nunca demostraron tener la capacidad, aunque podían engendrar a hijas que sí la tuvieran, y algunos hombres en su árbol genealógico se habían convertido en Poderosos hechiceros por derecho propio. El día de hoy Donghae envidiaba a Taemin por muchísimas razones. Guardó los comestibles que necesitaban refrigeración y durante unos minutos permaneció de pie ante la puerta abierta de la nevera disfrutando del aire frío. Se sirvió un vaso de agua fría, tomó una dosis de analgésicos y se dirigió cojeando a la sala. Después aseguró la puerta mosquitera y dejó la puerta principal abierta con la esperanza de atrapar una voluntariosa brisa de aire. Luego comprobó a Taemin. El hombrecito todavía roncaba como un condenado y sostenía un regordete puño contra un ojo cerrado. Esta sí que era una siesta intensa.
Alzó su cuerpecito de nueve meses. Parecía más pesado cuando era un peso muerto. Lo llevó a la habitación de los niños y lo colocó en su cuna. Él ni siquiera se movió en sueños. Realizó todas sus tareas inmediatas. Caminó lenta y cansadamente de regreso a la sala y se sentó en el sofá con un gruñido. Su mirada se posó en los libros de texto que había dejado apilados en la mesa de centro. No se había sentido preparada para ir a la universidad justo después de haber terminado la escuela secundaria. En cambio, había dado tumbos por allí durante un año, se citó con tíos y atravesó el país en coche con su amiga Jacqui para así poder bañar los dedos gordos del pie en el Océano Pacífico. Después regresó conduciendo a casa y trabajó en restaurantes hasta ahorrar un dinerillo. Había comenzado la universidad un año después, y por consiguiente, todavía no la había terminado. Se suponía que la pasada primavera debía ser su último semestre. Sungmin, Kyuhyun y Donghae , se habían sentido tan felices cuando salieron a cenar esa lluviosa noche de viernes. Las vacaciones de primavera de Donghae acababan de empezar y Kyuhyun se había enterado que había obtenido un ascenso en el trabajo. Todo lo que se necesitó para romper sus vidas en mil pedazos fue un camionero independiente que se quedó dormido frente al volante e invadió el carril en sentido contrario. El accidente mató a Sungmin y Kyuhyun, y casi hizo lo mismo con Donghae. Si Seulgi y Taemin hubieran estado en el coche como originalmente lo habían planeado, los últimos representantes de la familia Lee habrían sido eliminados en un accidente catastrófico, pero Sungmin había decidido que deseaba cenar sin los niños, así que en el último momento consiguió una niñera. Donghae no recordaba el choque. Se alegraba. No deseaba recordarlo. Cuando despertó en el hospital, se había sentido desorientada y aturdida por los analgésicos. Aun así, sintió de inmediato que ese ancestral poder se anidaba profundamente en su interior, y esto era una de esas cosas que alguien no podía borrar de la memoria una vez que lo sabía. Supo que su hermana estaba muerta y que nada volvería a ser jamás igual. Ahora tenía cinco cursos incompletos gracias a profesores excesivamente comprensivos, ningún título y el peso de una deuda estudiantil que se estrellaría sobre sus hombros en algún momento del futuro próximo. De su estadía en el hospital había acumulado una cantidad monstruosa de cuentas de múltiples cirugías a la rodilla, un embrollo con las políticas de los seguros de vida y del coche pero sin ninguna cobertura de seguro médico, y no había recibido absolutamente nada del camionero muerto ya que él había dejado que su seguro expirara. No importaba cuanto se peleara con los números, los fondos que tenía estaban muy lejos de poder cubrir todas las cuentas. De alguna manera tenía que crear una vida para sí misma y los niños. Tenía que intentar terminar esas clases, conseguir su título y encontrar un trabajo remunerado que cubriera tanto sus gastos básicos y los del cuidado infantil. Y no importaba cuánto se resistiera a la idea, era claro que tendría que presentar una solicitud declarándose en quiebra. Quizá podría calificar para ser exonerada de los costos judiciales.
-¿Tienes todo lo que necesitas, nenita?-le masculló a Seulgi.
-Ajá-dijo Seulgi, sus ojos azules pegados a la televisión.
-Lo siento, Sungmin y Kyuhyun- pensó. -Sé que no os gusta usar la TV como niñera, lo intento, realmente lo hago. Pero por todos los dioses, no puedo mantener los ojos abiertos durante más tiempo- Aflojó el control sobre su cuerpo dolorido y cayó en un agujero negro.
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Fin del primer capítulo! Algo largo no? Pero bueno, estoy aquí con esta historia por que realmente la amo! Al igual que amo a Thea!❤ espero que les guste tanto como a mi! También me gustaría saber de ustedes así que sientanse en la libertad de comentar y decirme o preguntar lo que sea!😌 eso me haría muy feliz!
Bueno nos vemos en el siguiente capítulo!
PD. Para los que ya entran a clases este lunes como yo... pues disfruten todo lo que puedan 😢 ya falta poco para verano, si se puede!

The Oracle Of The Moon [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora