Estamos hechas de insomnios, nuestros ojos están vacíos, y nuestras gargantas están destrozadas.
Los nudillos están enrojecidos y las rodillas las tenemos raspadas.
Sobrevivimos con cigarrillos y vodka.
Y en nuestras cabezas palpitan poesía.
Ya no soñamos. Ya no creemos.
Salimos por las noches al viejo bar de la esquina, con nuestros vestidos cortos y los labios color carmín.
Ya perdimos la cordura. Ahora sólo queremos sentir algo que no sea nada. Porque la nada se puede sentir.
Besamos a desconocidos, bailamos con una botella de vino rosado.
Es media noche y ya estamos subiéndonos las bragas en una cama ajena.
Nos vamos sin despedir, caminando con las zapatillas en la mano sobre la acera. Con el delineador corrido y la mente volada.
Llegamos a casa y nos metemos a la ducha, ahí dejamos nuestras penas ahogadas junto con la moral.
Nos ponemos esa pijama de unicornios que tanto nos hace sentir bien.
Hasta qué nos dormimos, sabiendo que al día siguiente será igual.
Sólo queremos morir.
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Lejos de la luna
PoesíaMe duró más, este cigarrillo de menta, que tú tormenta. #645 en poesía (12.02.17) #642 en poesía (13.02.17) #185 en poesía (16.02.17)