Capítulo 1 "Lo cotidiano"

47 2 0
                                    

Era un día "normal", como cualquier otro, me levantaba temprano, iba a trabajar, volvía al piso a comer y, por la tarde, a trabajar de nuevo. Todo era igual de monótono que siempre. Ésta vez, había encontrado un trabajo en lo que más me gustaba hacer, desarrollo de software. Había conseguido una posición considerable, pero preferí seguir siendo trabajador en vez de directivo, cuando me lo ofrecieron. Aunque siempre que alguno de ellos necesitaba que lo sustituyeran, por cualquier razón, confiaban en mí para ello. En realidad, había sido yo quien había sacado la empresa a flote, al fin y al cabo podía hacer lo que me viniera en gana allí dentro. Y también fuera de allí, porque... ¿Qué iban a hacer, detenerme? ¿Encerrarme? En ese caso, con fingir mi muerte y largarme me bastaba. 

A veces tenía que borrar también cualquier indicio de que seguía vivo, pero me gustaba jugar un poco con las mentes inferiores. Cada vez que creaba algo nuevo que beneficiara al mundo entero, dejaba un símbolo oculto, mi marca, la del verdadero Brook, y cada vez lo hacía bajo el nombre de alguien distinto. 

Más de uno ya se había fijado y empezado a investigar por su cuenta, y por el momento sólo dos personas habían descubierto mi verdadera identidad. Uno de ellos acabó siendo mi mano derecha en todo, hasta que murió. Me dolió mucho su muerte, y también fué una gran pérdida: volvía a estar solo. 

En cuanto al otro... Lo que recibió fue una advertencia, ya que lo que quería era mostrar al mundo quién y qué soy, y además era alguien poderoso, y de no serlo, no me habría descubierto. Nada más y nada menos que el mismísimo Adolf Hitler. Según mi antiguo compañero, lo que lo hizo suicidarse no fué el miedo a ser capturado por el Ejército Rojo, sino la mismísima frustración de no poder hacer lo que le daba la gana. Mi amigo era un gran pensador, y a veces divagaba demasiado.... Lo que no sabía era que yo manejaba en secreto el Ejército Rojo, y en realidad a quien temía era a mí.

Ésa tarde, salí antes de trabajar y decidí ir al parque de siempre, a dibujar. Lo veía más como un hobbie, aunque en alguna de mis vidas me dediqué a ello, y tuve la oportunidad de conocer al gran Da Vinci, del que aprendí muchísimo. Y allí, en ese, por lo general, aburrido parque, fué donde la conocí.

Las memorias de Brook BayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora