Capítulo 2 "Algo inesperado"

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Me senté bajo el árbol donde me ponía siempre, saqué mis cosas y miré alrededor, buscando alguna inspiración. Pero me sentía raro... Alguien me estaba observando. Cuando me fijé bien, en un grupo de unas cinco personas, había una chica mirándome fijamente. El resto eran chicos, ella era la única chica en el grupo. Cuando se dio cuenta de que la miraba, esbozó tal sonrisa que tuve que responderle con otra. Me quedé observándola, y desde esa distancia sólo pude distinguir que era rubia, tenía los ojos claros y era la más baja del grupo, su cabeza estaría, al lado mío, a la altura de mis hombros. 

Pero cuando me fijé, uno de los otros chicos estaba mirándome con cara de asesino. 

- Vaya... - Me dije en voz baja. 

Al momento, me levanté, me senté detrás del árbol y empezé a dibujarla, con su larga y ondulada cabellera rubia que le llegaba a mitad de la espalda y sus ojos de un color indescriptible, pero muy claro. Mientras lo hacía, pensé en el chico, el que me miró mal... ¿Sería su novio? No me lo había parecido, cuando la miré por última vez, vi una expresión triste y apagada en su rostro, que nada tenía que ver con la sonrisa risueña que había visto instantes antes. No entendía que alguien como aquel tío pudiera ser su novio, y no se le parecía en nada, por lo que tampoco era su hermano. Además, que cambiara la expresión de la que había sido mi musa de aquella manera significaba que ella no era feliz con él. 

Al acabar, me di cuenta de que no la había dibujado feliz y risueña, sino con la misma expresión que vi al mirarla por última vez. Indignado, garabateé el dibujo, arranqué la hoja, la arrugé y la tiré a la papelera más cercana, a lo que un niño que pasaba por allí con su madre miró asombrado, pues había acertado. Le dediqué una sonrisa, pero la madre tiró de él, mirando detrás de mí asustada, y lo llevó por otro camino. Algo malo pasaba, y era justo donde antes estaba la chica que acababa de dibujar. 

De repente, una cachetada y un grito femenino, seguido de una risotada masculina y una sucesión de golpes secos, cada uno acompañado de un gemido ahogado en lágrimas. Solté las cosas y salí disparado hacia el grupo, estaba la chica tumbada en el suelo en posición fetal y llorando, el tío que me había mirado riendo y los otros tres pegándole patadas a la chica. Al llegar yo, pararon y se apartaron, y el que reía me encaró. 

- ¿Qué coño miras, hijo de puta? Ésto no te interesa, aunque en realidad es culpa tuya. Lárgate.  

No le hice caso, me quedé quieto, mirándole fijamente a los ojos con rabia. 

- Bien, tú lo has querido - dijo, y levantó su brazo derecho para darme un puñetazo. 

Lo paré con mi mano izquierda, le apreté el puño tan fuerte que se oyó un "crac" y le di un puñetazo en la barriga, que lo lanzó volando contra un árbol. No había nadie más que los otros tres y la chica en el parque, así que no me importó. Me agaché a ver qué tal estaba la chica en lo que los otros iban a socorrer a su compañero. Tenía moretones por todos lados, un ojo hinchado y un cachete rojo. Cuando me miró, volvió a esbozar una sonrisa, dolorida y entre lágrimas, y quedó inconsciente. Miré a los demás desde donde estaba y no hizo falta más para que recibieran el mensaje: "Más vale que corráis". Cogieron a su amigo y se largaron. Yo llamé a un taxi y la llevé al hospital, estaba ardiendo, muchísimo más de lo que nunca había visto a nadie. Ni siquiera recogí mis cosas, y en ese momento era lo menos que me importaba.

Las memorias de Brook BayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora