Untitled Part 7

49 0 0
                                    


Hasta ahí llega el sueño: después todo se detiene. Todo. No avanza. Sigue y sigue y sigue.

La imagen del rockero, la imagen de mí mismo en la ventana, mirando la ciudad de Las

Vegas que se extiende inútil, eterna bajo el sol, pensando en la posibilidad de lanzarse al

vacío, de caer frente al moai falso, de concreto, y estallar. Nada más. Ésa es la imagen. Una

imagen que se estira. Que no avanza

—Matías, despierta. El desayuno está listo. Recuerda el bautizo.

Es la voz de mi madre pero yo sigo soñando. Soñando un sueño que no avanza. Que se

estira.

—Matías, te llaman por telefono. Te llama Cox.

Es la voz de la Francisca. Abro los ojos, entra una luz radiante. Casi como si estuviera en

Las Vegas, pienso. La Francisca está vestida en tonos pasteles. Elegante. Estoy en Santiago.

—Te ves pésimo. No deberías acostarte tan tarde.

—Si sé —le digo.

—No se nota.

—Tráeme el teléfono.

—El teléfono no se puede mover mucho de su sitio porque la Bea lo tiró al suelo y quedó medio

malo. Mañana viene un hombre a arreglarlo.

Me levanto y sigo el cable del teléfono. Está en la pieza rosada de la Bea, que ya hizo la

cama y no se ve por ningún lado, por suerte. Me dejo caer en el cubrecama con vuelos y

coloco una muñeca Porotín con piyama amarillo-pato sobre mi estómago.

—Hola, ¿qué quieres? Estoy cagado de sueño. Ni dormí.

—Te anduvimos buscando. ¿Dónde terminaste?

—Después te cuento.

—¿Sexo?

—Más de lo que crees...

—Uno de estos días te vas a pegar una infección que no te la va a quitar nadie.

Dejo a un lado el Porotín y levanto el borde de mi espantoso piyama de algodón celeste

para ver cómo amanece. No veo piel quemada ni irritación ni cosas raras.

—¿Y? ¿Vamos a ir? —me interrumpe Cox.

—Vamos. Hablé con mi viejo. Cero problema. Tendrías que pasarme a buscar, eso sí. Frente a la

iglesia de El Golf, ¿sabes dónde está?

—Una prima mía se casó ahí.

—Ahí, entonces. A las once y media. El bautizo es a las diez y media.

—Es un poco raro que bauticen en domingo, ¿no?

—Es una cabala de mi hermana. Una huevada. Bautiza a todos sus hijos cuarenta y cuatro días

después

176

177

de nacer. Como el cura es conocido, le acepta el hueveo. Y le cobra. Una vez fue de noche.

Porque son cua-jj renta y cuatro días a partir de la hora del nacimiento.

—Gente rara.

—Si sé.

La Mala OndaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora