2
La primera noche.
Llego la noche al fin, y la obscuridad se postro sobre todos nosotros, pues no había luz alguna que le impidiese hacerlo. Intente prendiendo cada contacto de luz, pero fue algo inútil. Quizá la central decidió quitarle la energía a esta parte de la ciudad.
Por tal motivo, fui directo a la única habitación de arriba, para quedarme ahí hasta que volviese a salir la luz del sol. Pero me fue imposible dormir con aquel ventanal tan grande frente a mis ojos, que te llevaba a un pequeño balcón ubicado en el exterior del edificio. Similar al de los hoteles cinco estrellas, ya sabes, para mirar el océano desde ahí mientras te tomas un champán en compañía de tu pareja.
El punto era, que no podía evitar la curiosidad de querer salir por ahí. Quería ver pasar a toda esa gente de la que habíamos huido anteriormente y mientras esperaba allí, encontré un papel, sucio y arrugado bajo una maceta, el cual, saque de su escondite para leer y que decía así:
Sr. Elvin, temo comunicarme por este medio, pero era el único con el que contábamos en el momento y que considerábamos más seguro. Tiene que viajar hasta Londres de inmediato. A su esposa no le ha caído algo bien y está bastante grave. La última vez que se le dio un antibiótico empeoro aún más y sin razón alguna mordió al médico que la atendía en ese instante.
Creemos que es muy contagioso pues el doctor Eliot está sufriendo convulsiones y tiene una fiebre endemoniada y por eso le necesitamos aquí de inmediato, para que firme unos documentos en los que nos autorizara matar a su mujer si el virus que trae dentro se nos va de las manos.
De ante mano muchas gracias.
Dr. Nick Strange.
Esa carta era bastante extraña. Llena de suspenso y misterio. Como si allí, se les hubiese desatado el virus del que me hablo Leo. No había manera de saberlo. La postal no poseía fecha inscrita y no ofrecía más detalles al lector sobre el asunto.
En cuanto la termine de leer, levante la mirada. Fue entonces cuando los vi al fin, a aquellos que parecían personas, pero que en realidad ya no lo eran más.
Ahora se habían transformado en una especie de monstruo que solo se ve en las películas. Sus ojos tenían un color rojizo, que resaltaban gracias a la falta de luz. Su piel que se encontraba en estado de putrefacción, era muy parecida a la de un cadáver que fue enterrado bajo la fría tierra de un cementerio, y que se ha comenzado a desintegrar después de cierto tiempo.
Esas cosas parecían demonios que caminaban sin sentir dolor alguno, ¿Porque estoy diciendo eso? Porque a la mayoría de ellos les faltaba algún miembro y seguían de pie como si nada les hubiese sucedido. ¡Coño! No creo que alguien normal caminase con las tripas colgándole de fuera porque estaría ¡Muerto! Por favor, esto está cada vez más raro. ¿Qué clase de virus es este?
— ¿Qué haces aquí afuera? — Pregunto Leo, mientras se rascaba la cabeza
— Solo observo a esas cosas caminar. — Respondí, señalándole con el dedo la carta que había dejado en el mismo sitio del que la tomé.
— Deberías dormir John, te hace falta. Nosotros cuidaremos de ti…. Siempre lo hicimos ¿o no?
Dormir, claro. Estaba traumatizado por lo que había vivido en un maldito día y quería que durmiera, como si no se tratase del fin del mundo, pero aun así, logre dormir por un rato, quizá fue el cansancio el que me obligo a hacerlo.