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- ¿Se puede saber que estás haciendo tú aquí?

- ¿Y ahora que te pasa? ¿Es que ya una madre no puede ir a ver a su hijo que está en el hospital? - dijo mi madre acercándose a mi.

- No digo que no puedas. - miré al techo del hospital. - Sólo... no me lo esperaba. - suspiré. Mi madre se sentó en la silla que estaba al lado de mi camilla y me cogió de la mano.

- Menos mal que no a sido nada grave cariño mío... ¿Se puede saber que has hecho para darte un golpe tan fuerte en la cabeza?

- Si te lo digo pensarás que estoy loco, mamá. - la miré con una pequeña sonrisa tranquilizadora.

- Tranquilo, no te juzgaré; puedes decirme lo que sea. Ya sabes que siempre podrás confiar en mí.

- Esta bien. - cerré los ojos. - Estaba de fiesta y estaba a punto de irme con una chica hasta que... Oí como unas voces...

- ¿Como voces? ¿En tu cabeza? - abrí los ojos despacio.

- Si... Era una voz que ya había escuchado antes. Me decía que estaba perdido y que debía confiar en ella.

- ¿Era una voz de chica? Pero, ¿de qué chica? ¿Con la que te ibas a acostar? - mi madre me miraba atenta.

- No, era la voz de una chica que conocí en una fiesta de máscaras.

- ¿Si? - rió.- ¿La chica por la que estás en depresión? Hay mi pequeñin...- la miré mal.

- Mamá, no estoy en depresión. Y además, ¿tú como sabes de su existencia? - volvió a reír. Me encantaba verla reír.

- Puede que Javi mencionara algo...

- Ese chivato... - reí pero paré por el dolor que me dió en la cabeza.

- No hagas esfuerzos, Kian. Según tengo entendido, mañana te darán el alta.

- Mejor, porque no soporto la comida de aquí.

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- Kian, ¿tienes los formularios que te pedí? - reclamó mi padre.

- Ahora mismo iba a recogerlos. - dije levantándome.

- Si ves que no puedes, dile a Micaela que vaya. - salió de la oficina dejándome solo en esta.

Llamé por el intercomunicador a Micaela y a los pocos segundos entró con la mirada gacha.

- ¿Necesita algo, señor Kian? - dijo quedándose en la puerta y colocando bien sus gafas.

- Te he mandado por correo una foto de los formularios que debes recoger en la Avenida Brooklin. Los necesito para dentro de una hora como máximo. - me senté en la silla y finalicé unos temas en mi ordenador.

- Vale, no hay problema. - comenzó a cerrar la puerta pero paró a la mitad. - Señor Kian, perdone que me entrometa pero me dijeron que tuvo un accidente, ¿es cierto? - dejé de mirar al ordenador y clavé mi mirada en ella.

- ¿Quién te dijo eso?

- Humm... Lo estaban comentando por la oficina y... - no dejé que acabara ya que me levanté de un salto y salí de la oficina chocando el hombro con Micaela sin querer.

- ¡Quien a sido la persona que a osado extender lo de mi accidente! - miré a todos con rabia. - ¡Como esa persona no salga, me veré obligado a echar de la empresa a una persona al azar y me da igual quién sea! - Todos los del lugar miraron a una sola dirección. Y en esa dirección se hallaba Emma. Emma, al verse acorralada, empezó a levantarse con la mirada clavada en la mía.

- He sido yo. - dijo al final.

- Venga a mi despacho. - dije en un tono bastante grotesco e intimidante.

Cuando entramos, cerré con pestillo. Ella giró y me miró un tanto asustada, y, sólo con la mirada, le ordené que se sentara en frente mía.

- Bueno Emma, - me senté en la mesa, con un pie apoyado en el suelo y el otro en el aire. - ya que te gustan tanto los chismes, - Me crucé de brazos. - ¿te gustaría que le dijera a toda la oficina que tú fuiste la causante de mi accidente? - Emma abrió los ojos sorprendida.

- P-pero eso no es cierto...

- Pero eso nadie lo sabe. ¿A quién crees que le creerían? ¿A ti o a mí?

- Tú padre podría despedirme... N-no puedes hacerme eso... - dijo con los ojos vidriosos.

-¿Por qué siempre vas así por la vida?

- ¿Así cómo?

- Haciendo daño, pasando por encima de todos...

Las palabras de aquella chica llenaron mi mente. No podía hacer eso, no podía ser tan cruel.

Yo no era así.

- Por favor, - suspiré y la miré. - que no se vuelva a repetir. - Emma se sorprendió por el brusco cambio que había dado la situación. Asintió y se retiró de mi despacho.

Cerré los ojos con fuerza y respiré hondo. Debía aprender a controlar mis impulsos.

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Cuando llegué a casa aproveché que Javi estaba en casa de su novia y estuve pensando varias maneras de volver a ver a esa chica. Habían pasado 5 días desde el accidente en la fiesta y todo ese tiempo estuve tomando relajantes musculares que me dejaban súper drogado.

Ese día no tomé ningún relajante y todo para poder verla. Me acosté en mi cama e intenté que el sueño me meciera.

Pasada la media noche, aún seguía sin dormirme. Frustrado de que no hubiera resultado, me levanté a darme una ducha con agua caliente.

- Mierda... - en plena ducha, se fue la luz y empezó a salir el agua helada.

Cerré el grifo rápidamente y, palpando los armarios, cogí una toalla que había encima del lavamanos. Me sequé y me vestí como pude hasta que por fin logré salir del baño. Pero fuera de este, me llevé una gran sorpresa.

Mi cuarto estaba iluminado por velas aromáticas que desprendían un olor demasiado dulce y, desde mi cama, me miraban unos ojos chocolates, que ahora se veían más oscuros debido a la falta de luz.

- Hola Kian. - sonrió mostrando la blancura de sus dientes.

- ¿Cómo has e-entrado? J-juraría que las puertas y las ventanas estaban con el cerrojo puesto...- dije nervioso. Aún estaba alucinando. Siempre la veía en sueños, pero ahora mismo estaba totalmente seguro de que no me había logrado dormir.

- Yo no necesito una ventana o una puerta para entrar a un sitio, Kian. - se levantó sonriente y se acercó a mí. Estaba descalza y llevaba el mismo vestido blanco que la última vez que nos vimos. Ella era más bajita que yo; me llegaba por los hombros.

- Tenía tantas ganas de verte... - sonrió sin dientes.

- Bueno, ya me tienes aquí. - dicho esto me abrazó. Me abrazó tan fuerte que podía sentir como mi alma se llenaba y como mi corazón se iba recomponiendo a una rapidez descomunal. Le respondí el abrazo e intenté transmitir en él todo el cariño que le tenía aún sin conocerla.

- Quiero conocerte. - le dije con la cabeza en su cuello.- Déjame hacerlo.- susurré suavemente en su oído. Intenté inhalar todo su aroma hasta que mis pulmones se inundaran de ella.

Porque según personas sabías dijeron, vive el hoy, porque si lo dejas todo para el mañana, puede que sea demasiado tarde.












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