Espera, ¿Qué?

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Por la mañana, cuando me levante de la cama estaba adolorido, me había dormido encima del brazo y no me sentía cómodo. Me desperté ya varias veces por la noche por el dolor y los anestésicos no iban del todo bien, pues aún tenía molestias.

Mi habitación la compartía con Ian, que dormía encima mía, y Dereck y Jack en la litera de al lado. La habitación era pequeña, aproximadamente unos 25 metros cuadrados. Jack y Dereck se habían ido a entrenar, pues los tiradores tenían que madrugar para aprovechar al máximo las horas de sol. Los rastreadores, como nosotros podíamos entrenar a cualquier hora, ya que nos basábamos más en la movilidad y en el manejo de armas cuerpo a cuerpo y a corta distancia.

Salí de mi habitación para ir a la enfermería, estaba lejos, pero no me podía quejar. Allí estaba Lexa esperándome, sabía que iba a venir porque los analgésicos esos no eran fuertes.

- Sabía que vendrías – Dijo sonriendo.

- Normal, esta mierda no me calma el dolor- Le dije con un tono obvio.

- Para la siguiente te tomas lo que te recomiendo de primeras y no te quejas – dijo ella.

- ¿No hay más medicamentos mejores que estos? – Pronuncie un poco molesto.

- Si quieres más tenéis que traerme, y tal y como estas tú del brazo dudo que puedas hacerlo chavalín - Dijo riéndose con un tono burlón.

- Pues iré – Dije mientras rápidamente salí de la farmacia.

Afuera me estaba esperando Ian con el coche para ir a ver a entrenar a Dereck y a mi hermano. Yo le dije que fuésemos a buscar medicamentos a la ciudad, pero no quiso. Me costó un cuarto de hora convencerle de que los necesitaba para que me doliese menos y no solo para mi si no también para otra gente.

Al final accedió, pero me dijo que en menos de dos horas volviésemos, y yo le dije que entonces nos fuésemos ya. Cogimos el mismo Jeep que usamos Jack y yo en las prácticas de tiro, aún tenía las marcas de los disparos de los mercenarios (Me pregunto quienes serán)

Salimos diciendo que íbamos a ver entrenar a los chicos, y cogimos la autopista dirección Quebec. A la media hora de viaje estaba todo tranquilo, teníamos bien la gasolina (además que llevábamos dos garrafas detrás del auto) solo se veía lo típico, coches abandonados y comenzándose a oxidar, animales salvajes correr por ahí, etc.

Llegamos a la ciudad y como pensaba estaba todo desierto, sin rastro de vida, así que comenzamos a buscar farmacias. La mayoría ya estaban totalmente asaltada y solo quedaban algunas que otras vendas, que decidimos llevarnos (nunca se sabe). Seguimos buscando farmacias, pero estaban casi todas vacías, así que decidimos ir al hospital, a ver si allá tenían algo.

Nos acercamos y vimos unas camionetas enfrente del edificio, y unas cinco o seis personas vigilando los autos. Nos bajamos del coche y nos acercamos agachados para observar mejor, yo los distinguí rápidamente. ¡Eran los mercenarios!

- Tío que estos son los hombres que me intentaron disparar – Le dije con nervioso.

- ¿Qué hacemos? ¿Nos vamos? – dijo el con la seriedad que solía tener siempre.

- Mierda – solté rápidamente y eche un paso atrás.

- ¿Qué pasa? – cambio su expresión seria a preocupada al ver mi cara.

- Esa... Esa es... - y me desmaye.

Desperté que estábamos dentro del hospital. Estaba atado a una cama y con una mordaza en el cuello. El brazo me dolía a mil demonios, se había acabado la anestesia e infectado la herida.

Se acercó un hombre alto, pelirrojo con barba castaña y ojos azules (si, extraño, lo sé). Y me comenzó a observar, como si buscase algo en mí. Yo estaba sudando de los nervios, y empecé a gritar del dolor del brazo. El hombre ese le dijo a alguien que me hiciese callar, y se acercó esa persona que tanto me sonaba, y me volví a desmayar, pero esta vez del dolor del brazo.

Al despertarme, ya no estaba atado, estaba en una cama de hospital y a mi lado Ian, amarrado a una cama y silenciado por un trapo atado en la boca. Yo me levante, ya no me dolía el brazo, fui directo a desatar a Ian. Sorprendentemente me dijo que no con la cabeza y retrocedí unos pasos, justo entro el señor de antes y se presentó.

- Me llamo Charles, me puedes llamar Charly o Carl, como desees. – dijo con un tono muy tranquilo

- ¿Qué hago aquí y que hace mi amigo atado? – comencé a preguntar histérico por la situación.

- He he he, chaval, aquí no eres nadie para preguntar cosas, todo lo contrario tienes que responderlas y más te vale que digas la verdad o no saldrás de aquí bien parado ¿entiendes? – pronuncio algo más agresivo.

- ... – me quede callado pues no sabía que decir ante la amenaza.


QuicksandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora