T de temerario

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La vida entre nosotros cuatro era una constante carrera por hacer las cosas más divertidas y arriesgadas. E y V se la pasaban discutiendo quién era mejor, de manera silenciosa. Si uno levantaba una piedra otro levantaba una piedra aún más grande, si uno escalaba un árbol, otro lo hacía aún más arriba o un árbol más grande. Jamás nos estábamos quietos.

Mi padre me decía que a donde fuera siguiera a V, excepto cuando él estuviera tratando de ganarle a E. Entonces, y solo entonces, me hiciera a un lado y dejara que ellos se arreglaran.

Tenía mucha razón, mientras caminábamos todos seguíamos las huellas y los pasos de V, pero cuando era de correr o jugar, teníamos que evitar esos pasos. Tomaba muchos riesgos con tal de ganarle a E. Y lo mismo él. Éramos niños. Es normal.

Cuando Valentina llegó las cosas cambiaron. V ya no competía tanto. Ahora no solo nos tenía a nosotros, también a ella que cuidar. Jamás le vi así con nadie. V realmente estaba muy metido con ella. ¿Enamorado, quizás?

No eran celos, creo, pero A me decía que le encantaba ver a V feliz. Antes solo le veíamos sonreír si ganaba, ahora no le importaba ganar, sino protegernos a mí y a Valentina. Tina, le decíamos de cariño. Aunque ella no necesitaba protección. Toda su vida había estado sobreprotegida, lo que quería era correr, y vencer a los chicos, deslizarse, llegar más lejos. Era... admirable su convicción.

A y ella se llevaron muy bien, yo era un poco más tímida. Jamás me quedaba sola, le temía a muchas cosas... V siempre me cuidaba. Excepto una vez...

Ocurrió algo muy riesgoso. Nos acercamos mucho al acantilado del borde del río seco. A resbaló y cayó cuando nos asomamos mucho, y no pudo o no quiso soltarme, me fui con ella. Caímos de muy alto, no sé por qué no morimos... Ella parecía muy malherida. La voz de E desde lejos me hacía ver que estaba ahí. Pero no era lo mismo, V sabría qué hacer, sin embargo ese día no nos acompañó. Tina le había invitado a su casa. Por fin conocería a su padre. Era un gran momento. Y lo echamos a perder por estúpidos...

E entró en pánico, trató de salvarnos, sin ir por ayuda, y resbaló. Cayó también, aunque a dos niveles más arriba que nosotros. El golpe no le afectó al parecer, se paró y trató de alcanzarnos. Se lanzó desde arriba para saber si estábamos bien... Lo estábamos, pero nos hallábamos sin salida. ¿Y ahora qué se supone que haremos los tres aquí? Le preguntó A muy molesta.

El chico güero rompió en llanto; 'lo siento, no soy Ve, ¿de acuerdo?'

-Tranquilo, no pasa nada -trató de calmarlo A.

Yo veía como la luz del sol se esfumaba en el horizonte. No sabía qué hacer, el frío era congelante por las noches aunque fuera verano. Quedaba mucho vacío aún para llegar al suelo. ¿Lo mejor era caer o tratar de subir?

De repente E se levantó y empezó a deslizarse por el acantilado, 'ya queda menos por bajar que por subir', dijo y siguió deslizándose. Tenía razón pero si caía sería un duro golpe, casi tanto como el que ya se había dado. Era un chico duro.

Tropezó y cayó, se volvió a golpear la cara y el torso, pero ya estaba en el suelo. Levantó el pulgar en señal de aprobación y empezó a trotar río abajo, donde el borde no estaba tan alejado del bosque. Tendríamos que esperar su regreso.

Debo admitir que cerré los ojos y me quedé completamente dormida, mientras A me abrazaba para mantener el calor. De repente, V salió de la cueva detrás de nosotros, y con él E.

-¿Están bien? -preguntó E.

-Sí... pero ¿de dónde salió ese túnel? -pregunté.

-V lo encontró -admitió E -Era usado por los mineros cuando construyeron la represa. Es una especie de desagüe ocupado para riego de tierras.

-Menos mal que cayeron aquí y no más arriba, hacia la presa -dijo V, que se veía algo malhumorado y preocupado.

-Lo siento, por todo... -dije, tratando de que me hiciera caso.

-No te preocupes, al menos E logró llegar.

-Sí, gracias, en serio E -le sonreí muy adolorida.

Me contestó la sonrisa apenado. A se desmayó por el cansancio. La llevamos a casa de Valentina hasta que se recuperó y comimos muy bien. Su padre nos alimentó y nos ayudó a recuperarnos.

-Salvaste el día -le repetí a E.

-Me basta con salvarte a ti -me sonrió sonrojado.

Le di un gran abrazo mientras los chicos nos veían sonrientes y muy exhaustos.

Diente De León.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora