Narra Ed.
¿Cuándo demonios dejarás de vagar por mi mente, Amelie? ¿Cuándo? Llevaba toda la mañana echado en la cama, sin ganas de levantarme, ni mucho menos de salir. Como era habitual en mí desde que la preciosa Amelie me dejó solo. Ojalá algún día se presente sin excusas en la puerta de mi casa, o simplemente me dé una llamada. Pero según la teleoperadora, cambió de número. He intentado contactar con ella por redes sociales, pero su perfil había sido borrado.
Estaba desesperado, no aguantaba más sin verla, ni escuchar su voz, ni rozar su rostro, ni acariciar su melena rubia.
'Basta, Ed. Basta' me repetía yo mismo. 'si te quisiera, estaría aquí'
Triste pero cierto. Basta de cháchara Ed, ahora mismo te levantas y sales a despejarte. Era gracioso, hasta yo mismo me regañaba.
Raramente me hice caso y salí de ahí. Mi cabellera pelirroja tomada entre mis dedos antes de echarla ligeramente hacia atrás y hacia un lado. Decidí ir a una cafetería, no muy lejos de allí, donde servían unos buenos Capuccino.
A base de ligeros silbidos llamaba a la camarera, bastante pequeña de estatura. Tenía buenas curvas y una buena actitud con la gente, según veía. Una melena negra tapaba su cara, que minutos después la echó hacia atrás dejándome ver unos preciosos ojos esmeralda.
- ¿Qué desea? - sonreía. Diablos, y qué sonrisa. Y qué labios. Extrañamente, el recuerdo de Amelie no apareció por mi mente. Le sonreí antes de hablar.
- Bueno - carraspeé, me ponía bastante nervioso-, me habían comentado que los Capuccino están bastante deliciosos en esta zona. ¿Me da usted la aprobación, señorita?
Sus mejillas se tornaron a un rosa carmín y volvió a sonreír. Si volvía a sonreír de esa manera, creía que me volvería loco.
- Por supuesto señor, son los mejores de esta zona. Y es lo que nos hace bastante conocidos. - su ligera acentuación en el habla y la forma en que se dirigía a mí me hizo sonreír.
- Me hace gracia la forma en que me llama. Por favor, llámame Ed. Y sí, me gustaría tomar uno por su aprobación, señorita...- intentaba ver la tarjeta que tenía a un costado, pero ella respondió antes de que leyera el nombre por completo.
- Charlotte. - y se fue mientras una pequeña sonrisa se escapaba de sus labios encarnados.
Charlotte, bonito nombre. Preciosa chica de ojos verdes.
Como si de una liebre se tratara, Charlotte vino hacia mí con equilibrio y rápidez.
- Me gustaría charlar más tiempo contigo, pero tengo trabajo. - dijo haciendo una adorable mueca que me hizo carcajear.
- Siempre y cuando me des tu número podríamos volver a vernos. - enarqué mis cejas y ella rió. Agradable risa.
Antes de volver cruzar la esquina, volvía a casa con su teléfono, una gran sonrisa y una historia que acaba de empezar.