La resistencia

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     Al entrar a la ciudad me topé con un fúnebre y tétrico escenario en el que se podían respirar los vestigios de lo que alguna vez fue felicidad. El aire se sentía sofocado. Miré a mi alrededor y superficialmente no había más que grises edificios y charcos en el suelo a un lado de las alcantarillas. Todo estaba bastante calmado. Decidí caminar por un sombrío, húmedo y sucio callejón, esperando ver algo o a alguien, entonces escuche en la lejanía el alboroto de un disturbio, por lo que apresuré mi paso, pues siempre fui algo chismoso. Di vuelta a la izquierda, luego a la derecha y cada vez sentía más de cerca los gritos, la discordia y el malestar de lo que se escuchaba como una multitud enfurecida. De pronto, al intentar doblar a la izquierda por segunda vez, escuché algo aproximándose a mí con gran velocidad. Decidí voltear solo para toparme con un un tipo abalanzándose sobre mí. Este estaba vestido completamente de gris.
     Luego de que el tipo lograra tirarme al suelo comenzó a golpearme en la cara. Podía sentir como su puño se estrellaba con tal fuerza que parecía que quería atravesarme. Impactó su nudillo contra mí una, dos, seis, diez veces, era impresionante como yo, un tipo escuálido y desnutrido tenía la capacidad de resistir tanto, pues mis vagos intentos por cubrir sus golpes eran inútiles, ya que de una forma u otra el rufián lograba su cometido. Definitivamente no era mi día; la nube me había abandonado a mi suerte en unas tierras desconocidas, en las que moriría apaleado por un extraño al que apenas pude mirar de reojo. Me hice la idea de morir en ese lugar cuando de repente, llegó a toda velocidad un tipo con el rostro cubierto con un pañuelo rojo a golpear a mi atacante con un acertado batazo en la cabeza. Al ver que el corpulento hombre caía al suelo, el sujeto con la cara cubierta se acercó a la escena y me miró; detrás de él aparecieron sus camaradas, que parecían ir uniformados con una playera blanca además de la prenda que cubría sus rostros. Por alguna razón me sentía a salvo ahora, pero no podía evitar sentir un agudo dolor en la cabeza a medida que mi visión se desvanecía.

     Al ser golpeado por ese individuo de emociones inexistentes me sentí aplastado, literal y no literalmente. Podía ser una representación metafórica de lo que viví en mis épocas de escuela: los maestros intentaban cambiar mi forma de ser mientras pretendían aplastar mis pensamientos haciendo uso de los cuentos que ha inventado el gobierno para controlarnos e imponernos una patria. En esta ocasión, yo encarnaba el papel de mis ideas y el sujeto el del sistema tratando de moldearme a su antojo, pero por suerte en las dos situaciones me resistí y logré quedar vivo en cuerpo y espíritu.
     Desperté aturdido de nuevo, sacudí la cabeza como la vez anterior, pero ahora pude notar que mis manos y mi cuerpo estaban atados a una silla en un cuarto carente de muebles en el que solo había un foco colgado del techo que nos iluminaba con una luz muy tenue. La persona que me había salvado unos momentos atrás apareció frente a mí y me dijo.
     —¿Quién eres? ¿Qué haces por aquí? —preguntó, mientras trataba de intimidarme con su mirada.

     —Mi nombre es Daan. Terminé cerca de esta ciudad y decidí venir para averiguar en dónde me encuentro, por lo menos —dije de una manera visiblemente enfadada.

     —¿Cómo es que terminaste cerca de esta ciudad?

     —Brother, te agradezco la intervención que hiciste hace rato, pero en este momento lo que menos quiero es estar atado en una silla conversando sobre cosas sin sentido. Me siento mal por la golpiza que me propinaron, además, tengo una misión que cumplir, y aquí sentado no voy a lograr nada —dije de una forma apacible pero grosera.

    —Primero déjame informarte que en nuestro mundo es imposible que los daños físicos provoquen la muerte, además de que aquí nuestros cuerpos son muy resistentes, así que deja de exagerar, todo está en tu mente. Ahora cuéntame ¿Qué misión? —acercó su cara a la mía exageradamente, casi haciendo que nuestros ojos tuviesen contacto— ¡¿Trabajas para alguien acaso?! —gritó exasperadamente.

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