—Hija, ¿todo bien?— era la quinta vez que la mamá de Caterina subía a su cuarto para hacerle la misma pregunta.
—Sí mamá, no te preocupes, ya estoy bien—Cate le respondió de la manera más paciente posible, pero era más que obvia su desesperación.
—De acuerdo cariño, pero no dudes en llamarme si requieres algo.— salió de la habitación dejándonos solos.
Caterina volvió a cerrar los ojos, desde que la traje a casa después de su desmayo, no hemos cruzado palabra. Por mi parte no sé qué decirle, ya le pedí perdón por el golpe que causó esto, y cuando lo hice se limitó a mirarme y hacer como si nada.
— Lo siento.
¿Qué?
— ¿Qué?
— Dije que lo siento. No me hagas repetirlo.
— ¿Por qué lo sientes?— su voz me tomó por sorpresa y me costó formular la pregunta.
— Por la forma en que me porté contigo hoy. Cuando me hablaste en la cafetería estaba enojada, aún lo estoy, pero no por ti. Tengo demasiadas cosas en la cabeza y exploto con la mínima cosa, así que llegaste tú y ¡boom! De verdad lamento haberme desquitado, suelo ser así y mi madre ya me ha regañado bastante por ello, así qu...
Estaba impactado. Caterina seguía hablando, pero yo ya no escuchaba lo que decía. Todo pasó demasiado rápido, ni siquiera yo fui consciente de lo que hacía.
Mi último pensamiento fueron sus labios.
* * *
Caterina
— Deja de mirarme así.
— ¿Así como?
— Así como lo estás haciendo.
— No puedo evitarlo, tengo curiosidad. ¿Es tu novio?
— No.
— ¿Te gusta?
— ¿En serio?
— ¿Por qué te besó?
— No lo sé.
— Mientes.
Jesucristo.
Amaba a mi hermana, de verdad que sí. Pero a veces podía ser un poco... exasperante.
— Isabella, te adoro, pero comienzas a irritarme.
— A mi me irritas todo el tiempo, pero te tolero.
A veces me cuesta creer que tiene 11 años.
Han pasado sólo 5 minutos desde que Alessandro salió por mi puerta y mi hermana no ha parado de hacerme preguntas con respecto a él. Ni siquiera yo estoy segura de por qué me besó, y lo peor de esto es que yo le correspondí. No he tenido tiempo de pensar en nada.
— ¿Y bien? —su mirada inquisitiva puede ser perturbadora.
— No lo sé Isa, simplemente pasó. Ahora sal de mi habitación que quiero descansar.
— No me iré hasta que respondas por lo menos una de mis preguntas.
Realmente estaba considerando responder una, pero fui salvada por la campana. Literalmente.
— ¿Quién te ha mandado mensaje?
— Ni idea, no tengo registrado el número.
— ¿Es el chico que acaba de irse? Si es así dile que es muy guapo.
Definitivamente mi hermana está loca.
— Sal de mi habitación ahora y tal vez considere tu oferta.
— Bien. Pero que conste que me voy porque mamá ya terminó de hacer la comida y no porque tú me estás chantajeando.
— Lo que digas, pequeña chismosa —le mostré mi lengua y ella me sonrió.
Después de asegurarme que Isabella realmente había bajado a la cocina y no se quedó parada detrás de mi puerta, me digné a abrir el mensaje. Después de leerlo, me di cuenta de que lo mejor hubiera sido no hacerlo.
Y la única pregunta que resonaba en mi cabeza: ¿Cómo consiguió mi número?
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El Arte de la Seducción.©
Teen Fiction¿Qué pasa cuando ambos se convierten en el objetivo de su seducción?