Alessandro
¡¿Qué mierda le pasa a esta chica?!
Primero me manda lejos y ahora me dice que no soy capaz de hacer mi trabajo. Esto es el colmo. Maldito el momento en el que me fijé en sus ojos azules. Agh.
El Director seguía riéndose mientras yo fulminaba a Bianchi con la mirada, al parecer se notaba un poco arrepentida de haber dicho eso. Pero ¡baah! Son imaginaciones mías.
*Inhala amor, exhala paz*
Lentamente me levanté de la silla y con toda la educación del mundo, le enseñé el dedo corazón a Caterina, obviamente cuidando que el Director no lo notara.
—Señor Lee, con todo respeto, si a la señorita Bianchi le parece fácil mi trabajo, ¿no sería mejor que lo realizara ella? —hablé normalmente, provocando el silencio incómodo en la oficina, pude sentir la mirada de sorpresa y odio que en ese momento ella me dedicaba.
—No exagere joven Conti, es obvio que la señorita Bianchi solo le estaba jugando una broma, ¿no es así? —respondió él mirándola.
—Claro que sí señor Director, en ningún momento he querido ser grosera con Alessandro —dijo ella con una mirada dulce e inocente.
¡Oh por favor! Eso no funciona con el Señor Lee. Pensé mientras volteaba a ver al director. Olvídalo.
—Bueno ya, no veo porqué seguirse peleando como niños. A partir de hoy srita. Bianchi, es usted la asistenta personal del joven Conti —ella estaba a punto de hablar, pero el Director levantó la mano indicando que no dijera nada—. Sin más preámbulos, les pido por favor que se retiren, tiene a esta jovencita a su disposición, espero que lo aproveche —agregó el Sr. Lee mirándome sólo a mí.
Caterina salió del despacho enfadada, miré al señor grande y gordo sentado en su silla y me limité a decir: —Cuente con ello señor, le prometo que no lo defraudaré.
Salí relajado de la oficina, cerrando la puerta a mis espaldas. Miré a mi alrededor en busca de una melena castaña, encontrándola muy enfadada caminando hacia su casillero.
—¿Enfadada, princesa? —susurré en su oído mientras la tomaba de la cintura, estaba de espaldas a mí, así que pegó un brinco cuando me sintió tan cerca. No pude evitar sonreír, la había asustado.
—Tienes tres segundos para soltarme, imbécil —habló cortante, no pude evitar soltar una carcajada, haciendo caso omiso a su amenaza.
—¿O si no... qué? —contesté desafiándola, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja. Se volteó lentamente hacia mí, no pude evitar bajar la vista a sus labios, la sujeté más fuerte de la cintura, pegándola todo lo posible a mi cuerpo, aprisionándola contra los casilleros.
—No querrás averiguarlo —sonrió misteriosamente,
Qué hermosa sonrisa.
Me golpée mentalmente, es inaceptable pensar así de una mujer.
—¿Y si quiero hacerlo? —dije seductoramente.
Bajó la vista hacia mi boca, lamiendo su labio inferior con la lengua, provocando que mi amiguito despertara. Se acercó levemente hacia mi, con claras intenciones de besarme, así que hice lo mismo que ella y lentamente disminuí el espacio entre los dos, sintiendo su respiración agitada en mi boca. Y segundos antes de poder sentir sus suaves y carnosos labios, sentí un fuerte golpe en mi entrepierna, solté un grito de dolor, inmediatamente la solté y puse mis manos sobre mi pantalón tratando de protegerme, aunque ya no tenía sentido.
—Serás estúpido si piensas que algún día llegarás a besarme, te advertí que me soltaras, ¿querías averiguar qué pasaba, no? Bien. Pues ahí lo tienes y ni se te ocurra volver a tocarme —dicho eso dió media vuelta y se fué, dejándome ahí tirado con una punzada de dolor y coraje.
—Maldita chica —gruñí en voz baja.
Con todo el cuidado del que fui capaz, me levanté suavemente, a pesar del dolor no pude evitar sonreír al recordar el casi beso con Bianchi... ¿soy yo o ella tenía la respiración verdaderamente agitada?
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El Arte de la Seducción.©
Teen Fiction¿Qué pasa cuando ambos se convierten en el objetivo de su seducción?