Alessandro.
Qué inteligente eres Alessandro. Te has sacado un tremendo diez esta vez.
Leí por décima vez el mensaje que le había enviado a Caterina hace un par de horas.
Para: Bianchi
Perdón por lo del beso, fue una apuesta con mis amigos.
Por cierto, gracias por tu cooperación ;)
Ahora sí que sonaste como un imbécil. Cate ni siquiera había contestado, seguramente estaría furiosa y con ganas de matarme. Diablos.
Me dejé caer en la cama y pensé en alguna manera de salir de este lío. Tal vez decirle que el mensaje era una broma o que yo no lo había enviado —lo cual era bastante tonto—, pero ya estaba hecho y no había nada que pudiera hacer para revertirlo. Lo peor es que no entiendo por qué me siento tan mal por haberle mentido. Digo, no soy un patán pero tampoco soy de los que justifican sus actos. Simplemente lo hago y ya está, no pienso en las consecuencias.
Si mi madre me viera ahora, me recriminaría por impulsivo y orgulloso.
Y es que en verdad quería besarla. No pude contenerme, ella solo hablaba y movía los labios y me sentí tan hipnotizado por sus movimientos... Estoy muerto.
* * * * * *
Caterina.
Me dirigí a mi casillero con una tranquilidad impropia de mi. Sólo faltaban dos clases y sería libre de nuevo. Alessandro había dejado el justificante con todos los maestros y no tuve ningún problema con los apuntes y tareas.
Ese chico realmente estaba loco.
Primero me besa y luego dice que es una apuesta.
Claro, y yo soy una damisela en apuros, ¿no?
Esa excusa es la más barata que he oído. Pero lo dejaré pasar. No me interesa tener más interacción de la necesaria con él. Seguramente esperaba que me enojara y lo buscara para tratar de vengarme, pero lo mejor era ser indiferente. Para ser el Presidente le faltaba inteligencia emocional. Ja ja. Punto para Bianchi.
— Hola.
Brinqué del susto. Lo ignoré y me dirigí a mi próxima clase.
— ¿Estás molesta?
Vaya, el Instituto estaba pintado de azul, qué original.
— Eh, Cate, ¿todo está bien entre nosotros?
Me detuve un momento y me giré para mirarlo.
— ¿Hay alguna tarea para mí? —pregunté inocente.
— ¿Tarea? ¿De qué hablas?
— Soy tu asistente, ¿no?
Algo en su semblante pareció captar la idea.
— Oh cierto, por un momento lo había olvidado. —me quedé callada, esperando su respuesta. Después de 30 largos segundos, reaccionó — Eh, no. No hay ninguna tarea por ahora, solo me preguntaba si...
— Bien. Entonces me retiro a mi próxima clase. Que tenga un buen día, Presidente. —dicho esto continúe mi camino, sin darle tiempo para hablar.
Bianchi 2 - Conti 0
Este día presagiaba algo bueno.
* * * * *
Alessandro.
La acorralé contra la pared y volví a besarla.
Diablos, esto se sentía tan bien.
Ella fingió oponerse, pero terminó cediendo, otra vez.
Parece que han pasado siglos desde la última vez que probé sus labios. Pero justo ahora era lo que necesitaba para sacar el estrés y equilibrarme un poco. No quería llegar más lejos, así que me separé un poco.
— ¿Vamos a tu casa después de clase?—le pregunté con la respiración entrecortada. Pareció pensarlo un par de segundos antes de responder.
— ¿No podemos ir al cuarto del conserje?
De todas las reacciones que esperaba, definitivamente esa nunca me cruzó por la cabeza.
— Eres una chica mala, eh. — sonrió coqueta.
— Hay cosas de mi que no conoces.
Sin darle tiempo volví a besarla, tratando de callar mis pensamientos y sumergirme en el momento.
Pero no pude. La imagen de otra chica me llegó de repente y sentí una punzada en el pecho. Como si esto no fuera correcto.
— Lo siento, no puedo seguir —la solté y me alejé lo más rápido que pude. Sin darle explicaciones e ignorando su llamado.
¿Qué rayos me pasa?
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El Arte de la Seducción.©
Novela Juvenil¿Qué pasa cuando ambos se convierten en el objetivo de su seducción?